Especial sobre resultado electoral de 8-D

Nuestra reflexión epana sobre el resultado electoral del 8-D

Para que no exista ninguna duda de la seriedad, la responsabilidad y espíritu de autocrítica que le hemos imprimido a nuestra reflexión sobre las elecciones municipales del 8-D, comenzamos reconociendo nuestro profundo fracaso, nuestra inobjetable y aplastante derrota que padecimos (como EPA) en el estado Lara, donde se encuentra el grueso de la organización y, tal vez, sus cuadros políticos e ideológicos más curtidos. No vamos a destacar cada uno de los elementos que nos llevaron al fracaso y la derrota en esta oportunidad. No, pero sí tenemos que reconocer –por ejemplo- que el júbilo por haber triunfado, hace poco, en un referéndum estudiantil en la UPTAEB de Barquisimeto nos cegó, nos obnubiló la mente, nos hizo dar la espalda a las realidades de la campaña electoral en el estado Lara y nos envolvió en una especie de delirium que nos llenó tanto de optimismo en la victoria de los candidatos que apoyamos para el proceso electoral del 8-D que terminamos sentándonos en las puertas de nuestros hogares a esperar que pasaran en las urnas o féretros los cadáveres de los candidatos de la MUD… Y no nos dimos cuenta que los sepultados éramos nosotros mismos. Eso, repetimos, sólo se corresponde a Lara. No hemos buscado absolutamente en otras organizaciones las culpas de nuestro fracaso o derrota. Es nuestra propia responsabilidad y, especialmente, de nuestro Consejo Mayor, aunque para ser justos hay que reconocer y felicitar a los militantes del EPA en Anzoátegui (municipio Morán del estado Lara) por haber hecho un trabajo político extraordinario lo que les fue premiado con incrementar de 52 votos en la elección del 16 de abril a 190 votos en el proceso electoral del 8-D. 

Ahora pasemos a nuestra reflexión sobre el resultado electoral en todo el país, que es mucho más importante que una determinada región o estado.

No es el factor primordial, para un análisis o reflexión electoral en Venezuela, comparar los resultados del 14 de abril con los del 8-D y sacar como conclusión que el camarada Maduro obtuvo un 1,5% de ventaja sobre Capriles en la primera y en la segunda logró un 6,5% de diferencia a su favor. Las revoluciones que se miden todo el tiempo por la figura de su líder principal terminan creando un culto a la personalidad que merma el papel protagónico de las masas y de sus organismos políticos y gremiales esenciales. Eso no es lo fundamental si analizamos o reflexionamos sobre las elecciones del 8-D desde el punto de vista del Proyecto o Programa de Revolución y de Socialismo que ha ofrecido el Proceso Bolivariano cuando el camarada Chávez fue Presidente y ahora el camarada Maduro como su sustituto, luego del fallecimiento del primero. Y nosotros creemos, aunque muchos o pocos puedan alegar que estemos errados, que ese es el lente primordial para analizar o reflexionar sobre resultados electorales en la actualidad desde el punto de vista de la izquierda política.

Nosotros, además de nuestras propias visiones, incorporamos a nuestro análisis para evaluarlo el documento publicado en aporrea por el camarada Javier Biardeau, el cual nos pareció importantísimo e indispensable de valorar para un análisis sobre el resultado electoral del 8-D. Sin duda, en una elección quien saque más votos es el ganador. Y es justo reconocer que en la mayoría de las alcaldías del país (255), el proceso bolivariano fue el vencedor. Incluso, lo más importante para nosotros, es que en la suma de los votos globales el proceso bolivariano resultó victorioso con 5.111.336 votos (49%) y la oposición terminó con 4.435.097 votos (44%). Ese es el resultado del, por lo menos, 58% de la población que cumplió con su deber de votar mientras que un 42% de abstuvo.

