Del incómodo oficio de opinar en Venezuela, por la dictadura “global” de la minoría polarizada

Un rasgo distintivo de la complicada Venezuela de hoy, es lo riesgoso e incómodo de opinar. Es valedero decir que, si en Venezuela hay una dictadura, como inadecuadamente han sostenido algunos grupos o personalidades, yo la llamaría, "global", ejercida de todos contra todos por una minoría que se guarece en ambos polos. Donde opinar distinto a los de un bando u otro, buscar acercamientos, pareciera un delito y hasta una deslealtad. Y se ha vuelto peligroso o, por lo menos incómodo, hasta expresarse sobre asuntos banales como el estado del tiempo. Decir, en algún sitio, hasta coloquialmente, "ahora hace mucho calor", puede dar origen a una respuesta insolente, asociada a la política. Uno pareciera estar obligado a moverse, caminar, como quien transita en un espacio minado, pero aun así, habrá quien hasta eso incomode y asocie a supuestas simpatías o complicidades de uno con su opuesto.

No hablo de lo expuesto y hasta suicida que eso implicaba, para la gente que militamos en la izquierda, en los tiempos de Betancourt y Leoni, sin olvidar que los propios adecos, experimentaron lo mismo en los tiempos de Pérez Jiménez. En verdad, en los tiempos aquellos, para esos gobiernos represivos, hacer alguna crítica o simple y hasta infantil comentario, nada favorable a ellos, sin tomar en cuenta el espacio donde se hablaba, dado que los esbirros estaban en casi todas partes, era como un jugarse la vida.

No, no hablo de aquello de lo que pocos recuerdan por el tiempo transcurrido, pues no vivieron esas experiencias, de donde se entiende que sí de quienes hoy participan en la política o simplemente, por la condición misma de ciudadanos, aparecen envueltos en ella, viven el momento histórico, aunque no quieran; no hablo de quienes por jóvenes, no vivieron aquel pasado. Hablo del ahora.

Algo de eso me pasa a mí con el gomecismo, pues cuando el de La Mulera murió, en 1935, yo no había nacido. De dónde Gómez, es para mí, una simple referencia histórica e intelectual y hasta profesional, de un lejano pasado, algo que uno no siente por la piel y los sentidos todos, hasta en las tripas. No es lo mismo leer u oír hablar de las tropelías de Gómez que haber sentido el peso de los grillos, la persecución, los acosos y la tortura.

Pues vivir esas experiencias que incomodan mucho, como cuando uno siente el paso cercano o la mirada penetrante de la policía, tratando de llegar a nuestra intimidad y pensamiento, pese no hayamos dicho ni hecho nada para estar sujeto a represión, cárcel y tortura, es otra cosa.

Hablo de un fenómeno nuevo que, a lo largo de mi vida, no había experimentado.

A mi viejo y entrañable amigo, recién muerto, Américo Martín, pues mis relaciones con él, en la juventud, hablo más o menos hasta 1970 ó 75, fueron mucho más allá de las inherentes a unos compañeros de partido o militantes "revolucionarios" que estuvieron juntos en muchas jornadas, fue el primero a quien leí calificar al gobierno de Chávez, como una "dictadura moderna", definición que me pareció inadecuada, pese no sospeché nunca las connotaciones negativas y las tragedias que a ella aparecen asociadas.

Lo de "dictadura moderna", pese no estuviese eso en el interés de Américo, terminó siendo el sustento de una estrategia u opción que creció entonces, tanto que muchos acontecimientos desacertados y violentos se desataron, pese nada tuvieron de "modernos". Américo con eso, ayudó se repitiese aquel descomunal error de los años sesenta, cuando me dijo "hemos acordado irnos ala lucha armada. Todo resquicio de legalidad está cerrado. La lucha es larga".

. En estos días, en la tarea de ordenar mi archivo, hallé varios artículos en los cuales defendí la candidatura presidencial de Américo, lo que pareció haber hallado un viejo juego de la infancia. Y Américo, en sus memorias, pues las dejó escritas, incluye unos relatos, informaciones y opiniones de este personaje, quien, como ya dije, fue su amigo y pariente.

Por ese afecto entre ambos que viene desde 1955, cuando nuestros primeros encuentros, me incomodó que un tipo talentoso como él, aplicase aquel calificativo al nuevo gobierno, más habiendo pasado por alto a Betancourt y Leoni, de los cuales fue víctima. Tanto que en sus memorias, que leí, pues a medida que terminaba algún capítulo me lo enviaba, hace alusión a eso. Y mi incomodidad fue mayor, porque los gobiernos de Estados Unidos y los políticos opositores que jugaron a la guerra, invasión, golpe de Estado y las infelices guarimbas, se justificaron en la falsa sentencia que en Venezuela había una dictadura.

Es obvio que, tal definición por errada, llevó a factores de la oposición a implementar estrategia y táctica políticas tan equivocadas que, 20 años después, el gobierno, pese todas las dificultades, empezando por las sanciones que ellos mismos solicitaron, aplaudieron, siguen solicitando y aplaudiendo, no han servido para deshacerse del gobierno de Maduro, al que, no es exagerado ni atrevido, juzgar como relativamente débil y preñado de errores. Pues si acaso, alguna fortaleza tiene, es la magnitud del distanciamiento que prevalece entre el mundo opositor, dividido en minúsculas parcelas, naufragando en medio de un mar, donde el odio, las ambiciones personales, el bajo nivel intelectual de la dirigencia, forman una inusual viscosidad. Y todo eso, por un muy mal diagnóstico de una dirigencia de muy bajo nivel en mucho sentido.

