El parido que necesitamos para el Socialismo que queremos

El aporte histórico de la Revolución Bolivariana al desarrollo de los pueblos del mundo es que retoma el concepto del Socialismo como el camino para la liberación y la construcción de una sociedad justa y en libertad. El fracaso de las primeras e importantes experiencias en Europa del Este, había dado como acabada la vía de liberación y soberanía popular, pretendiéndose establecer la llamada “globalización” y la consecuente dominación imperial como el destino último de los pueblos. La insurgencia de un vigoroso movimiento popular en América Latina, que bajo las banderas bolivarianas asume que el destino de la humanidad es el Socialismo como la vía de la liberación de los pueblos, vuelve a colocar en el tapete de la historia el novedoso concepto. El revolucionario concepto.

Un siglo escaso de contundente presencia y lamentables fracasos en la construcción socialista en Europa no han sido más que experimentos históricos en las luchas del hombre contra siglos de capitalismo y milenios de propiedad privada. La sociedad humana ha alcanzado tal nivel de desarrollo de las fuerzas productivas que se hace inevitable el Socialismo para la supervivencia misma de la humanidad sobre el planeta tierra. El mérito del Comandante Chávez a este respecto no ha sido más que vislumbrar el inevitable camino. Algo tan elemental como que desde los pequeños arroyos de las elevadas cumbres se forman los grandes torrentes que llegan a la mar.

La revolución es el reemplazo de un orden por otro, de una forma de vida por otra, de una organización social por otra e implica la resistencia de lo viejo a morir y lo nuevo que puja por nacer. La resistencia de lo viejo con todas sus fuerzas por no perder sus privilegios, es en gran medida lo que determina el carácter violento tanto para la toma del poder como para mantenerse en él.

Una nueva forma de vida es una nueva forma de producción. La transición de las sociedades monárquicas y feudales al capitalismo, salvo contados casos, no fue producto del enfrentamiento violento entre lo viejo con la vanguardia de la revolución burguesa. Fue el reemplazo paulatino y progresivo de una forma de producción por otra. Pero no estaba en juego para nada el carácter de la propiedad. Esta seguía siendo privada, acoplada a una nueva organización social, a una nueva e inmensamente mayor productividad. Y aquella paz y armonía en que se desarrolló ese cambio en Europa, sin prácticamente matarse para nada entre ellos mismos, se basó en el más grande genocidio de la historia: la conquista de América. Al nuevo continente le arrebataron en descomunales cantidades el oro, la plata y las piedras preciosas que formaron el llamado “Capital originario” alma y esencia del sistema capitalista. Y también le costó la sangre de varios millones de sus hijos.

La violencia es la esencia misma de la sociedad de clases. Desde cuando los hombres eran propiedad privada de otros hombres, hasta hoy en día, en que la vida de la humanidad está sujeta a la voluntad demencial de tres o cuatro directivas de las grandes corporaciones de la guerra. Esta es la esencia del capitalismo. Siendo la paz la más genuina bandera de los revolucionarios, de los socialistas. Lo que no excluye que para defender la revolución debemos estar preparados para todo.

Un estado socialista es un estado de las mayorías. De los trabajadores de la ciudad y del campo, de los intelectuales, los artistas, los estudiantes, las mujeres y los niños. De los marginados y los excluidos. Es un estado donde la solidaridad es premisa fundamental entre las gentes y donde tanto los recursos naturales como los que produce la sociedad son distribuidos de manera justa y equitativa para el bienestar de todos y no para el enriquecimiento de individualidades en perjuicio de las mayorías. Un estado que garantice la educación, la cultura, la salud y el trabajo para todos sin exclusiones, que proporcione un mejoramiento progresivo de las condiciones de vida de la población y al propio tiempo propicie el desarrollo pleno del individuo.

Una sociedad así dispone y centraliza los recursos para darles mayor racionalidad, tratando de eliminar la anarquía en la producción en función de lo que requiere la sociedad. Por eso se estatizan los medios de producción, se coloca en manos del estado el parque industrial para incorporarlo de manera coherente a los grandes planes de la economía y que su ganancia se reintegre en beneficio social Esos son en grandes rasgos los lineamientos elementales, el punto de partida para concebir la organización socialista.

Pero la estatización no es un fin en si mismo sino un instrumento para el verdadero ordenamiento social. No se trata de estatizar por estatizar, no se habla de la pérdida de casas, vehículos, apartamentos o cualquier otro tipo de propiedad sea personal, familiar o de grupo, ni tampoco de pequeñas o medianas empresas. Se habla del ordenamiento en manos del estado de la gran capacidad productiva para beneficio de la sociedad.