Nosotros hemos dicho, en anteriores oportunidades, que las alcaldías son las instituciones del Estado que más cerca están de las comunidades y, además, que un Proyecto o Programa de Gobierno Nacional depende, en mucho, del trabajo que realicen los alcaldes en función de una determinada línea política nacional. Si nosotros analizamos el resultado global de las elecciones del 8-D desde el punto de vista de victoria o derrota, terminaríamos concluyendo que el proceso bolivariano ganó y no hay más nada que decir sino celebrar y celebrar hasta el cansancio en que ya se haga necesario reposar. Pero eso sería demasiado insuficiente si queremos ser sinceros, honestos y objetivos en el análisis y en la conclusión. Para ese análisis y esa conclusión, aunque nadie nos crea, nosotros le metemos la lupa de la doctrina marxista como guía para que nos resguarde de emociones, de elucubraciones o especulaciones que nos hagan desfigurar la esencia del análisis o de la reflexión.

Nosotros decidimos, creemos sea lo correcto, que debe medirse el resultado electoral del 8-D ligándolo –lo repetimos- o vinculándolo al Proyecto o Programa socioeconómico que ha asumido el proceso bolivariano desde que se declaró socialista. Si no lo hacemos así, pensamos que no valdría la pena invertir tiempo que no nos lleve al punto neurálgico de un análisis. De allí que, para nosotros, sea vital tomar en consideración el porcentaje global de votos obtenido por el proceso bolivariano (49%) y logrado por la oposición (44%) y no el número de alcaldías ganadas pero, además, el porcentaje de la abstención (42%) sin el cual todo análisis sería cojo. Para una nación donde los revolucionarios que promueven el socialismo tienen en sus manos el poder del Estado esos porcentajes no determinan una marcada diferencia que lleve a la conclusión de que la Revolución o el Socialismo se están imponiendo sin poderosos obstáculos sociales en la vía. Más bien, son semejantes aunque mucho nos duela aceptarlo. Si lo negamos, a nuestro juicio, sólo estaremos mirando hacia el pasado pero dejaremos de ver hacia el futuro colocando la cabeza hacia abajo para no mirar o ver las realidades del presente. Por eso, para nosotros, la euforia desmedida y los discursos emocionados por el triunfalismo de lo inmediato no contribuyen para el análisis que va desde el fondo del pozo hasta la superficie del mismo y sus alrededores.

Si nosotros, por ejemplo, nos conformásemos con decir, llenos de alegría incontrolada, que arrasamos en la aplastante mayoría de las alcaldías y que eso viste de rojo rojito casi todo el país, seguro, terminaríamos siendo indiferentes a la otra cara de la moneda, a esa que resulta objetiva pero que nos negamos a ver: el porcentaje real de oposición donde ciertamente el proceso bolivariano ganó alcaldías. Pero si nosotros decimos, con alegría moderada, que en los municipios donde ganamos las alcaldías el mayor porcentaje de aquellos se tiñó de rojo rojito y que otra –incluso significativa- quedó teñida de azul y que es necesario establecer políticas acertadas para desteñirlo y que se pinte de rojo rojito, estaremos dando en el clavo. Y donde ganó la oposición, debemos reconocerlo (incluyendo ciudades de importancia capital para una revolución), la mayoría de esos municipios son más azul que rojo rojito, lo cual obliga al Gobierno Nacional a la implementación de políticas globales que permitan ir destiñéndolo y pintándolo de rojo rojito si se pretende que la revolución avance y no se estanque o siga retrocediendo si la oposición continúa ganándolos pero elevando su votación. Ni el proceso bolivariano ni la oposición –debe reconocerse para ser realista en la política- está en la potestad de decir: tenemos demasiado pueblo a nuestro lado para implementar las políticas que queramos sin tomar en cuenta a los adversarios. Y si alguien, en sus análisis y en sus políticas, toma en alta consideración la correlación de fuerzas es una revolución socialista.

