En un mundo saturado de imágenes, titulares y videos que circulan sin filtro en las redes sociales, surge una nueva especie de consumidor mediático: los Tragaprensa. Se trata de aquellas personas que, sin el más mínimo espíritu crítico, engullen noticias fabricadas por la prensa dominante de la ultraderecha, por la oligarquía lacaya y servil a los intereses de los Estados Unidos. Son quienes se convierten, sin darse cuenta, en pregoneros de la mentira, repitiendo con fervor mensajes que nunca han verificado, incapaces de distinguir entre verdad y propaganda. En mi caso, debo en algunas ocasiones aclarar por razones de discriminación, racismo, insultos o improperios responder, muchas veces no me importa si es un completa analfabeta o ignorante furibundo provocador quien se me lanza con tales posturas. Pero por dignidad patria me tomo la molestia de responderle con información más completa, veraz y creíble. Para muchos, aquí donde vivo soy un chavista-madurista, asalariado, espía o infiltrado del gobierno venezolano.
Solo imaginen los riesgos reales a lo que uno se topa en los actuales momentos. No me siento muy cómodo en asumir tal posición, sé que estoy moralmente comprometido en defender a mi país, independientemente si me tildan de X o Y. Aún en verdad, en Venezuela, el gobierno nacional puede afirmar que yo no he sido parte ni del chavismo, ni del madurismo, falta no me hace, ya que estas dos figuras o gobierno no tiene el monopolio de las ideas de desarrollo del país. Yo también tengo mis ideas y pensamientos sobre lo que deseo para desarrollar a mi nación. Pero también debo decir que si estoy al 100% de acuerdo con las políticas sociales de la revolución bolivariana. Yo ví la pobreza, y la vi en Asagua, en Caripito, en Caracas en Antimano, Manera, Carapita y en muchas otras zonas del país. Nací y me crie en un campo petrolero, y sé que había mas posibilidades que limitaciones, y sé que la riqueza no llegaba a muchos compatriotas por causa de los dirigentes corruptos y avaros que gobernaron antes la llegada de Chávez y la Revolución. Hoy no aspira a nada, solo ver a mi país desarrollándose, siguiendo libre y manteniendo nuestra independencia de toda influencia imperial, y si es bajo la revolución bolivariana, allí encontraran mi apoyo, y rechazando toda injerencia extranjera y sus amenazas de invasión o guerra.
Los Tragaprensa son útiles a un proyecto mayor: la guerra mediática contra Venezuela, que busca justificar sanciones, bloqueos y agresiones de todo tipo. Bajo la apariencia de un periodismo “serio”, se difunden rumores sobre instituciones, funcionarios y militares, con el objetivo de socavar la legitimidad del Estado venezolano.
El embargo financiero y comercial, la crisis social y económica generada por el bloqueo de los EEUU sobre Venezuela, no son suficientes para quienes ambicionan los recursos estratégicos de esta tierra: petróleo, gas, oro, torio, diamantes, coltán, tierras raras y minerales de un inmenso valor para la industria militar y tecnológica del futuro. Hace falta, además, destruir la moral del pueblo y debilitar la confianza en sus instituciones. Esa es la verdadera función de los Tragaprensa: compensar con ruido mediático lo que no pueden lograr en el terreno político o militar.
Ejemplos sobran. Las supuestas historias sobre el “Tren de Aragua”, el fantasmagórico “Cartel de los Soles” y la pretendida vinculación del gobierno actual con el tráfico de drogas hacia los Estados Unidos son relatos diseñados para producir inquietud y para instalar en la opinión pública internacional la idea de que Venezuela es un “narcoestado”. Sin embargo, nada hay más incomprensible que aceptar sin cuestionar versiones que carecen de pruebas sólidas y que se contradicen una y otra vez.
La presión no es solo mediática. También es psicológica: los Estados Unidos movilizan barcos y submarinos en el Caribe, en un claro juego de guerra, insinuando un supuesto ataque a Venezuela. Se difunden videos de lanchas en aguas turbulentas, con imágenes confusas y testimonios anónimos, como si fueran pruebas irrefutables de operaciones clandestinas. Pero lo cierto es que son piezas fragmentadas, poco creíbles, donde lo esencial se oculta y lo secundario se amplifica.
Frente a esta ofensiva, el pueblo venezolano resiste, muchas veces de manera solitaria, pero con la convicción de que la verdad acabará por imponerse. La crítica interna puede tener lugar, como en cualquier sociedad viva, pero otra cosa es aceptar sin defensa las mentiras y presiones externas que buscan legitimar una intervención disfrazada de “misión humanitaria”.
Es fuerte ver cómo, mientras se miente sobre Venezuela, se calla sobre las verdaderas razones de esta hostilidad: el control de los recursos energéticos y naturales. Esa es la raíz del conflicto. No se trata de democracia ni de derechos humanos, sino de la necesidad voraz de los Estados Unidos de garantizar suministros estratégicos para su maquinaria militar y tecnológica.
En conclusión, los Tragaprensa son aquellos que consumen y repiten, sin detenerse a pensar, las fabricaciones mediáticas contra Venezuela. Ellos son el eco de una campaña más amplia que busca, por todos los medios, debilitar la soberanía de un pueblo. Ante esta realidad, la solidaridad y la claridad son más necesarias que nunca. Porque la verdad no se impone por la fuerza ni por la propaganda: se defiende con dignidad y con resistencia. Hoy hay que sumar todos los esfuerzos para la Paz y la defensa de nuestra amada Venezuela.