No es guerra sino combate entre ejércitos

Algunos gobernantes colombianos expresaban molestias cada vez que alguien se refería a la guerra en ese país. En el caso del Presidente Álvaro Uribe la molestia se torna en furia si cualquier incauto menciona la guerra civil que tiene a Colombia dividida en varios pedazos.
Tal parece que la aristocracia partidista atrincherada en Bogotá pretende eliminar por la vía semántica el conflicto bélico que mantiene en febril actividad al ejército colombiano, asesorado y equipado por los militares gringos del Plan Colombia. En la contraparte figuran las FARC y el ELN, alzados en armas desde hace varias décadas, más otros grupos variopintos, como las autodefensas o paracos y los narcoguerrilleros que actúan por propia cuenta.
Según la teoría del Pentágono cualquier ente armado que no figure como un cliente registrado del complejo industrial-militar estadounidense, debe calificarse como terrorista o, en el mejor de los casos, como un estado forajido, a punto de pasarse para del lado de Osama Ben Laden. Entre éstos últimos creo que incluyen a Venezuela.
Solo se excluyen de esa categoría los miembros del club nuclear, poseedores de bombas atómicas y, por lo tanto, gente seria e incapaz de iniciar un conflicto de grandes proporciones.
El caso es que el Presidente Chávez ha puesto el dedo en la llaga al considerar que las FARC y el ELN no deben ser calificados de terroristas. Lo justo y recomendable, según nuestro mandatario, es que dichos ejércitos alzados en armas contra el gobierno sean reconocidos como beligerantes, y se les permita o se les exija acogerse a la Convención de Ginebra sobre el tratamiento a los presos y a otras víctimas del conflicto bélico.
Lo que está planteado es reconocer, en primer lugar, que existe una guerra. Las guerras acaban mediante la destrucción de uno de los enemigos o la rendición de este. De no producirse dichas circunstancias la única forma racional de lograr la paz es por vía de la negociación. Al cabo, la política es la continuación de la guerra por otros medios.
Lo extraño o sorprendente es que, siendo Colombia un país de avezados y hábiles políticos, se hayan empeñado en no resolver el conflicto por el método más expedito y razonable. Antes, por el contrario, le aplican el calificativo de bandidos a los guerrilleros del las FARC y el ELN y los tratan como tales.
Es inútil negar que Colombia es un país complejo donde ciertamente existe un bandidaje desatado; dichos bandoleros crecieron en número y en peligrosidad a raíz de iniciarse en el torvo negocio de las drogas, convirtiendo algunas regiones en sembradíos de marihuana, coca y amapolas, con los correspondientes laboratorios de cocaína y heroína.
En algún momento la situación se tornó confusa, pues no se sabía quién hacía qué cosa y algunos subversivos se metieron a narcotraficantes y viceversa.
La guerra interna colombiana tiene a Latinoamérica en ascuas y en particular a Venezuela y Ecuador, sus vecinos más próximos, donde las secuelas del conflicto causan estragos de consideración.
Álvaro Uribe tuvo un gesto de inteligencia cuando invitó a Chávez a mediar, aunque luego se retractó.
Con o si la ayuda de Chávez, Uribe debe recapacitar y no empecinarse en ganar la guerra mediante la aniquilación de los rebeldes. Así nunca acabará.
augusther@cantv.net


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Augusto Hernández


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