La oposición de derecha, en base a esa definición, parecida a aquella de "en este país no hay más mínimo resquicio de libertad ni derecho para la lucha de masas", sentencia de la izquierda de los años 60 del siglo pasado, terminó en el mismo fracaso. ¡Cosas veredes, amigo Sancho!

Hay tantos candidatos presidenciales como partidos, percepciones erradas de la realidad y hasta es como muy casual que, los medios informativos y los grupos poderosos de opinión, posicionan en los primeros puestos o figuras como más destacadas, a quienes están en las más bajas escalas de inteligencia, formación intelectual y compromiso con Venezuela. Pero hay algo más, estas figuras, por sus escasas cualidades intelectuales, políticas, su irascibilidad, a lo que se agrega sus compromisos internalizados, por razones de clase, con las factores que dominan la economía de Venezuela, adentro y desde fuera, son las menos propicias para buscar y, fundamentalmente, alcanzar, entendimientos y unir ese extenso archipiélago.

La oposición en Venezuela, cultural, táctica y estratégicamente, forma un cuadro extenso, disperso, no imposible de unir, siempre que quienes asuman esa tarea tengan el talento, equilibrio, paciencia y capacidad comunicacional necesarios, dejando a un lado la irascibilidad, el sectarismo, pequeñez y las bajas pasiones. Pero Dios no suele enviar emisarios de ese carácter con la debida frecuencia y menos a "países del tercer mundo".

Pero justamente, volviendo al inicio de este artículo, si algo predomina en Venezuela, de lado y lado, son estas cualidades mencionadas en el texto anterior; la intolerancia, sectarismo, disposición a la búsqueda de acuerdos y ni siquiera la delicadeza de escuchar con paciencia y buena disposición las opiniones distintas.

Venezuela está atorada. Parece un viejo vehículo o una carreta de bueyes metida en una honda zanja cenagosa y hasta llena de estiércol. Los objetivos o tareas inmediatos para sacarle de ese estado de postración o "encunetamiento", son inherentes a todos, pero el odio y el oportunismo, no permiten a quienes hacen el rol de dirigentes, percatarse de esa situación y menos entender que, por encima de sus intereses personales y grupales, están los de los venezolanos todos.

Sólo los temas salariales, sanciones que EEUU aplica, las pensiones, el abandono de los centros de salud y, en consecuencia, la inexistencia de servicio médico pertinente para todos los venezolanos, el deterioro de la escuela, el peligro que la del sector público corre, el acoso del hambre, la destrucción de la industria petrolera y el estancamiento productivo, crean un cuadro para la elaboración de un plan emergente en el cual tenemos cabida todos y, cuando digo todos, implica que no excluyo a nadie. Claro, todo eso pasa porque pongamos a un lado los odios acumulados y las ambiciones personales. Los deseos de venganza y de posesionarse de lo que se ansía para mantener o asumir una vida muelle, oscurecen y envilecen a los factores políticos.

Por todo lo anterior, estamos como estamos y pareciera vamos a seguir así por un largo tiempo y perdiendo las buenas oportunidades que todavía juegan a nuestro favor para construir un país y una economía poderosa.

Y este mismo estado de cosas, ha generado una "dictadura global", ejercida por unas minorías contra todo el universo nacional. Como cada quien o cada grupo, lejos de entender que lo que se impone es un amplio acuerdo nacional que comience por desmontar las sanciones, la elaboración de un plan de recuperación, diseño de un proyecto político realizable y de emergencia, donde todos tienen cabida, dada la magnitud de la crisis, piensa al contrario, que se trata de aniquilar al contrario, se impone un estado de cosas donde todos somos y actuamos como enemigos. Y estos enemigos son los reales y hasta los imaginados, solo porque discrepan, aunque esta actitud tenga absoluta pertinencia, aparte de ser un derecho universal, divino, sabio y científico. Vivimos como en un estado de consternación, donde cada quien trata de salvar su pellejo o, un saqueo, donde cada quien agarra lo que puede con violencia, individualismo y desesperación.

Cada grupo espera que los demás opinen como él. Quien discrepe, hasta de ambos, es un enemigo. Todo discurso destinado a explicar la realidad tal como ella es, por el solo hecho de diferenciarse de un bando u otro, es declarado enemigo por ambos y sometido a bombardeo, donde las expresiones peyorativas y vulgares son las más delicadas y piadosas formas de agredir.

De donde uno cree que, aquello que mi amigo Américo Martín llamó la "dictadura moderna", refiriéndose al gobierno de Chávez, es más bien aplicable a la que ejercen los partidos de este enorme archipiélago político, de todo el cuadro nacional, sobre las mayorías. Pues si algo es cierto, es que quienes asumen el discurso de los distintos partidos, de todos dije, sin exclusión, constituyen una minoría en la Venezuela de hoy.

El gobierno, quien pudiera ganar las elecciones, por tratarse de las "mayor de las minorías", es también una pequeña isla en este inmenso archipiélago. Y por esa descomunal división, hay aquí como una feroz dictadura global de los polarizados, donde toda opinión sensata, discrepante a la de ellos, está sujeta a represión; donde la expresión verbal de baja factura es lo más usual, dado que para eso no se requiere talento alguno. Y ella, la represión, se expresa, con la persistente descalificación, ofensa y exclusión contra quien hable, opine, aunque sea en favor de la búsqueda de acuerdos. Y, lo más triste y hasta grave, es que hay quienes de eso se ocupan ociosamente, como un goce personal y abundan quienes lo tienen como una manera de vivir o, mejor dicho, un modo de ganarse la vida.



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Eligio Damas

Militante de la izquierda de toda la vida. Nunca ha sido candidato a nada y menos ser llevado a tribunal alguno. Libre para opinar, sin tapaojos ni ataduras. Maestro de escuela de los de abajo.

 damas.eligio@gmail.com      @elidamas

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