Crónicas panameñas 10

Impunidad (1)

IMPUNIDAD (1)

Muchas de las cosas que me han ocurrido en Panamá desde que llegué y tomé contacto con el país, y ante las cuales no encontraba explicación, ahora las veo más claras.

 

Cuando entré por primera vez en el aeropuerto de Tocumen ya tuve la primera impresión del país al que acaba de aterrizar. Me preguntó el policía que dónde iba, en dónde me alojaría, por cuánto tiempo estaría, si tenía familiares. Lo que más me llamó la atención fue la pregunta “¿Cuál es su misión?”. Pensé ¿qué misión puede tener un turista que no sea conocer el país, sus paisajes, sus playas, su gente, su cultura? Le dije que no tenía ninguna misión, que sólo venía de turismo. Por si acaso le hice un poco de broma con el fútbol, el Barca. Se sonrió, me devolvió entonces la broma y me dejó pasar enseguida. Pensé: le he caído bien.

 

Después he tenido problemas mucho más desagradables con la policía de fronteras, SENAFRONT, un cuerpo paramilitar que va con metralletas, que para y revisa las maletas a todo el mundo a la entrada de las provincias de Darién y Bocas del Toro. En una ocasión estuve retenido en Bocas del Toro hasta que pude presentar por fax -gracias a movilizar a amistades- el sello de entrada a Panamá. En otra me impideron seguir en Darién “por mi seguridad” y me tuve que quedar paseando sólo por Yaviza – población con riesgo social- durante un día. Es una situación en la que ciudadanos de ambas provincias se consideran como bajo un estado de sitio.

 

Taxis abusivos

Al tomar un taxi me hizo pagar una cantidad superior a la que era la establecida. Yo tenía la impresión de que me estafaba, pero no lo podía decir ya que no lo sabía a ciencia cierta. En otra ocasión un empleado de banco nos hizo hacer de nuevo la cola por que mi amiga se había equivocado en una sola cifra. La realidad es que le había molestado que el ingreso lo hubiera hecho con dos talones, en lugar de uno. ¡Demasiado trabajo! Se vengó de esa forma.

 

Otro caso. En un hotel al que había llegado de noche, encontré las sábanas sucias al día siguiente y las hice cambiar. La empleada, con toda desfachatez, me preguntó que porqué no lo habia dicho cuando entré. También se ve que “no le tocaba a ella” cambiar las sábanas. Lo hizo de mala gana. Pero al bajar, con la excusa de no entregarle el mando de TV, me bloqueó la entrada de salida y hasta que no bajó otra empleada con el dichoso mando, no me dejó salir.

 

El hotelucho no tenía ni libro de reclamaciones, ni jefe o responsable (“no está aquí”). Hice una reclamación por internet al gerente y a tres instancias oficiales: la Autoridad Fiscal -pues no me dieron ni factura, algo penado por la ley-; la Autoridad de defensa del consumidor; y la Autoridad de Turismo. Me contestó sólo esta última para decirme que no dependía de ellos y que me dirigiera a la Autoridad fiscal. Nadie más me ha contestado hasta la fecha, pasados ya tres meses.

 

Atropello de los transportistas de Darién

He viajado mucho hacia Darién. El trayecto en transporte público es horrible. Uno se mete en una furgoneta o pequeño bus, si hay suerte, en un bus mediano. Suelen ser vehículos sucios, algunos infestados de parásitos (un piojo se me paseó en una ocasión por la cabeza hasta que pude localizarlo).

Nunca sale a la hora, lo puedo asegurar: nunca he salido a la hora ni de Darién hacia Panamá, ni de panamá hacia Darién. Faltan buses. Pero también hay algunos conductores que no hacen el viaje que les toca porque consideran que el horario es malo e irán pocos viajeros. El bus siguiente carga pues el pasaje de viajeros del anterior y parte de suyo. Sin embargo sale antes, ya que se llena antes de la hora de su salida. Eso provoca que otros viajeros pierdan el viaje, a pesar de llegar a tiempo.

 

Así, la norma es pues que el bus salga lleno -¡no hay que perder dinero!-, sea la hora que sea. O se sale antes, o se sale más tarde de la hora, esperando que se llene. Y si no se llena...entonces se hace cualquier parada -no autorizada, por supuesto- hasta que se llena.

