El Arado y el Mar

El centinela de Miraflores

Era una madrugada fría, el soldado se refugiaba en la garita, desde allí vigilaba una de las entradas al Palacio de Miraflores. La noche había sido tranquila, sin novedad, luchaba contra el sueño, la noche anterior no había dormido bien, había viajado a su natal Cojedes y regresó tarde. De pronto percibió en la entrada a un hombre, no supo de donde salió. Le dio la voz de alto…

-¡Alto, quien vive!

-Descanse centinela, gente de paz

-¡Identifíquese!

-¿No me reconoce soldado, tu que me defendiste aquel abril, cuando no quisiste tocar el himno a aquel viejito usurpador?

-¡Identifíquese o disparo! ¡No puede pasar!

¿tú, que ondeaste la bandera en estos techos, también me vas a sacar de Miraflores?

-No puede pasar, identifíquese… ¡coño!, ¡Comandante no me haga eso!, casi me mata del susto...

-Soldado no es necesario que esté firme, descanse, venga sentémonos en este murito.

-Comandante, me da alegría que Ud. haya regresado, lo necesitamos, las cosas no están bien.

-Yo lo sé, por eso he regresado. Necesito hablar con ellos, acusarlos, desenmascararlos frente a lo que más le duela, frente a ellos mismos. No se puede huir de la conciencia propia. No pueden ocultar su deslealtad, allí está la obra destruida, y el enemigo potenciado. No fue esto lo que quería cuando les dejé el gobierno. Y necesito hablar con los que me acompañaron y fueron execrados, desterrados, preguntarle qué están haciendo, estimular a los que aún pelean, y llamar a la lucha a los adormilados. Vine principalmente a presentarme ante el pueblo, a decirle que siempre estaré con ellos, las ideas, el ejemplo, no los puede borrar nadie. A explicarles, para que no se confundan, que esto no tiene nada que ver conmigo, que usen su sabiduría para identificar a los leales, que se guíen por las palabras Bíblicas: por sus frutos los reconoceréis, y quien convirtió al país en bodega de los imperios, en quincalla de los capitalistas, esos frutos no son chavistas.

-Comandante, ordene ¿Qué hacemos nosotros?.

-Lo que siempre han hecho cuando la Patria los ha requerido. Luchar por ella. Ya encontrarán los caminos.

-¿Cómo saberlo, a quién seguir?

- Sigue al que pone el bien de la Patria, de la sociedad, de la humanidad, por delante de su comodidad, su bienestar, sigue al que pudiendo estar tranquilo en su vida cómoda corre el riesgo de luchar por todos. Sigue al que me sigue, el que es fiel a sí mismo.

-¿Quiere que lo acompañe, para dónde va ahora?

-­ Me quedaré aquí, entre Uds., el tiempo que Uds. quieran, el tiempo que me recuerden y con la acción me acompañen. Cuando me olviden, me iré, si dejan que me deformen, me iré, de mí sólo quedará una imagen infecunda…

El Comandante se quedó pensativo, y le dijo al centinela… recuerdo este poema de la guerra contra el fascismo, Miguel Hernández, un poeta genuino que no traicionó su poesía. Aquí te lo dejo de recuerdo y guía

Euzkadi

Italia y Alemania dilataron sus velas

de lodo carcomido,

agruparon, sembraron sus luctuosas telas,

lanzaron las arañas más negras de su nido.

Contra España cayeron y España no ha caído.

España no es un grano,

ni una ciudad, ni dos, ni tres ciudades.

España no se abarca con la mano

que arroja en su terreno puñados de crueldades.

Al mar no se lo tragan los barcos invasores,

mientras existe un árbol el bosque no se pierde,

una pared perdura sobre un solo ladrillo.

España se defiende de reveses traidores,

y avanza, y lucha, y muerde

mientras le quede un hombre de pie como un cuchillo.

Si no se pierde todo no se ha perdido nada.

En tanto aliente un español con ira

fulgurante de espada,

¿se perderá? ¡Mentira!

Mirad, no lo contrario que sucede,

sino lo favorable que promete el futuro,

los anchos porvenires que allá se bambolean.

El acero no cede,

el bronce sigue en su color y duro,

la piedra no se ablanda por más que la golpean.

No nos queda un varón, sino millones,

ni un corazón que canta: ¡soy un muro!,

que es una inmensidad de corazones.

En Euzkadi han caído no sé cuántos leones

y una ciudad por la invasión deshechos.

Su soplo de silencio nos anima,

y su valor redobla en nuestros pechos

atravesando España por debajo y encima.

No se debe llorar, que no es la hora,

hombres en cuya piel se transparenta

la libertad del mar trabajadora.

Quien se para a llorar, quien se lamenta

contra la piedra hostil del desaliento,

quien se pone a otra cosa que no sea el combate,

no será un vencedor, será un vencido lento.

Español, al rescate

de todo lo perdido.

¡Venceré! has de gritar sobre cada momento

para no ser vencido.

Si fuera un grano lo que nos quedara,

España salvaremos con un grano.

La victoria es un fuego que alumbra nuestra cara

desde un remoto monte cada vez más cercano.

El soldado, ahora, está pagando prisión, por quedarse dormido, esa noche en la guardia.



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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