La ambición de poder

Es ampliamente conocida la estrecha relación que existe entre la ambición de poder de la burguesía y la psicopatía. En materia de política burguesa, es casi un hecho equivalente. Nadie ignora con cuánta frecuencia la gran tramoya de los hechos públicos han sido conducidos en los tiempos idos de la IV Republica por individuos, que como los funámbulos en la cuerda floja, atravesaron a todo lo ancho y largo nuestra Patria, balanceándose entre la anormalidad y la delincuencia. ¡Alerta pueblo! No podemos elegir a estos individuos para detentar puestos a la Asamblea Nacional, ni a ninguna otra institución pública de poder, estos funámbulos no son servidores públicos, sino servidores del imperialismo, el fascismo, el racismo y sus más oscuros intereses. No pueden considerarse ciudadanos de bien a quienes se dediquen a una profesión que exigen, para hacerlo constantemente, la manipulación, la rapiña, el fraude, la violencia, el asesinato y muchas otras condiciones que necesariamente les hacen unos delincuentes. Y acaso no sería demasiado decir que a esta categoría pertenecen hoy, casi sin excepción, los oligarcas, los políticos puntofijistas, los amos de los medios de comunicación oposicionistas, y los flabistanes con bozal de arepa, sus vasallos. La mayoría de los que por aquí pasan son de bajas pasiones, homicianos, y viciosos, de diversos vicios.

La posibilidad y capacidad de amar y respetar al pueblo es lo que los debilita; quien es capaz de amar está obligado a la renuncia. Se renuncia a la competencia y a la agresividad; se renuncia para no perderse la gratificación efectiva de sus semejantes. Por eso el hombre que ama al pueblo suele ser un hombre quieto o adaptado a su circunstancia, sea buena, simple o adversa. Los oposicionistas no aman sino el poder y el dinero ¿Qué clase de hombres pueden ser, aparte de mostrar extraordinaria habilidad en la dialéctica agresiva?, son al mismo tiempo insatisfechos y de una tenaz y obsesiva ambición de poder. Por lo tanto, carecen de lastres que debiliten su marcha delictiva. La incapacidad de amar al pueblo les aúna una fiera voluntad de poderío y una instrumentación suficiente para el logro de sus propósitos, creen que el camino de la dominación les queda expedito. En la sociedad burguesa, el mejor es el más violento, el más agresivo, el que muestra más maldad o el que inspire mayor temor a sus semejantes.

Los oposicionistas son opuestos al líder que surge pacíficamente de las entrañas de las masas populares, para éste, la virtud es la probidad y el talento; para los oposicionistas es la violencia y su habilidad para moverse en los campos de la destrucción, de la muerte y de una obsesiva ambición de poderío y dominación. Esas medidas restrictivas confinaron en la ilegalidad la mayor parte de las actividades societarias del pueblo, quienes de una manera u otra continúan agrupándose para lograr la conquista del Poder político. Los oposicionistas son opuestos al Proyecto socialista por que la virtud suprema es el talento que surge pacíficamente. No aceptan que la soberanía reside esencialmente en el Pueblo, del cual emanan todos los poderes.

En la sociedad burguesa venezolana, el éxito, fracaso o medianía social dependen sustancialmente del bagaje moral que se posea. Se destacan en los respectivos campos, por más que se arguya lo contrario, los más incapaces, agresivos y perversos. Si como se dice, es la insatisfacción personal lo que los lanza fundamentalmente a sus empresas “excepcionales”, tenemos que aceptar que en nuestro tiempo el privilegio “excepcional” es expresión, en la gran mayoría de los casos. Aunque en última instancia se creen plenamente libres en su conducta social y por ende son responsables e imputables, hay muchos factores que al estrechar el uso de esa libertad los hacen proclives al delito. Por eso llamamos la atención a los administradores de justicia, ya que estos energúmenos deben pagar un tributo crecido al crimen.

Los acontecimientos de esta década revolucionaria nos mostraron que el pueblo, que cada vez se incorpora más a la acción que podríamos llamar socialista, mezclaba con esa tendencia el planteamiento de reivindicaciones de clase, fenómeno de apariencia paradójica, pero producto normal de los primeros pasos del movimiento socialista. Los Voluntarios de la Libertad, los que padecen, los que luchan, los que son los defensores de la Revolución, los que se sacrifican por traernos al triunfo, apenas levantan la voz cuando la oligarquía les quiere hacer callar. Y camaradas ¿por qué sucede esto ante nuestras narices? Porque la oligarquía tiene grandes valedores enquistados en las filas revolucionarias, que no tienen los defensores esos mismos valedores que los defiendan en las filas de la Revolución.