En Venezuela tenemos una de las más grandes riquezas petroleras del planeta y estamos entre los mayores proveedores de este recurso vital para la vida de todos los pueblos del mundo. El petróleo venezolano manejado por una “meritocracia” opulenta y excluyente, estaba en la lista segura del proceso de “privatizaciones” que la política “neoliberal” venía imponiendo a nuestros países. La Revolución Bolivariana frenó en seco el proceso de privatización de las industrias básicas del país y de áreas fundamentales como lo son la salud y la educación, siendo este el punto de partida que sienta las bases para el impulso del proyecto socialista.

La recuperación de la industria petrolera por el pueblo venezolano, provee de los cuantiosos recursos que se necesitan para la implementación de políticas sociales de la magnitud y alcance que impulsa el Gobierno Bolivariano. Política asistencial, educativa y de capacitación que además abarca el área de la productividad entre amplios conglomerados en todo el territorio nacional. Siendo los Consejos Comunales el germen embrionario, la organización popular básica de la nueva sociedad, el Socialismo del Siglo XXI. Todo ello entrelazado a una política internacional solidaria con el desarrollo y la liberación de los pueblos, creándose condiciones para que la satisfacción de sus necesidades energéticas sea más llevadera. En Venezuela están dadas las condiciones

para el avance de formas socialistas coexistiendo con el impulso de un verdadero capital privado nacional que contribuya al proceso de liberación antiimperialista.

Un planteamiento reiterado en los últimos tiempos, especialmente a partir de la victoria del tres de diciembre del 2006, es que el respaldo obtenido por el comandante Chávez se debe a su carisma, mas no a que respalden el proyecto socialista. Esta es una verdad a medias. El casi millón y medio mas de votos obtenidos, son evidencia de la consolidación y avance de una forma de gobierno que verdaderamente ha impulsado políticas de atención a los problemas sociales, basándose fundamentalmente en la recuperación del petróleo para todos los venezolanos. Además de trece trimestres de crecimiento económico ininterrumpidos, mejoramiento en las condiciones de vida de las capas medias y el clima de tranquilidad que experimentan los sectores económicos.

La ofensiva contrarrevolucionaria en el plano ideológico se centró en fomentar la recuperación del individualismo ante el impactante impulso de la organización popular para la solución colectiva de los problemas de la población. Contra la especie de que “el petróleo es mío” concepción individualista propugnada por la derecha a través de la llamada “tarjeta negra” se impuso masivamente y principalmente entre los sectores populares, la política de “el petróleo es nuestro” bandera de la Revolución Bolivariana. y herramienta fundamental para la construcción socialista.

Variadas características colocan a la Revolución Bolivariana. a la vanguardia en los procesos por la liberación de los pueblos. El que se haya logrado al fin, después de varios dolorosos intentos particularmente en nuestro continente, el acceso al poder político mediante formas pacíficas y legales. El que no haya sido necesario implantar hasta ahora la “Dictadura del proletariado” para la defensa del proceso a pesar de las vigorosas y constantes arremetidas de los enemigos internos y externos. Y el que se esté desarrollando en el marco de un pluralismo que ha permitido las mas amplias expresiones de libertad democrática conforman un caso único como todas las verdaderas revoluciones. La derrota contundente propinada por el pueblo venezolano al inmenso poder de los medios de comunicación privados sienta un precedente en las luchas por la liberación de los pueblos del mundo.

El surgimiento de ese concepto de socialismo para este espacio y en este tiempo, debe producirse de la intensa polémica entre el pueblo al calor de sus luchas. La asamblea, escuela política del pueblo, impulsada vigorosamente a todos los niveles del movimiento popular, será la herramienta para ir elevando los niveles organizativos, para ir entrelazando la organización política en la construcción de la democracia revolucionaria. El partido que necesitamos para el socialismo que queremos.

Importantes problemas como la corrupción y el burocratismo, el clientelismo y los abusos de poder en el seno de la revolución, solo podrán ser combatidos eficazmente impulsando la organización política de las masas. La depuración de los elementos contrarrevolucionarios y derechistas exige como condición el partido de la revolución en el seno del pueblo. Que lo forme políticamente, que lo discipline, que produzca los necesarios cuadros para las más complicadas tareas, que realice el amplísimo papel de vanguardia que no puede cumplir solo el Comandante Chávez y para el cual no parecieran estar capacitadas las organizaciones existentes.

Un partido único de la revolución, difícilmente surgirá de los cascarones burocráticos existentes que con sus variantes han servido básicamente como instrumentos electorales, mas no como herramienta para el ejercicio del arte de la política por el pueblo ni mucho menos para la construcción del poder popular. Que se disuelvan todos para entremezclarse entre las masas e impulsar la dinámica colectiva, la productividad de la inteligencia de la gente que no es otra cosa que la revolución. Para discutir, procesar, crear, inventar es decir despertar como pueblo. Sería muy difícil un partido único verdaderamente para la revolución, surgido de decretos o de acuerdos.

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Edmundo Iribarren

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