Se las comió Uribe: con la operación camaleón

No existe duda alguna que el presidente Uribe es un político para hacer guerra, aunque nada conozca de las tácticas del arte militar, pero sí sabe que los dos principios fundamentales de aquella son: 1.- aniquilar las fuerzas contrarias conservando las fuerzas propias; y 2.- un bando debe estar a la ofensiva para que el otro se mantenga a la defensiva. ¡He allí una prueba que la política dirige y la ideología espera! El presidente Uribe, contrario a los que algunos puedan pensar, no cambia de política como cambia el camaleón de color. Lo que sucede es que como la selva, generalmente, es verde, el ejército se viste del mismo color para tratar de que exista confusión donde vive estable o en movimiento una insurgencia que, igualmente, utiliza el verde para sus uniformes militares. Tal vez, por ello, fue que le pusieron a la operación que rescató a un general, un coronel, un teniente coronel y un sargento primero: camaleón.

El trofeo más deseado por el presidente Uribe, para entregar su mandato a su mejor discípulo, Juan Manuel Santos, es que le traigan ante sus ojos al comandante Alfonso Cano muerto o esposado con las manos hacia atrás. Si lo lograse y quieran la naturaleza colombiana y las FARC no se produzcan ese resultado, ¿quién sabe cuántos años estaría riéndose a carcajadas de las FARC? Y ese objetivo será una prioridad para el próximo presidente: Juan Manuel Santos, porque lo que logre éste será, en primera instancia, una conquista del expresidentes Uribe. Entonces: a Uribe lo que es de Uribe y lo que será también bastante de Santos.

Lo otro que no tiene duda, quiérase o no reconocerlo, es que el ejército colombiano tiene capacidad de combate y goza de un excelente servicio de información o inteligencia, independiente de las cuantiosas sumas de millones y millones de pesos que paga en recompensas por datos sobre paraderos de los jefes insurgentes. Casi medio siglo peleando produce, de una u otra forma, enseñanzas, conocimientos y experiencias de combate, es decir, dominio del arte militar. Y eso vale, igualmente, para todos los bandos que estén en conflicto político armado.¿Acaso el mono Jojoy no ha llegado a ser, tal vez no tanto como el extinto comandante Manual Marulanda (Tiro Fijo), un verdadero experto en dominio del arte militar?

La operación que trajo consigo el rescate de un general, un coronel, un teniente coronel y un sargento primero es, por donde se le mire, atrevida, audaz, bien planificada y bien orientada, haya sido con tiros o haya sido por haberse ganado a personal de la insurgencia o de otra naturaleza para tener conocimiento exacto de terreno y lugar donde estaban ubicados los insurgentes y los rehenes. Esto último forma parte de los servicios de inteligencia y contrainteligencia o de información y contrainformación.

Mendieta es general por ascensos en cautiverio desde teniente coronel, mientras que Murillo es teniente coronel desde capitán. Del sargento primero Delgado no se ha dicho si logró ese ascenso estando como prisionero de guerra o ya lo era cuando lo capturaron. No discutamos el mérito de la operación y, mucho menos, el festejo del gobierno colombiano y, muchísimo menos, de los familiares y amigos de los rescatados. Si no lo hicieren, demostrarían demasiada indiferencia política del Estado hacia los retenidos, por un lado, y, por el otro, carencia de sentimientos de las familias y de sus amistades más allegadas.

Lo que nos parece insensato no sólo del gobierno sino de los medios de comunicación colombianos es que la algarabía de alegría la concentraron, casi en un cien por ciento, por la libertad del general Mendieta, del coronel Donato y del teniente coronel Murillo. El presidente Uribe habló, desde un acto trasmitido por televisión, con la esposa del general y la del teniente coronel (aún no se sabía casi nada del coronel Donato, porque andaba perdido) , pero de su boca no se escuchó el nombre o el apellido del sargento Delgado cuando anunció, más alegre que niño con juguete caro, el rescate. Igual lo hizo el seguro próximo presidente de Colombia, Juan Manuel Santos. Este, además, anunció con bombos y platillos que nunca se abandonará la política del rescate militar y que el canje humanitario es una farsa de la insurgencia. Bueno, con Santos se prolongará la guerra para rato en Colombia. El otro candidato, a la presidencia colombiana, Mockus, emocionado por la liberación de los detenidos y nadie debe criticarlo por ello, solicitó que todos los que habían criticado al presidente Uribe por su política de rescate militar de los rehenes de guerra, deben cambiar de opinión y hacerle un monumento de felicitación que lo recuerde la historia siempre por su espíritu guerrerista.