Ese examen somero de la sociedad burguesa en los años de Revolución, nos enseña que la principal contradicción que existe en su seno sigue siendo la de los grandes propietarios, los obispos de la Iglesia Católica, grupos financieros ligados al capital extranjero, comerciantes especuladores y usureros, etc., y el conjunto del país, cuya principal masa humana y factor superlativo de la población activa son: los empleados del sector público, los obreros de las ciudades y los trabajadores del campo. La constitución anormal de esta burguesía tiene muchas facetas aparentemente contradictorias; lo mismo puede expresarse en forma de energía inusitada que en manifiesta apatía. Tan anormal suele ser el criminal como el santo, el asceta como el concupiscente, el superdotado como el débil mental. Es una abstracción vacía, de la cual no se puede hacer válidamente ninguna deducción en cuanto al mundo de la apariencia, en cuyo mundo sin embargo, están todos sus intereses.

En los años que nos ocupan, la crisis de la democracia representativa obedece también, y en gran manera, a la oposición de las clases conservadoras que chocan con el régimen de camarillas. Y, al mismo tiempo, burguesía y pueblo van entrando en liza en todo el país, no sólo chocando entre sí, sino también contra las clases del antiguo régimen y las estructuras periclitadas. Conviene señalar —tanto como signo de los tiempos, como para explicarse ciertos fracasos y dificultades de las fuerzas políticas avanzadas— que la mayor parte de los sectores de esa burguesía, que integraban a los gobiernos sostenedores de la vacilante democracia representativa de los gobiernos puntofijistas, se mostraban muy temerosos de la acción política del pueblo.

Sin que nos atrevamos hacer regla, sí podemos decir que entre aquellos primeros aventureros (conquistadores) venidos, antes y después, a nuestra Venezuela, que por la fuerza de su valor, coraje y audacia se elevaron del nivel de sus iguales a los señoríos y feudos, tuvo que haber necesariamente contingentes muy elevados de psicópatas criminales, violentos y explosivos, dicha constitución fue transmitida a sus descendientes, como lo demuestran muy claramente el carácter y el temperamento fascista de la clase burguesa. En algunos casos la herencia sana predominó sobre la patológica. En la mayoría de los casos, la herencia mórbida prevaleció por consanguinidad, por aleaciones afines, originándose la serie de locos, anormales y bobos que se observan con marcada constancia en muchos “líderes” de la oposición burguesa venezolana. Con el curso de los años se hizo cada vez más estrecho el panorama, aumentando, por consiguiente, los índices de perturbación mental en sus descendientes. No fue la consanguinidad simplemente, fue la selección natural o el reclamo que ejerce la ambición de poder sobre la burguesía. Y en especial, cuando ella para alcanzar sus objetivos se vale de la actividad fascista asesina y conspirativa.

No por patriotas, sino por los mayores enemigos de la Patria debemos tener a los que hoy tratan de llevar al país a la época puntofijista, poniéndole ante los ojos pasajeras y tal vez mentidas glorias y ocultándole el triste estado a que la ambición de sus gobernantes IV republicanos la condujeron. No por la mentira, sino por la instrucción y el trabajo, hay que levantarla. Camaradas Bolivarianos: Llamando las cosas por su nombre, sabemos que hay que empezar por transformar el sistema político burgués, el sistema de propiedad de la tierra, y por liquidar todo residuo feudal.

Los gobiernos de la burguesía, están todos comprendidos bajo dos encabezamientos. Primero: Superstición; segundo: Poder. Pero los socialistas luchamos por el común interés y los derechos insoslayables del pueblo. El primero era el gobierno del clero, el segundo el de los conquistadores. Pero el de los socialistas es el de la libertad y la razón.

Cuando acabarán de entender la oligarquía y los burgueses oposicionistas que la política debe ser la justicia social y la igualdad, en acciones, en derechos y en nivelar a las gentes por sus méritos y no por eso que “ellos” titulan cuna.

¡No Volverán!

Salud Camaradas.

Hasta la Victoria Siempre.

Patria. Socialismo o Muerte.

¡Venceremos!


manueltaibo@cantv.net



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Manuel Taibo


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