Se van… se van los Yankees de Irak y de…

El presidente Obama anunció la salida de las tropas de Estados Unidos de Irak y ya comenzaron el regreso a casa, donde espera a muchos de esos soldados el desarrollo de traumas sicológicos aunque habrá mucha alegría en sus familiares por tenerlos de nuevo entre sus brazos y abrazos. Regresan, muchos, convencidos que no lograron el objetivo que tenía propuesto el gobierno estadounidense que los envió a combatir y matarse con un pueblo que no sólo no le ha hecho un solo mal a la sociedad estadounidense sino, más bien, le ha exportado petróleo en cantidades incontables y cuantiosas. Regresan, muchos, con dolores sentimentales irreparables, porque mientras ellos fueron obligados a invadir y hacer una guerra bajo banderas de lucha contra el terrorismo y por la democracia, saben que cometieron crímenes de terrorismo de Estado defendiendo los intereses de los grandes amos del capital financiero y centenares de sus compañeros murieron dejando a sus sobrevivientes siendo los mismos explotados y oprimidos de siempre. Regresan, tal vez unos pocos, a eyacular con sus crónicas y cuentos de súper héroes creyendo que derrotaron y sometieron a los designios del imperialismo estadounidense a todo un pueblo árabe. Regresan los reverendos o sacerdotes que le echaron diariamente la bendición, en nombre de Dios, al mercenario para limpiarle de manchas oscuras los caminos al Cielo; Regresan, quizá unos pocos, convencidos que son un ejército inderrotable y que el cine se encargará de publicitarlo con sus películas de ficción ganando el oscar por montón. En fin: regresan las tropas y mandos del ejército de Estados Unidos no sólo con los crespos hechos sino con las manos atadas y comprometidas en horrendos genocidios, en atroces crímenes de lesa humanidad. Sólo se salvan de ello aquellos soldados y mandos estadounidenses que denunciaron lo injusto de la guerra de Estados Unidos y sus aliados contra el pueblo iraquí. La misma suerte correrán las tropas invasoras que tendrán, de manera inevitable, que abandonar Afghanistán.

El imperialismo ha vuelto a demostrar que aun cuando haga uso de todo su poderío bélico, de la inversión de cuantiosos recursos económicos y solidaridad de aliados de algunos gobiernos epígonos para realizar sus guerras de expansionismo y reparto del mundo, jamás podrá vencer la resistencia de un pueblo decidido a expulsar, con armas en manos y bien organizado, a los impostores. Si unas pocas décadas fueron suficientes para que olvidaran la experiencia de Viet-nam, con lo sucedido en Irak vivirán un largo dolor de cabeza que les afectará el sistema nervioso y neuronas importantes del cerebro. Pero, es la verdad suprema de las verdades, no dejarán de hacer nuevas guerras imperialistas, porque sin éstas pierde toda su capacidad y fuerza de dominación de los mercados económicos. Los pueblos del mundo, uno a uno o de varios en varios, irán despertando para luchar y conquistar lo que les resulta más sagrado: su emancipación total.

Abandonan las tropas del imperialismo el suelo iraquí. No lograron (porque no pudieron) aplastar y derrotar a la insurgencia iraquí. Mataron miles y miles de personas, pero jamás obtuvieron la rendición del pueblo iraquí. Cometieron muchas expresiones de crueldad y atrocidad y no lograron resignar al pueblo iraquí a los postulados del poder imperialista. Sin embargo, sería opinión de inocentes o de ciegos sectarios del optimismo creer que el imperialismo estadounidense se retiró en plena bancarrota, derrotado por completo. No, no es así. Dejaron tejida una red de epígonos, un gobierno que mientras no sea depuesto será fiel servidor de la Casa Blanca. Pero, lo más importante para el imperialismo estadounidense, es que seguirá recibiendo petróleo desde Irak vigilado desde sus bases militares en el Medio Oriente, con Estados árabes que sólo actúan cuando la cabeza del amo foráneo se los ordena y con un Estado sionista listo para ser uno de sus mejores guardianes.

Para retirarse el imperialismo estadounidense de Irak ha utilizado, con otras palabras, el mismo argumento de Poncio Pilatos para lavarse las manos y pretender que no queden manchadas de oprobio en los horrendos crímenes de lesa humanidad que cometió. Miles de miles de iraquíes asesinados injustificablemente; cinco mil soldados estadounidenses murieron injustificablemente haciendo una guerra contra un pueblo que nada malo le estaba haciendo; toda una historia de cultura y arte del pasado fue convertida en escombros de manera injustificable para tratar de dejar sin memoria el presente y el futuro del pueblo iraquí. El imperialismo sabía que Sadam Hussein, como lo sabe en relación con el presidente actual de Irak, era garantía de recibir diariamente su importante cuota de petróleo iraquí y tener puertas abiertas para la inversión de capital imperialista siendo enemigo del socialismo. Dejan más de cincuenta mil soldados bajo el argumento de entrenar a fuerzas militares de Irak para que asuman la vigilancia y control del orden público. Olvidan que durante una década de invasión no lo pudieron lograr con más de doscientos mil soldados estadounidenses y miles de miles de sus aliados. Ridículo, sin duda alguna, el argumento. Muy pronto habrá nuevo gobierno en Irak, pero no dejará de asegurar la cuota de petróleo a Estados Unidos. Ojalá en esto último, nos equivoquemos y ni una gota más del metal negro iraquí vaya a Estados Unidos.