En la política es de vital importancia no sobrestimar las fuerzas propias ni subestimar a las del adversario si queremos hacer análisis correctos y llegar a conclusiones correctas. Si nosotros, por ejemplo, nos dejásemos llevar por lo fantasioso y sentimental de un criterio personalista como resultó el expuesto por el camarada Winston Vallenilla al reconocer su derrota (creyendo que la población de Baruta sentía luto por el abrumador triunfo –casi el 80%- del candidato opositor Gerardo Blade), terminaríamos –sin faltarle el respeto ni burlarse del camarada Vallenilla- haciendo exactamente lo que hace el avestruz: meter la cabeza entre las piernas para no saber absolutamente nada de lo que acontece a su alrededor. No, en la política y aunque no nos agrade, hay que guiarse por eso de al César lo que es del César pero al pueblo lo que es del pueblo. Sólo en la fase comunista propiamente dicha reinará eso de “Todo para la humanidad y cero privilegios especiales para los César, salvo que sean niños”. Si nos dejáramos influenciar por la encuestadora Hinterlaces, esa del señor  Schemel quien con un simplismo increíble nos dice que el “… gran derrotado fue Henrique Capriles…” y hace algunas alabanzas al camarada Maduro, terminaríamos poniéndonos una venda en los ojos, tapándonos los oídos y dejando a la intemperie los deberes del proceso revolucionario y, muy especialmente, nos llevaría a desechar cualquier rectificación que sea necesaria para avanzar en los logros socioeconómicos que se merece el pueblo venezolano. Las revoluciones socialistas en el poder no necesitan de encuestadoras sino de ese contacto directo y constante con las masas y de la aplicación –especialmente- de políticas económicas que les incrementen sus beneficios sociales, porque son –en definitiva- las que dicen si una política aplicada por el Gobierno es satisfactoria o no para el pueblo.

Pero, igualmente, si nosotros –por emoción y euforia- decimos que la victoria del chavismo en las elecciones del 8-D es la veracidad incuestionable de que el proceso bolivariano o el socialismo sigue avanzando con más fuerza que antes o que nunca, caeríamos en un optimismo que no nos permitiría objetividad integral y aceptación de que –por lo contrario- tenemos un poderoso enemigo interno –que perdiendo globalmente las elecciones nos ha quitado algunas importantes alcaldías aunque otras haya perdido- que se nos convierte en serio obstáculo político y social para el avance del proceso bolivariano. Y, además, que es imprescindible establecer políticas que reduzcan el porcentaje de enemigos del socialismo pero atrayéndolo hacia el campo revolucionario y no dejando que se vuelva abstencionista.

Si bien reconocemos el triunfo global del proceso bolivariano y su mayor porcentaje en la votación a nivel nacional, igualmente, debemos reconocer que disminuyó el número de alcaldías poseídas (265) en relación con las conquistadas (242) en el proceso electoral municipal pasado y la oposición lo incrementó (75). Algo parecido se repitió en el proceso electoral del 8-D, pero a la inversa,  en relación con el proceso electoral pasado que eligió a los diputados a la Asamblea Nacional, donde el proceso bolivariano con menor porcentaje de votos nacionalmente obtuvo mayor cantidad de diputados. Esas son cosas de la política. Unas veces a favor y otras en contra. Pero si nosotros limitamos nuestro análisis a buscarle la culpa a esa realidad en que en varios municipios el proceso bolivariano fue dividido y por eso perdió, dejaríamos de reconocer que en la política y, especialmente, en los partidos políticos o en los bloques políticos (caso Gran Polo Patriótico o la misma MUD) existen contradicciones, que unas se van superando y otras agravando, que unas no dividen o fracturan y otras se vuelven irreconciliables y dividen y fracturan, que unas se extinguen y otras nacen. Nada en este mundo camina sin contradicciones. Debe reconocerse que ya existen contradicciones entre fuerzas políticas del proceso bolivariano que se han vuelto irreconciliables –especialmente- con el PSUV, partido mayoritario y más influyente del mismo. Pues, toca a los camaradas del PSUV (especialmente su alta dirección) hacer una verdadera reflexión sobre esa materia para que contribuya a la superación de contradicciones que si no se les pone fin satisfactoriamente, afectarán considerablemente nuevos procesos electorales –en general- y al proceso bolivariano –en lo particular-. La MUD misma busca culpabilidad en pérdidas de algunas alcaldías que tenían en haber ido divididos. Si la MUD no hace análisis políticos correctos y no llega a conclusiones políticas correctas es muchísimo mejor para el proceso bolivariano y no debemos nosotros –no es nuestra misión- salir a explicarles la forma de cómo hacer sus análisis correctos para llegar a sus conclusiones correctas.

