Rastros del tiempo (CXXXVI)

La Cultura Nasca: Una Civilización Milenaria en el Desierto Peruano

La cultura Nasca, también conocida como Nazca, representa una de las civilizaciones antiguas, más enigmáticas y fascinantes de la América andina. Floreció en la costa sur del actual Perú, específicamente en los valles de Ica, Nazca y alrededores, entre aproximadamente el 100 a.C. y el 800 d.C. Esta sociedad se desarrolló en un entorno extremadamente árido, donde el desierto y la escasez de agua definieron su existencia. A pesar de estas adversidades, los Nasca lograron innovaciones impresionantes en agricultura, arte y arquitectura, dejando un legado que combina misterio y genialidad humana.

Su centro principal fue Cahuachi, un complejo religioso monumental en el valle del río Grande, que funcionaba más como un santuario ceremonial, que como una ciudad urbana densamente poblada. El descubrimiento de esta cultura se atribuye al arqueólogo alemán Max Uhle, iniciador de la arqueología científica en el Perú, que a principios del siglo XX, identificó restos de esta civilización en excavaciones en la región de Ica, revelando una sociedad que emergió de la influencia de culturas previas como Paracas.

Los orígenes de la cultura Nasca se remontan al período Intermedio Temprano, tras el colapso de la cultura Paracas, alrededor del 200 a.C. Se cree que los Nasca evolucionaron de grupos locales que adaptaron técnicas agrícolas y artísticas heredadas, expandiéndose por valles fluviales, como los de Chincha, Pisco, Ica y Acarí. Su sociedad era jerárquica y teocrática, con sacerdotes y elites que controlaban los recursos hídricos y ceremoniales. La economía se basaba en la agricultura intensiva, gracias a sistemas de irrigación subterráneos, conocidos como "puquios", que capturaban agua de acuíferos y permitían el cultivo de maíz, frijoles, algodón y frutas en un paisaje desértico. La pesca en el océano Pacífico complementaba su dieta, y el comercio con regiones vecinas intercambiaba bienes como cerámica y textiles. Esta adaptación al entorno hostil no solo aseguró su supervivencia, sino que fomentó una cosmovisión profundamente ligada a la naturaleza, donde el agua y la fertilidad eran elementos sagrados.

La sociedad y la religión, estaban definidas sobre una estructura teocrática y politeísta. La sociedad Nasca estaba organizada en una estructura jerárquica, con una élite sacerdotal, que dominaba los centros ceremoniales como Cahuachi y Ventilla. No hay evidencia de grandes ciudades fortificadas, lo que sugiere una organización descentralizada, con poblaciones dispersas en aldeas agrícolas. La división social incluía agricultores, artesanos, guerreros y líderes religiosos, donde las mujeres también jugaban roles prominentes, como se evidencia en entierros, con ricas ofrendas.

La religión era politeísta y animista, centrada en deidades asociadas a la naturaleza: Los dioses de los Nascas eran principalmente figuras de la naturaleza, siendo su deidad principal el dios Creador Kon, Considerado el dios creador del mundo y de los hombres en la cosmovisión Nazca y Paracas. Se le representaba con una máscara felina, rostro con ojos prominentes y a veces portando un báculo, conocido también como el "Dios Oculado". También veneraban a deidades del mar, del agua, de la agricultura y a seres mitológicos, considerados fundamentales para la supervivencia en el desierto. Se han identificado también una divinidad con cuerpo de pez y una figura llamada Boto, un ser híbrido de felino, pez y ave que representa un dios de los terrores.

Los rituales involucraban ceremonias para invocar lluvias, reflejando su obsesión por la fertilidad en un desierto árido. Cahuachi, con sus pirámides de adobe y plazas ceremoniales, era el epicentro de estos cultos, donde se realizaban peregrinaciones y ofrendas. Esta dimensión espiritual permeaba todos los aspectos de la vida, desde la agricultura hasta el arte, y se manifestaba en prácticas como la trepanación craneal, una cirugía ritual, para curar o, honrar a los muertos. Los sacerdotes y chamanes jugaban un papel crucial como intermediarios entre el mundo espiritual y los humanos.

El arte y la cerámica, eran expresiones de una vasta cosmovisión. El arte Nasca es uno de los legados más destacados de esta cultura, caracterizado por su policromía vibrante y simbolismo profundo. La cerámica, considerada la más refinada del antiguo Perú, se elaboraba con arcilla fina pulida y pintada antes de la cocción, utilizando hasta siete colores y diversas tonalidades. Las formas incluían vasijas efígie con cabezas humanas o animales, cuencos y botellas dobles, decoradas con motivos mitológicos: seres antropomorfos híbridos, hombres con rasgos de aves o felinos, plantas, animales como monos, arañas y colibríes, y escenas de danzas rituales. Estas representaciones no eran meramente decorativas, sino que narraban creencias cosmogónicas, como el ciclo del agua y la vida. El arte textil, tejidos con algodón y fibras de vicuña, mostraban patrones similares, mientras que la arquitectura se limitaba a estructuras de adobe funcionales, como templos y tumbas colectivas. Otro pilar artístico son las líneas y geoglifos de Nasca, un conjunto de más de 800 figuras trazadas en el desierto, visibles principalmente desde el aire, de las que describí, en un artículo ya publicado.

El declive de la cultura Nasca comenzó alrededor del 600 d.C., culminando en su desaparición hacia el 800 d.C. Factores como sequías prolongadas, posiblemente agravadas por el fenómeno de El Niño, erosionaron sus sistemas de irrigación y provocaron hambrunas. Invasiones de grupos como los Wari y conflictos internos, evidenciados por destrucción en sitios como Cahuachi, también contribuyeron a su colapso.

La sobreexplotación de recursos y cambios climáticos alteraron el frágil equilibrio ecológico que sostenía su sociedad. Sin embargo, el legado Nasca perdura como testimonio de resiliencia humana. Sus innovaciones hidráulicas influyeron en culturas posteriores como los Incas, y su arte inspira estudios globales sobre simbolismo de la ancestralidad originaria. Hoy, las líneas de Nasca atraen a millones de turistas, fomentando la preservación ambiental y el turismo sostenible en Perú. Este legado no solo enriquece la comprensión de la historia andina, sino que plantea preguntas eternas sobre la interacción entre humanos y su entorno, con la historia viva.

 


 



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Reinaldo Chirinos

Licenciado en Educación Mención Desarrollo Cultural. Facilitador del INCES.

 reinaldoc06@gmail.com

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