Juntos pero no revueltos

La política exterior del presidente colombiano Gustavo Petro hacia Venezuela se ha caracterizado por una ambigüedad que, lejos de fortalecer la integración latinoamericana, reproduce las tensiones históricas entre proyectos soberanos y las presiones externas de los centros de poder.

Su discurso, que oscila entre la solidaridad retórica y la distancia pragmática, revela una contradicción que merece ser analizada desde la perspectiva del derecho internacional público y la defensa de la soberanía nacional.

Por un lado, Petro ha calificado al presidente Nicolás Maduro como "dictador", alineándose con una narrativa que ha sido promovida por Washington y por sectores de la oposición venezolana.

Sin embargo, evita acusarlo de "narcotraficante", un término que ha sido utilizado sistemáticamente por la propaganda estadounidense para criminalizar al liderazgo chavista y justificar medidas de sanción y aislamiento.

Esta diferencia no es menor: mientras el calificativo de dictador se inscribe en el terreno político, el de narcotraficante se ubica en el ámbito penal internacional, con implicaciones directas en la legitimidad del Estado venezolano y en la posibilidad de intervenciones bajo el pretexto de la "seguridad hemisférica".

La ambigüedad de Petro se expresa también en su respuesta ante los llamados a la solidaridad militar entre Colombia y Venezuela. Cuando se plantea la necesidad de una defensa conjunta frente a amenazas externas (sobre recursos estratégicos de la región) Petro recurre a la fórmula "juntos pero no revueltos".

Con ello, reconoce la importancia de la cooperación, pero al mismo tiempo marca una distancia que impide la construcción de una verdadera alianza defensiva. Esta postura refleja la tensión entre su discurso de integración latinoamericana y su temor a comprometerse en un proyecto que lo acerque demasiado al eje bolivariano.

En un contexto donde Venezuela enfrenta sanciones unilaterales y amenazas veladas de intervención, la solidaridad regional debería ser un imperativo, no una opción condicionada por cálculos políticos internos. Al negarse a asumir una defensa conjunta, Petro reproduce la lógica de fragmentación que históricamente ha debilitado a América Latina frente al imperialismo.

La contradicción se hace más evidente si se considera el discurso de Petro sobre la integración energética y la necesidad de enfrentar juntos la crisis climática. En esos ámbitos, promueve la cooperación y la unidad.

Es como si la integración fuese válida únicamente en los terrenos que no incomodan a Washington, pero se volviera peligrosa cuando implica desafiar directamente la hegemonía estadounidense.

 

 



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Oscar Bravo

Un venezolano antiimperialista. Politólogo.

 bravisimo929@gmail.com      @bravisimo929

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