Para la oligarquía económica de un país, para los personeros que gobiernan políticamente en función de los sagrados intereses de la anterior y para los ejércitos burgueses, lo más importante, lo que tiene mayor valor, son los altos oficiales y no los soldados y suboficiales. Un general y su estado mayor de una Brigada o una División, por ejemplo, valen más que todos los soldados y todos los suboficiales de las mismas. El trato o el juzgamiento de las personalidades, en los ejércitos burgueses, es vertical y jamás horizontal. Quienes hayan leído algo de los libros escritos por el genio de la guerra Nguyen Giap, pueden darse cuenta de la enorme y antagónica diferencia no sólo de personalidades sino de las relaciones de trato humano entre los integrantes de un ejército del pueblo y un ejército burgués. Los comuneros de París (1871) respetaron la integridad del ejército burgués de Francia; trataron a sus miembros con pétalos de rosas y les demostraron todo el humanismo que llevan por dentro los proletarios en su corazón cuando quieren cambiar el mundo para que impere la justicia y la libertad y no la injusticia y la opresión. Sin embargo, el señor Thier y sus bandas militares que defendían los sagrados intereses de la burguesía, se aprovecharon de las bondades de los proletarios y de sus inexperiencias o falta de conocimientos de cómo adelantar y armonizar las victorias de una revolución proletaria. La historia, por demás, ya se conoce: derrotados los comuneros fueron, muchos, terriblemente masacrados en las alcantarillas y calles de París y, otro tanto, juzgados por tribunales burgueses donde quien más dictó órdenes de fusilamiento fue un juez que comprobadamente padecía de serios trastornos mentales.

El festejo del gobierno, no es realmente de carácter humanitario, sino político, para convencer a la sociedad colombiana que la solución del conflicto político es con más guerra sin dar apertura a diálogos entre las partes. Los generales, en cambio, festejan, por encima de la libertad de los rehenes, lo que para ellos es una gran victoria militar: haber penetrado la selva un número considerable de mandos y soldados (según dicen: trescientos hombres) sin ser, aparentemente, detectados, tomar el campamento y llevarse consigo, sin ninguna baja en sus filas, a tres rehenes, porque el cuarto (el coronel Donato) se encontraba perdido y, a través de luces de bengala, logró dar con el paradero del ejército y salir del meollo sano y salvo.

El propio general, Oscar González, que dirigió la operación camaleón, al entrevistarlo los medios de comunicación, no sabía si se habían producido tiros, si había muertos o no como producto de la acción de rescate. ¡Realmente, es una cosa demasiado extraña en la guerra, por lo menos, colombiana! Ya se sabe la historia verdadera del rescate de Ingrid y sus compañeros en cautiverio, lo cual constituyó un éxito de la inteligencia y contrainteligencia del Estado colombiano al ganarse a mandos del grupo que custodiaba a los rehenes. La operación Fénix, aunque el gobierno colombiano no lo haya reconocido, llevada a cabo violando el territorio ecuatoriano no dejó duda de que, por lo menos, casi todos los insurgentes que andaban con el comandante Raúl Reyes murieron rematados y no en combate. Y si en esta operación Camaleón el propio comandante que la dirigió desconocía cómo se hizo en el propio teatro de los acontecimientos, estamos frente a elementos demasiados sospechosos, dudosos que sólo las FARC y, especialmente, los guerrilleros y mandos que tenían bajo su responsabilidad la custodia de los cuatro rehenes de guerra liberados, pueden aclarar la situación para beneficio de la historia de la lucha de clases, en general, y de la lucha de las FARC, en lo particular, en Colombia.

