Y por mucho que se exageren los males

Caracas, por mucho que las ponderemos, siempre resultará que es hoy el modelo de ciudad venezolana, que es donde se está formando una ciudad en toda la extensión moral de este vocablo.

Lo malo es que ni escarmentamos ni aprendemos, y así como empujamos a filipinos, a cubanos y borinqueños al separatismo, estamos empujando a él a los maracuchos. Porque los verdaderos laborantes del separatismo hay que buscarlos entre esas duras cabezas cabileñas, de una mentalidad, cuando no rudimentaria, recia, que se obstinan en plantear los problemas políticos con un violento dogmatismo teológico y en establecer principios indiscutibles. Y así como el teólogo sostiene que niega la existencia de Dios quien no le concibe como él o quien en Dios cree, no por las pruebas que el teólogo establece, sino a pesar de ellas, así estos teólogos del patriotismo tachan de antipatriota a quien no siente o no comprende la Patria como sienten o la comprenden ellos.

Y esta crisis del patriotismo está íntimamente ligada con la oposición entre civilización y ruralización. La Patria es, ante todo y sobre todo, la ciudad, y la patria es un medio para la civilización y no el fin de ésta.

De este mal también padecíamos y aún seguimos padeciendo en el resto de Venezuela; pero, afortunadamente, estamos en camino de curación. El número de los llamados neutros, de los execrables neutros, de los que se muestran indiferentes a las fecundísimas luchas políticas, disminuye de día en día.

No me entusiasman grandemente las democracias, pero hoy son ya inevitables. La democracia es, acaso, como la guerra y tal vez la civilización misma —¡y quién sabe si la vida!...—, un mal necesario. Hay que aceptarla o sucumbir. Y la democracia nos impone más obligaciones y deberes que nos confiere privilegios y derechos. Y el primer deber que la democracia nos impone es el de interesarnos en el manejo de la cosa pública, de la "respública".

La políticas no es una especialidad; la política es una forma de concebir, plantear y resolver todo problema. Un acto político de que se entremete la política en las luchas económicas entre el capital y el trabajo, lo que ocurre es que en los períodos de intensa fiebre política parece como que las artes, las ciencias, la cultura, todo sufre un eclipse o un retardo. Los espíritus absortos en esas candentes luchas parecen desinteresase de los demás problemas de la vida y la cultura. Pero éstas trabajan por dentro, y trabajan a la agitación política.

El que desdeña tomar parte en la vida política, siquiera como elector activo, figurando en un partido, acudiendo a mítines y reuniones públicas, etc., no tiene luego derecho a quejarse si alguna disposición legal o meramente gubernativas le perjudica en sus intereses. Lo cual no quiere decir, claro está, que se deje absorber por entero de cierta agitación política sin contenido doctrinal. La política es una envolvente de todo problema público. Hay política económica, política religiosa, política sanitaria, política cultural, las grandes cuestiones humanas en una democracia.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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