“La naturaleza social del cine demanda una mayor responsabilidad por parte del cineasta. Si no se comprende esa realidad se está fuera de ella, se es intelectual a medias”. Esta contundente reflexión es del documentalista cubano Santiago Álvarez.
Desde otra perspectiva, el cineasta boliviano Jorge Sanjinés afirmada: “ Todas estas películas están en la etapa de testimonio. Personalmente creo que ahora debemos dejar esa etapa, creo que ahora debemos entrar en una etapa mucho más agresiva, ya no defensiva sino ofensiva, debemos desenmascarar a los culpables de la tragedia Latinoamericana ”
Estas dos reflexiones son pasto para el debate, para la construcción de sustanciales interrogantes. Las afirmaciones de estos intelectuales latinoamericanos, rebasa los “límites” de cine para entrar en el terreno de la ética y la responsabilidad del cineasta ante su tiempo, ante su historia.
¿Se contraponen una con otras? ¿Son complementos para el fortalecimiento del género documental como “escenario” de la realidad? ¿Responden a la responsabilidad del documentalista con la sociedad?
Las respuestas están en muchas obras cinematográficas de este esencial género. En la historia de un importante y diverso movimiento de cine documental que sigue floreciendo en América Latina, en Europa y en otras regiones del planeta con matices y recorridos de “ida y vuelta”, que son parte de la naturaleza evolutiva del “arte verdad”.
Tomo como “estudio de caso”, el filme: La CIA contra la Revolución Bolivariana , del cineasta venezolano Ángel Palacios, que forma parte de la serie InjerenCIA .
La obra evoluciona desde la cronología. La primera parte del filme esboza las principales conexiones de los procesos históricos relacionados con el tema que ocupa a este fundamental capítulo de la serie.
Los primeros cambios sociales producidos en la Venezuela Bolivariana. La reescritura de la carta magna conocido como “La Constituyente”. Las leyes que favorecieron en la primera etapa de mandato del Presidente Chávez a los sectores históricamente más desfavorecidos de la Gran Venezuela.
Muchos otros “apuntes” cinematográficos con claros preceptos de envoltura histórica se tejen en esta obra, con énfasis y acento en construir verdades imbricadas. Tanto en la propia Venezuela, como en otras naciones y gobiernos relacionados con el tema que aborda el filme.
Estos trazos cinematográficos presentes en la parte orgánica e introductoria del filme, se contrapuntean –a manera de reconstrucción-, con las declaraciones y posteriores acciones que “dieron pie” a los “conocidos” actos intervencionistas del Gobierno de George W. Bush, incluido el fallido de Golpe de Estado contra el Presidente Hugo Rafael Chávez Frías.
Palacios hace un acertado y necesario recuento de la geopolítica que se “dibujó” en la Casa Blanca bajo el amparo del terrorista internacional residente en la “Casa Oval”. Eran los cimientos de las grandes Corporaciones Económicas y Militares en la sede del gobierno más poderoso del planeta tierra.
En ese momento, se sentaron las bases para el intervencionismo militar contra países como Irak y Afganistán, hechos “ampliamente” conocidos, donde impera la guerra, la tortura y la masacre de civiles inocentes. Acciones que han tenido continuidad en Libia y el actual conflicto desatado en Siria.
Obviamente cada uno de estos procesos de guerra exhibe características muy específicas. Responden a la intención de dibujar otro mapa global con el objetivo de lograr el control de los recursos más “demandados” en las dos últimas décadas: el gas y el petróleo.
La solución cinematográfica del realizador para este fundamental capítulo es el uso del grafismo compaginado con imágenes de archivo. Estas responden a la pretensión de un mensaje directo y demoledor. De una rápida comprensión –claramente lograda-, sobre la madeja entre la alta política con las mega empresas, transnacionales y Corporaciones Militares. Este arsenal estético no busca la contundencia del mensaje. Más bien perfila dejar el trazo exacto de un cardinal proceso que -a fecha de hoy-, tendrá un peso específico en el ajedrez político y económico de los próximos años.
