Gobernadores talanquerables

Se puede decir que ya casi todos saltaron la talanquera. Se percibe en ellos muy poca acciones revolucionarias, decisiones radicales, compromisos determinantes que manden de una buena vez al diablo a la oligarquía, a los latifundistas, a los empresarios esquilmadores y a los contratistas sinvergüenzas. Hay más bien, un silencio acogedor de estos sectores a los nuevos mandatarios. No están descontentos, sienten que se las pueden arreglar sin conflictos ni obstáculos graves. Nada peligra contra sus bien y muy asentados fueros que datan del siglo XIX. ¿No sé por qué a ciertos “chavistas”, que repentinamente se encumbran, buscan debutar en sociedad proponiendo para cargos claves a soberbios escuálidos? Este freudiano fenómeno se dio en la Oficina Central de Información, OCI, por ejemplo, en Mérida. Se buscaron a un bello ejemplar de la derecha, muy bien conectado con esa central de los más furibundos enemigos de la revolución enquistados en el CNP-Mérida y lo colocaron allí como orondo director. El tipo llegó a decir durante el tema de la enmienda que él no estaba ni por el NO ni por el SÍ, porque él es químicamente puro en el aspecto institucional. Ni chicha ni limonada en lo más estricto de su ser y de su numen. Y se da el lujo además este señor (muy bien pagado de sí mismo) de decir que él no recibe órdenes ni siquiera del gobernador. Para eso es periodista, para eso nació periodista. Pero hay “chavistas” que están contentísimos porque consiguieron sacarlo de las férulas de William Dávila Barrios, quien se lo disputaba, para colocarlo en tan dilecto cargo.

¡Viva, coño, la OCI de Mérida!

Cuando en la Gobernación de Mérida se dan ruedas de prensa y acuden medios alternativos y comunitarios, éstos por exigencias de protocolo de la Gobernación no tienen derecho a hacer preguntas y muy temblorosa la gente de protocolo exige guardar las formas so pena de que los entes del palangre empresarial se arrechen y abandonen la sala. Esto le sucedió al comunicador y politólogo Juan Veroes, de “El Paso de Los Andes”, quien tuvo que amarrarse la lengua para que no lo echaran de allí como a un perro y para que las nenas amargadas y protegidas de los medios palangristas no se molestaran. ¿Y qué dijo el orondo señor de la OCI ante esto?, pues nada porque él está perfectamente de acuerdo con esas bellas acciones del fascismo que se le inocula a los estudiantes de periodismo en nuestras racistas universidades autónomas.

¿Se puede entonces decir que en Mérida realmente tenemos un gobierno socialista?

Que juzgue el lector.

En realidad estos señores gobernadores muy talaquerables no actúan porque no tienen claro el asunto de la conciencia y de la formación revolucionaria. No arrancan. No se atreven. Siguen horriblemente frenados y les da pánico plantárseles con los cojones necesarios a la derecha en cada región. Prefieren más bien hacerles la carantoña, picarles el ojo, hacerse los amplios y los decentes, los serenos y los suaves funcionarios al estilo de aquellos, que en el fondo ellos idolatran, los que reinaban durante la IV. Muchos “revolucionarios” sólo quieren llegar al poder para darse el gustazo de hacer exactamente lo que hacían los jeques de la IV república. Por eso estamos horriblemente jorobados. No percibimos un solo gobernador realmente bolivariano, realmente duro y que ande sin ambages haciendo cumplir los mandatos del Presidente Chávez. Ya en estos primeros cien días de gobierno, ninguno se ha distinguido por sus acciones revolucionarias: mucho temblequeo, exagerados ditirambos de que van a aplicar las tres R’s, pero en verdad que en ellos todo termina en mucha bemba y muy poco o ningún resultado positivo.

Y pensar que uno creía que estos señores iban a llegar tumbando y capando, viéndose en el espejo de lo que pasó y de lo que hicieron bandidos como el Ramón Martínez, como el Eduardo Manuit, el Didalco Bolívar, el Acosta Carlez, el tipo aquel De Lima, etc. Yo he llegado a la conclusión, como dice el dicho popular, que no se le puede pedir cacho al burro. No está en ellos ni por asomo ser revolucionarios, no quieren serlo sencillamente porque no les nace, porque no pueden. Nacieron adecos o copeyanos de corazón. Ese es el problema. Yo no sé si deba esperar otros cien días para comenzar a desvelar todo lo que me viene llegando sobre estas Gobernaciones. Pero esto lo veo muy mal, de momento, camaradas, y pensar que ya llevamos diez años en este mismo tejemaneje, ¿y tener que esperar otro tanto? Berta.

jsantroz@gmail.com


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José Sant Roz

Director de Ensartaos.com.ve. Profesor de matemáticas en la Universidad de Los Andes (ULA). autor de más de veinte libros sobre política e historia.

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