De entrada, mera especulación, pareciera que la guerrilla no quiso presentar combate, por una u otra razón, que no conocemos. No siempre el conocimiento y dominio del terreno es el factor primordial para presentar un combate o una batalla. La desproporción de las fuerzas y el uso de poderosas armas más la intervención de aparatos aéreos puede determinar, en un momento específico, la decisión del bando menos favorecido a rehuir el combate. Y eso es una victoria en vez de una derrota. Ahora, que el ejército colombiano haya rescatado a los rehenes es, sin duda alguna, un éxito incuestionable. No es fácil mover una cantidad de personal armado, como el señalado por los voceros militares, en la selva donde tradicionalmente la insurgencia se desplaza como pez en el agua y hasta ha producido reveses a sus adversarios con mucho menor número de fuerzas valiéndose de la inteligencia y la sorpresa Sin embargo, el general Mendieta sostiene que el rescate fue a base de plomo y lanzamientos de granadas y que el factor sorpresa hizo que los guerrilleros salieran en desbandada sin darles oportunidad a que ajusticiaran a los rehenes. Además, el presidente Uribe, en un acto de sublimación del festejo sacándole provecho al rescate y preparando las condiciones para volver a la Casa de Nariño dentro de cuatro años, anunció que la insurgencia no escuchó, en esta oportunidad, el sonido de los helicópteros y de ser eso verdad, allí está el elemento principal de la sorpresa a favor del ejército colombiano. Y eso es alta tecnología, y éste factor es decisivo para la aplicación de la táctica militar. Lo extraño, cosa realmente extraña, es que sea un capitán quien haya dirigido a los supuestos trescientos hombres en el real teatro del acontecimiento del rescate. Mucho personal para ese grado militar, aunque se dice que fueron los mismos hombres que actuaron en la masacre de Ecuador. No siempre el vencedor narra la historia sobre la base de las realidades verdaderas. La desinformación, la mentira y el engaño, desde hace muchas décadas, viene siendo un principio rector para la escritura de la historia del capitalismo. Vivimos en un mundo donde la cultura es de clase y donde se destacan las conveniencias que favorecen a las oligarquías y no a los pueblos. ¡He allí, entre otras cosas esenciales, la necesidad de una cultura universal, donde la verdad sea el pilar estratégico y táctico del conocimiento!

El general que, desde su cuartel, fue el responsable de la operación camaleón se invoca a Dios y a la virgen y a todos los santos milagrosos todos los días. Así lo dijo y agregó: “Dios aprieta, pero no ahorca”. El existe para todos. De esto ser así: ¿cómo se explica que una minoría de la sociedad sea realmente rica y privilegiada y la mayoría inmensamente pobre y sufrida? ¿De qué bando está Dios: con la minoría rica y privilegiada o con la mayoría pobre y sufrida? Tal vez, el general Oscar González tenga una respuesta salomónica que satisfaga a toda la sociedad colombiana.

El festejo de los militares será por largo rato. El coronel Donato, rescatado, cuando vio a su general González, le dijo: “Mi general: creía que el ejército colombiano era de los mejores del mundo, pero ahora creo que es el mejor del mundo”. Mejor que el estadounidense, mejor que el israelí, mejor que el ruso, mejor que el chino, mejor que el vietnamita que propinó una aplastante derrota a los ejércitos de Francia y de Estados Unidos más sus aliados en Viet-nam, mejor que el cubano que anduvo por el Africa derrotando poderosos ejércitos despóticos (incluyendo el de la Sudáfrica del Apartheid), mejor que el de Corea del Norte que –si por alguien no lo recuerda- casi le vuelve astillas al batallón Colombia que había ido hacer una guerra a favor de Estados Unidos en una región donde nada tenía que hacer o buscar. Sin desmeritar al ejército colombiano, lo dicho por el coronel Donato es más producto o exclusivamente –y eso lo disculpa- de la profunda emoción que lo embargó al ser liberado luego de casi doce años de cautiverio en la selva colombiana, pero jamás de la realidad verdadera.