En esa estrategia global entra en “escena” -no deseada por La Casa Blanca-, el presidente Chávez. Las declaraciones de algunos personeros del gobierno de Bush, son tomados en cuenta por el documental para visualizar lo que posteriormente se materializó. Un golpe de estado amparado y apoyado por los Gobiernos de Estados Unidos y España. En esta etapa estaba al frente del Gobierno José María Aznar.
Desde la óptica -hacia el interior del país-, el filme La CIA contra la Revolución Bolivariana , construye otra necesaria ruta cinematográfica. La poderosa –económicamente hablando-, oposición contra las políticas del gobierno de Chávez, es “fotografiada” con precisión periodística.
Este capítulo parte de la necesidad de responder a la intencionalidad del filme. La cronología es también la solución estructural de esta entrega. La manera en que evoluciona el documental refleja un desdoble de otras alternativas estéticas y tomas de recursos. Obviamente para llevar al espectador a ese clímax histórico pero también dramatúrgico.
En esta nueva fase del filme, la incorporación de testimonios de amplio espectro humano y profesional. La toma de documentos desclasificados, -entre otras-, por la CIA, la NED y otras afines. O la ilegal e inmoral detención del Presidente Chávez por parte de los golpistas, son esos “otros recursos integradores”, que van componiendo el puzzle final de una obra que acierta en datos, en composición de la imagen, en argumentos históricos.
Todos estos apuntes orgánicos, acompañados por la suma de ideas en cuanto a la realización y estructura de un guión, responden a la preguntas que la historia ha dejado para la reflexión y el análisis. También para el posicionamiento crítico ante la responsabilidad de los cineastas y los intelectuales sobre estos tópicos, que son necesario refundar.
Al principio del texto dejaba sin contestar otra cita que es propia del entorno del creador. Quizás lo más importante que debo de señalar sobre esta nota, es que el autor cinematográfico, ante la necesidad de “tomar partido” por los derroteros que la sociedad nos impone, se expresa y articula meridianamente en un tema que urge leer. Ante la reiteración cíclica de la historia, que siguen siendo construidas para desvirtuar la esencia humana de este planeta.
Este filme nos aporta parte referencial y de memoria inmediata, en tiempos donde la verdad anda descafeinada. Palacios se compromete abiertamente, ante hechos que fueron manipulados por los de siempre. Los grandes medios de comunicación, que responden a las Mega Empresas y las transnacionales de “las bambalinas”.
No estamos ante un hecho aislado e inédito. La historia de la humanidad ha recogido ejemplos de similares vestiduras y evoluciones que son esos antecedentes que no podemos olvidar. Este documento fílmico no es una obra más. Es una acertada contribución al ejercicio y al deber del arte documental para reconstruir la historia.
El mérito de este texto fílmico no es solo de valor histórico. La ética del cineasta forma parte de ese otro mensaje –no explicito-, que se “redacta” de manera colateral en una pieza que acerca a los que aún no conocen el entramado de un pasaje de la historia de Venezuela, muchas veces silenciada o tergiversada.
José Ángel Palacios Lascorz, nació en Caracas, el 8 de diciembre de 1966. Cineasta y director de fotografía venezolano. En su juventud fue Secretario de Comunicaciones de la Federación Nacional de Cineclubs en la Universidad Simón Bolívar, donde cursó estudios. Fue Miembro principal del Comité Directivo Regional del Estado Miranda de la UJR y de la Comisión Nacional de Propaganda. Viajó a Cuba, a la Escuela internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños, para profundizar sus estudios de cinematografía, siempre con un trasfondo social.
Tomado de la web www.cinelatinoamericano.org
El filme: La CIA contra la Revolución Bolivariana , se presentará hoy jueves a las 19:00 en el espacio La cámara lúcida de Tele K. Contaremos en el estudio con la presencia de Pedro Barea, miembro de la Plataforma Bolivariana de Madrid .
Para los madrileños se emite por el canal 30 de la TDT, sintonizándolo por la frecuencia de 546000 khz. También se puede ver por la web www.vallecas.org .
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