En un país donde las fuerzas políticas que están con el socialismo tengan el poder político no valdría la pena sustentar un verdadero análisis político –por lo menos marxista- pegando saltos al Cielo, derrochando alegría y felicidad, sosteniendo que el haber ganado la mayoría de las alcaldías y haber obtenido un 49% de los votos ante un 44% del enemigo y un 42% de abstención es un triunfo revolucionario que demuestra que la revolución es indetenible y que cada día se afianza más en el pueblo. Eso, no es correcto. Así lo creemos aunque el mundo entero se una para decirnos que estamos errados. Nosotros preferimos decir que ganamos sin que todavía la aplastante mayoría del pueblo se haga eco de nuestros postulados; que la ventaja no es para creernos invencibles; que la victoria hay que saberla administrar; que la diferencia nos hace llamado a rectificar donde todavía no hemos querido aceptar o no hemos podido darnos cuenta que estamos errando; que el rechazo de un 44% a las políticas del proceso bolivariano nos indica que debemos prestarle atención y también laborar revolucionariamente para ese enorme conglomerado de pueblo que sigue apoyando las políticas o proposiciones de la burguesía venezolana y sus partidos políticos; que el triunfo con una diferencia de 5, 6 ó 7% nos dice en nuestra propia cara que debemos reconocer a los adversarios que ganaron alcaldías y que el Estado o el Gobierno tiene la obligación de inmiscuirse en las políticas municipales sin negarle los derechos y deberes a los opositores; que ese 42% que se abstuvo nos demuestra que las políticas revolucionarias del Gobierno no han calado en el corazón ni en la conciencia de, por lo menos, 4 millones de venezolanos y venezolanas para que dejen de ser indiferentes –por ahora- al destino de la nación pero que no sabemos con exactitud qué inclinación tomará la mayoría de ese 42% en determinadas condiciones en que decida activar en la política o en un proceso electoral.