 

Los avariciosos transportistas lo aprovechan todo. Van llenando con gente y más gente que van recogiendo durante el camino. El “secretario” -persona que cobra el pasaje- se baja a cada parada donde ve gente y anuncia “Darién, Darién”. Y suben personas que van para Darién...o para un par de paradas más allá. Y así a cada parada. O sea, lo que debería ser un viaje “interprovincial” en realidad es como un taxi que para a todo el mundo que levanta la mano. Y lo que debería ser un viaje de unas cuatro horas se convierte en otro de cinco horas y media o seis.

 

O te acostumbras a ser abusado, o no viajas

Los viajeros van completamente apretujados, con niños en brazos, con bultos, en medio de un pasillo estrechísimo que ha sido modificado para hacer más asientos -por supuesto superestrechos- Los culos, los pies, los codos, los bultos o los niños, se meten hasta los asientos, pues no caben, molestando durante todo el viaje a los que van sentados del lado del pasillo. La calzada está tan destrozada que el vehículo va dando botes, haciendo bruscos giros para evitar los agujeros, que el viaje se convierte en un infierno desde Metetí a Panamá o viceversa. O te acostumbras, o no vuelves más.

Si llamas la atención al conductor o al secretario sobre la hora dan peregrinas explicaciones, de mala gana, con grosería, si es que tienes la suerte de que expliquen algo. Lo mismo si pides que bajen el altísimo volumen de las típicas canciones o videos de sexo, tetas y culos, donde las mujeres son malas y los pobres hombres son incomprendidos por no perdonárseles que metan los cachos a sus parejas.

 

Le pedí a un conductor que si podía bajar el volumen ya que tenía un fuerte dolor de cabeza y me contestó “Pues ¿qué le parece si le compro unas pastillas para el dolor? Porque yo si no voy con música, no funciono”. Al decirle que le pondría una denuncia, al cabo del rato, bajó un poco el volumen. Pero la cosa siguió más adelante. Y cuando tuve que bajar a un control policial de SENAFRONT, vi que el conductor empezó a hablar con un policía y éste se metió en la conversación conmigo preguntándome el policía “¿acaso tiene usted un medidor de decibelios para saber si está tan alto?” Es la impunidad del abusador, del que se salta las leyes y normas del transporte, de la seguridad, encima ¡defendido por un “servidor de la ley”!

En otro caso, un hombre mayor vino de pie desde el control de Aguafría hasta Panamá capital, de pie. Cuando entrábamos en Panamá ciudad, diez minutos antes de terminar un viaje de cinco horas, se pudo sentar. El hombre le reclamó un descuento ya que no pudo sentarse en todo el viaje. Al negáselo, le pidió el descuento de jubilado. También se lo negó. Al protestar el viajero, el secretario le amenazó con llevarlo al puesto de policía. Al final el hombre mayor le entregó el dinero diciéndole: “¡así te lleven estos dólares a la tumba!”. Nadie más protestó.

 

Robos y más robos

Viajar hacia Darién es como transcurrir entre la risa y el llanto. De un lado está el sufrimiento del viaje. Del otro está la belleza del paisaje, de la selva en cuanto abandonas la ciudad. La ciudad, a las afueras, es un enorme caos. No existe el urbanismo, la planificación. Los ciudadanos tienen que caminar en medio de montones de tierra, de basura acumulada, de peligrosas varillas de hierro, de agujeros en el suelo. Uno piensa ¿pero quién planifica esto? ¿quién paga por el desastre ambiental e inseguridad?

 

Pero no es sólo Darién, no es sólo el transporte, es muchísimo más. Es...todo. He comprado varias veces tarjeta telefónica para hacer funcionar mi modem Claro -¡la mejor compañía de Latinoamérica!, según la proganda del monopolio mexicano del señor Slim- En más de la mitad de las ocasiones el modem me ha funcionado unas horas y luego ha dejado de funcionar. He perdido mis diez días de internet. Intento resolverlo pro teléfono desde Darién. Después de horas de intentos de comunicación telefónica, al final lo logro y lo único que consigo es pelearme po teléfono con la empleada quien me dice, como solución, que vaya a las oficinas centrales de Panamá (!!!). Resultado: ya por dos veces he dado por perdidos mis 5 dólares.

 

Todos estos robos y muchos atropellos más, son a pequeña escala. Es la escala cotidiana. Es la gota malaya del día a día. Es lo que tiene a la mayoría bajo una situación de stress o de indiferencia, de resignación. ¿Tienen alguna conexión con la forma de gobernar de este país? Lo veremos.

 

Alfons Bech

6 de Julio 2014



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Alfons Bech

Militante obrero, y revolucionario marxista. Miembro de de la CCOO, la federación sindical más grande de España. Activista político de L?Aurora y EUiA.

 albech12@gmail.com      @alfonsbech

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