La elección de Obama, como presidente de Estados Unidos y por el simple hecho de ser de raza negra, trajo al aire y a la opinión pública mundial demasiadas esperanzas de una paz universal, de un respeto estricto del derecho a la autodeterminación de todos los pueblos del planeta, de que ya no volverían los marines a ser custodios y garantes de las inversiones económicas estadounidenses en el extranjero y, además, que el gobierno de Estados Unidos sería un pilar de hacer respetar aquellos cuatro elementos que invocó Franklin Délano Roosevelt: libertad de palabra, de cultos, vivir libres de miseria y libres de temor. Muy pocos en el planeta analizaron el discurso del señor Obama cuando asumió la presidencia de Estados Unidos. Allí dijo lo que tenía y convenía decir a quien asume tan alta responsabilidad política en la nación más poderosa y belicosa del mundo. Si hubiese dicho lo que no le gusta escuchar a los grandes amos del capital, lo más seguro es que ya Obama hubiera pasado a “mejor vida”.

Los presidentes de Estados Unidos que han sido asesinados de alguna manera tuvieron choques duros con los más poderosos e influyentes amos del capital sin que ello implicara una posición de radicalismo contra el capitalismo imperialista. De lo contrario, no hubieran sido asesinados. En el imperialismo es donde el egoísmo, impulsado por el dios-dinero, alcanza los extremos y por el dinero el imperialismo es capaz de acometer las peores atrocidades o tropelías contra el mundo entero. Concebir la fase de existencia del imperialismo, y mucho menos en lo que se denomina globalización, sin guerras es tan semejante a concebir un mundo donde no existan las clases sociales pero sin que las personas vivan sus fantasías, desarrollen su imaginación, dejen de pensar en sus sueños, que los niños dejen de hacer travesuras, y sin seres en edad senil que dejen de volver a los recuerdos de la infancia.

Cuando se nos dice que Obama puede evitar las guerras, se está diciendo una verdad a medias cosa que viene resultando una mentira demasiado peligrosa. Obama no tiene ni la potestad de un Dios sobrenatural ni tampoco posee la voluntad suficiente para decidir el destino del mundo. El, como Presidente de Estados Unidos, se sujeta a los intereses económicos del imperialismo que son, al fin y al cabo, los que le moldean su conducta. De otra manera, no hubiese llegado a ser tal. Los que nos venden esa idea pacifista y filantrópica de ver las realidades del mundo y no entender las contradicciones antagónicas del mismo, nada nos dicen que las fuerzas militares estadounidenses se retiran de Irak pero no del planeta Tierra; que siguen siendo centenares las bases militares repartidas por regiones y, además, imponiendo el terror para que los designios del imperialismo estén garantizados. ¿Cómo creer entonces que el máximo vocero político del imperialismo puede ser garantía de evitar las guerras imperialistas?

El imperialismo estadounidense tiene la vista puesta no en entablar una guerra con Irán o con Corea del Norte sino en bombardearlos buscando un escarmiento para asegurar la estabilidad de su dominio en toda la región del Medio Oriente. Realizar esos bombardeos manteniendo la guerra en Irak y en Afghanistán, al mismo tiempo, no le resultaría muy provechoso y, muy especialmente, en un momento en que a casi el mundo entero no le cae bien el estado israelita. Demás lo sabe el imperialismo que en Irak y en Afghanistán no existe posibilidad alguna inmediata de una revolución interna que se proponga el socialismo. En el mundo árabe o islámico, también está demás decirlo, existen demasiados obstáculos para una revolución proletaria. Las costumbres religiosas están como una muralla casi inexpugnable, en este momento, como para violentarlas con políticas que se supone son irreconciliables con los tabúes religiosos de toda índole.

Lo más preocupante, ¡ojo con esto!, es que el imperialismo debe tener tejido una acción para alguna nación latinoamericana que ponga fin, lo más inmediatamente posible, al auge de la idea de la integración de naciones de América Latina con espíritu antiimperialista y simpatías por el socialismo. Pensamos sin ser astrólogos ni pitonisos, que están esperando el resultado de la próxima elección presidencial en Brasil, debido a la influencia y lazos de cooperación que esa gran nación posee, fundamentalmente, con los países suramericanos. Y sería una reacción ilusa pensar que el presidente Obama no esté al tanto de esa política. Como existe un dicho que dice que guerra avisada no mata soldado, es imprescindible prepararse para las respuestas necesarias. Es todo.



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El Pueblo Avanza (EPA)


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