El Estado que tanto puede: antes te mataba, ahora no te deja vivir

¿Qué hace posible que las élites de los países pobres contribuyen más al enriquecimiento de las elites de los países desarrollados que al de las clases menesterosas de sus propios países? ¿Cómo es posible que en el contexto actual de crisis los ricos sean cada vez más ricos sin que eso genere movimientos extremos de protesta del pueblo? ¿A qué se debe que lo corrupción pague un precio diferente en las urnas según la ideología del partido? ¿Qué mecanismos operan para que, al tiempo que nos declaramos profundamente preocupados por el medio ambiente, no tengamos comportamientos realmente ecológicos en nuestra cotidianeidad? ¿Qué relación exacta hay entre la riqueza del norte y el empobrecimiento del sur? ¿Cuál es la causalidad existente entre las desregulaciones llevadas a cabo por gobiernos liberales o socialdemócratas y la crisis financiera? ¿Es el desarrollo un producto de la democracia o la democracia un producto del desarrollo? ¿Es compatible la democracia con el capitalismo?

Detrás de estas no-preguntas está la renuncia intencionada a asumir que hay intereses sociales contrapuestos, que en sociedades signadas por las desigualdades existen conflictos latentes o explícitos que se activan cuando los actores implicados nombran sus intenciones. Gracias a esas no-preguntas tenemos un conato de explicación desde las ciencias sociales de cómo es posible que en el año 2009 los representantes políticos de los principales países desarrollados del planeta hablaran de reconstruir un capitalismo con rostro humano y apenas un año después pusieran en marcha en sus países el plan de ajuste más fuerte que se ha conocido desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Demasiada oscuridad. El miedo (el Shock recomendado por Milton Friedman en el Chile de Allende, como bien lo explicó Naomi Klein) invita a la parálisis ciudadana. ¿Qué mecanismos hacen que las cosas sean de este modo?

Cuando Maquiavelo usó el novedoso concepto stato en El príncipe no hacía sino incorporar a la reflexión teórica un concepto que ya tenía vida propia en la Florencia de finales del siglo XV. Necesitaba un nombre nuevo para definir una forma de organización política que no se podía aprehender con los viejos nombres. De lo contrario, hubiera seguido usando el concepto de res publica o, incluso, de polis para referirse a la organización política que se empezaba a vislumbrar en la Europa de su época.

El Estado es la máquina más perfecta de conseguir obediencia. La pregunta más relevante de la ciencia política es precisamente ésa: ¿Por qué obedecemos?

Una sociedad ordenada sobre estos principios opera con lo que Gramsci llamó un "bloque histórico", la suma de reproducción económica, superestructura jurídica, simbólica y estatal, liderazgo político y una conciencia compartida. Lo que ocurre en la economía de una sociedad está reflejado en las leyes, en el aparato del Estado, lo defienden los policías y los militares y está en las instituciones. Además, se enseña en la escuela, lo recogen las obras de teatro y las películas y lo sanciona los domingos el cura en su homilía. Un control político y social que hace que todo vaya como la seda.

La hegemonía es la probabilidad que tienen las clases dominantes de controlar a las clases dominadas. Si fuera al revés, la hegemonía la estarían ganando los dominados. Pero para eso necesitarían más fuerza y, decía Gramsci, a los intelectuales comprometidos. Si los de abajo rompieran con el sentido común construido por lo de arriba, se abriría una "crisis de hegemonía". Escribió Gramsci: "Si la clase dominante ha perdido en consentimiento, o sea, ya no es "dirigente", sino sólo "dominante", detentadora de la mera fuerza coactiva, ello significa que las grandes masas se han desprendido de las ideologías tradicionales, no creen ya en aquello en lo cual antes creían, etc. La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo sin que pueda nacer lo nuevo, y en ese interregno ocurren los más diversos fenómenos morbosos."

Kautski en 1920: "No puede haber igualdad entre los explotadores, a los que durante largas generaciones han distinguido la instrucción, la riqueza y los hábitos adquiridos, y los explotados, que, incluso en las repúblicas burguesas más avanzadas y democráticas, constituyen, en su mayoría, una masa embrutecida, inculta, ignorante, atemorizada y falta de cohesión".

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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