Una vez más

La Revolución Bolivariana, generadora de transformaciones de rango cualitativo en nuestro país, muchas de ellas con trascendencia de ejemplaridad, acaba de abrir una en el ámbito de la organización política y la participación protagónica de masas. La respuesta de la acera de enfrente muestra que una vez más se les ha dado donde les duele y confirma que la negación y la mentira son la carta única de su discurso frente a las acometidas revolucionarias. Empiezan negando la importancia y el carácter innovador del hecho --“no, si aquí ha habido primarias varias veces”-- y prosiguen desconociendo la realidad del volumen popular movilizado: “sólo asistieron un millón y medio”. En ambas expresiones mienten a conciencia.

El sistema electoral creado por la burguesía es intrínsicamente tramposo, como lo son sus categorías de libertad, democracia, justicia y similares, valores que en términos absolutos corresponden a las más altas apetencias y aspiraciones del ser humano, pero que en su práctica histórica concreta sólo han sido atributos de los privilegiados de la sociedad, salvo por los logros retaceados que los de abajo con sus luchas han podido arrancar. Usted tiene libertad para negociar su fuerza de trabajo, el capitalista la tiene para contratarlo o dejarlo que se muera de hambre, aunque la organización sindical y el combate político, ambos conquistados a pulso y siempre bajo ataque para desvirtuarlos, hayan forzado reivindicaciones; usted tiene libertad de expresión, de acceso a los bienes materiales y espirituales y a la justicia, de elección de sus gobernantes, etc., pero los grandes medios de comunicación, los centros y materiales educacionales y culturales de excelencia, los tribunales si debe enfrentarse a un poderoso, etc., están fuera de su alcance, con la excepción del mismo tipo indicado. De igual modo, su derecho a elegir es, generalmente, el de escoger entre las opciones ofrecidas por los cogollos o cúpulas de partidos que obedecen a las clases dominantes, es decir, “entre el cólera y la peste bubónica”, como una vez dijera con acerado verbo Miguel Otero Silva. De esa naturaleza fueron las “primarias” cuartarrepublicanas, y cuando se coló alguno que escapaba al control, caso del gran venezolano Luis B. Prieto Figueroa, simplemente lo desconocieron y sometieron a la innoble carnicería de la jauría mediática.

La clave, entonces, de una elección genuinamente democrática, capaz de trascender la limitación burguesa, está en la escogencia de los candidatos por la base desde la precandidatura, y es ésa la innovación que acaba de introducir entre nosotros el PSUV, con dos millones y medio de votantes, un poco más de lo que, atragantándose, dicen sin convicción ni materia de verdad sus enemigos. Nunca antes ocurrió así en Venezuela. A partir de ahora, para cualquier instancia comicial sólo serán moralmente legítimos los candidatos seleccionados mediante la participación protagónica de su universo electoral, y para los pesuvistas ello será sin duda artículo de ley.

Desde luego, éste es el comienzo y como tal presenta limitaciones y fallas que requieren el tratamiento crítico y autocrítico revolucionario. A primera vista pudiera colegirse que la acción de la militancia para contactar, estimular políticamente y convocar a quienes se inscribieron como aspirantes, no fue cabal; que incluso algunos militantes no acudieron porque subestimaron su importancia, o porque cedieron al disgusto que les produjo la presión ejercida, mediante impertinentes llamadas telefónicas o abordaje de emisarios --hay numerosos testimonios--, por algunos con posiciones de responsabilidad pero, al parecer, sin la solidez de conciencia y espíritu que tanto el complejo teórico-político-ético del Socialismo Bolivariano como el ejemplo y exigencia del presidente Chávez, reclaman. Estas cuestiones, y otras a considerar, deben superarse y se superarán sobre la base de un tratamiento de principios. Sobre esa base también, es preciso reducir la distancia que existe entre la disposición a votar por el Presidente, mayoritaria como lo siguen demostrando las encuestas, y la de hacer vida de partido o colaborar con él. Es combate esencialmente ideológico, a organizar desde nosotros mismos y a proyectar hacia el pueblo, y para cuyo desarrollo exitoso supondrá valiosa ayuda, superior en la medida en que se la mejore, la innovación electoral revolucionaria que acabamos de experimentar.

freddyjmelo@yahoo.es


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Freddy J. Melo


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