Creemos, igualmente y ojalá el camarada Presidente nos entienda y no reaccione contra nosotros descalificándonos porque sólo queremos –de verdad verdad- que su Gobierno se afiance y se consolide cada día más con mayor porcentaje de pueblo, que por la euforia y la emoción de un triunfo electoral que no resulta evidentemente mayoritario de forma aplastante, se tomen decisiones que en vez de ayudar al proceso bolivariano le hacen daño. Podemos decir, no nos guillotinen por ello sin antes reflexionar seriamente sobre el contenido de nuestra reflexión y de la misma realidad política del país, que el haber nombrado al camarada Ernesto Villegas como Ministro de Estado para la transformación de Caracas y al Potro Alvarez como “Protector de Petare” es un gravísimo error político; es –en la práctica- desconocer el triunfo del señor Ledezma como Alcalde Mayor y del señor Ocariz como Alcalde del Municipio Sucre; es desconocer la voluntad de más de 750 mil votantes que lo hicieron por Ledezma y entre los cuales están los que sufragaron por Ocariz; es despojar de potestades a dos Alcaldes elegidos por la mayoría de los votantes en sus regiones; es como no reconocer la realidad objetiva de la llamada gran Caracas y no aceptar la legitimidad de un proceso electoral; es como pasar por encima de la voluntad de la mayoría. Y eso, en política, traerá consecuencias negativas para el proceso bolivariano que pagaremos en próximas elecciones y ojalá nos equivoquemos y no sea así. Incluso, la transformación de Caracas no es exclusividad de un Alcalde Mayor, porque un Gobierno Nacional tiene potestad para elaborar políticas que permitan ir transformando la capital del país y eso se puede hacer desde el Consejo de Ministros. Sería una política catastrófica que un Alcalde se oponga a las mejoras de sus comunidades venidas desde el Gobierno Nacional o regional. Otro gravísimo error, a nuestro juicio, lo hemos percibido en el estado Lara cuando el Concejo Municipal despojó de patrimonios municipales a la Alcaldía del Municipio Iribarren por el simple hecho de haber ganado el opositor Alfredo Ramos. Lo hicieron sin pensar en esa mayoría que votó por el opositor y no por nuestro candidato pero, igualmente, lo hicieron sin pensar en el daño que le hacen al proceso bolivariano en un estado mayoritariamente adverso. Lo mismo se ha hecho en Valencia. ¿Qué nos digan cuánto se gana políticamente con ese género de medidas de espalda a la voluntad de la mayoría de la población de un Municipio que vota por un candidato que no es del proceso bolivariano? ¿Qué haría el Gobierno Nacional o uno regional del proceso bolivariano si un Concejo Municipal dominado por la MUD decidiera privatizar patrimonios que son del Municipio? No digan, por favor, que el EPA está con la derecha. No, eso nunca pero, simplemente, creemos que son desaciertos que no deberían cometerse y, mucho menos, cuando se tiene experiencia sobre esas políticas que se aplican despreciando o no tomando en cuenta las victorias de los adversarios y, especialmente, donde la ventaja en la correlación de fuerzas no nos autoriza a decir que estamos sobrados y nada obstaculiza el camino hacia el socialismo. No vivimos en una nación como Cuba o Vietnam donde la inmensa o aplastante mayoría de sus poblaciones están con la Revolución.

Por lo demás, nosotros no nos equivocamos en los análisis que hacíamos en el período postelectoral, salvo en el Municipio Morán del estado Lara donde erramos de pies a cabeza no en la elección del candidato sino en las perspectivas de la victoria y recibimos nuestro merecido por ello. Decíamos que aunque sacáramos mayor votación que la MUD nacionalmente, perderíamos unas cuantas de las más importantes alcaldías del país, tales como: la Alcaldía Mayor de Caracas, Maracaibo, Valencia, Barquisimeto, San Cristóbal, Mérida, Barinas, Maturín, Valera, Pampatar, aunque nos equivocamos –gracias a Dios y todos los santos- en relación con Ciudad Bolívar, Puerto la Cruz, Puerto Ordaz y Barcelona. Incluso, teníamos la convicción –deseando errar- que el proceso bolivariano ganaría menos alcaldías que en el proceso electoral de 2008 y que la oposición incrementaría su número de alcaldías.

Nosotros, en nuestras relaciones políticas con otras organizaciones y con el Gobierno, no tenemos ninguna instancia en donde podamos expresar nuestras opiniones, exponer nuestros análisis, decirles nuestras conclusiones. Recurrimos a aporrea por ser el medio de comunicación que defendiendo los intereses del proceso bolivariano –creemos- es tomado en consideración por instituciones y líderes del mismo y, también, lo hacemos a través de nuestro periódico “Redención”, que reconocemos es de circulación muy limitada en comparación con las exigencias de la lucha política en Venezuela. Ojalá, lo deseamos de alma y corazón, los lectores que lean nuestra reflexión la interpreten como un aporte para la superación, para el avance del proceso bolivariano y no como una opinión desmeritada de toda objetividad.

Nota de aclaratoria: esta reflexión fue hecha el 14 de diciembre y por buscar consenso en todos los organismos del EPA es que la publicamos con cierto retardo. No se había dado la reunión entre el camarada Maduro y los alcaldes de la Oposición. Sin embargo, consideramos ni agregarle ni quitarle, porque sencillamente es una propuesta para la reflexión que toca elementos que no estuvieron presentes -así lo creemos- en otros interesantísimos análisis postelectoral.



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El Pueblo Avanza (EPA)


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