Los medios de comunicación colombianos, enemigos acérrimos casi todos de la insurgencia, destacaron una consigna para celebrar también el triunfo por los rescatados: “Si eres libre grita” y pasaban un cintillo cuya única palabra era: “libres”, repetidas tantas veces que se hizo imposible contarlas. Bueno, tienen su derecho y su deber de festejar como les parezca en gana. Pero lo cierto, es que miles de colombianos y colombianas están, actualmente, bajo tierra y millones se hallan desplazados de sus hogares en Colombia por el simple hecho de ansiar la libertad. Tal vez, sea por ello que muchos afectados por las injusticias y crueldades del capitalismo no han podido gritar: libres.

Felicitamos, por lo demás, a Telesur por la objetividad y la prontitud con que trasmitió el suceso, lo cual viene a desmentir, una vez más, esa campaña tendenciosa que le acusa de que lo único que se ocupa es de resaltar y elogiar, sólo lo que hacen los gobiernos que le mantienen como un medio de comunicación internacional, que con sus verdades reduce el nivel o esfera de influencia en la población de aquellos poderosos medios de comunicación privados que tienen la mentira como su arma política e ideológica teórica, más importante, para tratar de engañar todo el tiempo a todos los pueblos.

Nos solidarizamos con aquellas organizaciones políticas y sociales y con las personalidades que si bien felicitaron a los rescatados, por la obtención de su libertad, siguen creyendo que debe buscar un diálogo político que produzca un resultado concordante que ponga fin al conflicto armado y político que vive Colombia hace casi medio siglo. Y, además, también nos solidarizamos con las opiniones que señalan que debe producirse un canje humanitario no sólo para que todos los rehenes en poder de la insurgencia vuelvan a sus hogares y se reencuentren con sus familiares sino, igualmente, que los presos políticos revolucionarios vuelvan a sus hogares y se reencuentren de manera permanente con sus familiares. Eso sí sería un paso serio hacia un verdadero diálogo que ponga sobre la mesa fórmulas que se traduzcan en búsqueda de una solución al conflicto armado y político que padece Colombia. Sin embargo, no nos hacemos ilusiones porque ya está dicha la línea política a seguir fervientemente por el nuevo gobierno que encabezará el oligarca Juan Manuel Santos: rescate militar y aniquilamiento de toda la insurgencia. Más cuesta prolongar el conflicto armado que buscarle una solución concertada mediante un diálogo sincero, objetivo y de cara a la sociedad colombiana, en primer lugar, y al mundo, en segunda instancia. Sólo el general Mendieta (rescatado) no ha mostrado intransigencia en la política militar contra la insurgencia al exponer, quizá por las vicisitudes que vivió en cautiverio y por una idónea comprensión de las realidades del conflicto armado y político, que debía dejarse una puerta abierta a la posibilidad del canje humanitario.

Para finalizar, existe un elemento que en cualquier análisis de un partido o movimiento de izquierda no debe faltar a la hora de analizar la realidad colombiana, guiándose por resultados electorales, es que de los quince (15) millones de personas que hicieron uso del voto en el proceso electoral de mayo, ¡sorprendente pero cierto!, el 90%, de una u otra manera, es adversa a las ideas de la izquierda colombiana, es decir, toda proposición fundamental del socialismo. ¡Ojo!: incluyendo a la mayoría de los que votaron en el exterior.

Nota: ya habíamos elaborado este documento cuando el gobierno reconoció o informó que la operación se hizo por los datos que unos exguerrilleros les dieron sobre la ubicación del campamento y la fuerza que custodiaba a los rehenes a cambio de dos mil quinientos millones de pesos. Sin embargo, antes habían dicho que la operación se basó en las informaciones de tres infiltrados del ejército en la guerrilla. Lanzan una bola y luego la cambian pero el objetivo es uno: lograr el mayor número de deserción posible en las filas de la insurgencia haciendo entender a los guerrilleros que no tienen ninguna posibilidad de vencer al ejército colombiano. Lo que no queda claro, con la experiencia de las FARC adquirida en la prolongada guerra que vive Colombia, es que desertando tres guerrilleros del grupo de custodia de tan importantes rehenes, no se hayan movilizado a otra zona. ¿Qué pensaría el ejército colombiano de eso antes de hacer público lo de los infiltrados o lo de los desertores?



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El Pueblo Avanza (EPA)


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