La Guaratara

Chile pide es Democracia

Como en Chile, la humanidad entera puja por una verdadera democracia. Esa es la demanda, la llama y el objetivo supremo de esta generación en movimiento, como resultado de siglos brutales de exclusión, pobreza y desigualdad. Los pueblos del mundo ya no encajan en esos arquetipos arcaicos; andamios de monarquías y democracias representativas, sostenidas por la conducción y manipulación de masas y culturas enteras que, por fin, están en el verdadero conflicto, el caos propicio para abrirle paso a un mundo de participación protagónica, pluricultural, equitativa, incluyente, autóctona y diversa, en plena armonía con el ambiente y los otros.

La causa, como las consecuencias, son comunes para todos los continentes y se manifiestan, como se advirtió en columnas de años anteriores donde hablamos del pachacutí "retorno a la nueva era", expresión keswaimara que explica, perfectamente, el ciclo maya que vive la humanidad, luego de conducir toda la civilización a una barbarie económica y ambiental insostenible. Los niveles de desigualdad, especialmente en América, son catastróficos: la pobreza en norte y centro América, la exclusión que lleva a millones a desplazarse, casi descalzos, desde el Caribe a Texas, la enorme desigualdad en Colombia, Perú y Chile, busca, en la exigencia de democracia, la única respuesta posible para tanta miseria, porque son esas falsas elecciones elitistas y burguesas las que administran la injusta repartición de las riquezas.

La conducta desquiciada del presidente electo de El Salvador es una muestra de cómo esa élite "democrática" llega al poder y lo usa, en nombre de los pobres, para afianzar el neocoloniaje. Los métodos más sangrientos se ven en Colombia donde el paramilitarismo que tortura, trafica y desaparece campesinos llegó, por medio de la amenaza, a elegir presidentes y cientos de diputados, erigiéndose como el plus de la política neogranadina, claramente opuestos a otra referencia política: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el Ejército del Pueblo, que encarna los ideales bolivarianos de justicia y el ejercicio auténtico de la democracia autóctona y popular. Hoy la historia pone a Colombia en el umbral hacia la política y una democracia que merece, después de largas dinastías burguesas y paramilitares, abrirse a una Colombia Humana, Ecológica y Revolucionaria.

Todo el continente, como la humanidad entera, procura a su manera las formas democráticas que revolucionen la participación y decisión de las mayorías. Cuánto más se tarde será más traumática esa transición. La advertencia aplica para la sociedad norteamericana en primer lugar, considerando su ebullición cultural, el protagonismo de los grupos étnicos y diversidades con elevada influencia política, pero impedidos por la "democracia" representativa que ejerce el uno por ciento de los blancos ricos y universitarios. Aguas abajo del Río Grande, las demandas ya han comenzado: Honduras, Méjico, Panamá, Ecuador y Chile, pero todo el continente evidencia el inicio de ese Pachacutí, de ese volver a una nueva de nuestros pueblos y culturas y que sigue latente en nuestra herencia identitaria: la asamblea Caribe que describe Humboldt, las Amautas que rescató Mariátegui o el Consejo Indígena que lidera el Ecuador. Hacia allá volvemos, inexorablemente y cada obstáculo resulta en traumas violentos, pero indetenibles.



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Joaquín Román Rondón Santiago

Profesor universitario

 unellezjoaquin@gmail.com      @LaGuaratara

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