Las dificultades de ser de izquierda en el siglo XXI

"Todo discurso, debate o ‘luchar’ sobre la igualdad o la no igualdad, entre hombres y mujeres en general, en abstracción, sólo es el intento de la clase capitalista a través de sus políticos lacayos para intentar seguir engatusando a la clase obrera y que está siga siendo sometida y expoliada bajo el yugo de sus monopolios".

Es difícil luchar contra lo invisible. El capitalismo acabó con la opresión de Dios, pero, nos trajo la opresión del cálculo burgués, que nos exige más y más. Desarrolla espectacularmente todas las potencialidades productivas, pero nos hacen tener vidas consagradas al trabajo.

La pérdida de certezas que caracteriza nuestra época nos obliga a asumir como pauta constante de comportamiento político la obligación de cabalgar contradicciones. A no ser que se quiera vivir en ese mundo que nunca existió, pero donde se decía, en nombre de supuestas ciencias, que todo estaba de una manera u otra determinado (por la historia, la economía, la secularización, el proletariado…). La época obliga a asumir que, como le ocurre a la luz, prácticamente todo lo que ocurre en la vida social puede ser al tiempo —y a menudo deberá orientar la practica en ese sentido— onde y particular según lo observes. Los tiempos de cambio son tiempos de tensiones. Quien quiera tranquilidad deberá confinarse en los frescos claustros de las iglesias. Hay que vivir esas tensiones en toda su riqueza. Las soluciones, cuando las nuevas certezas aún no se han consolidado, sólo puede ser dinámicas y contradictorias. Será desde la práctica, no desde alguna deducción teórica, desde donde saldrá la necesidad de buscar consensos, lejos de los puros asnos que lo tienen todo lo claro desde su apesebrado cielo intelectual.

Gobierno y calles, locales y globales, masculinas y femeninas, nacionales y extranjeras, individuales y colectivas, Estado y pueblo, estructura y caos, consumo y sostenibilidad. Al final van a tener razón los que defendían meterle dialéctica al pueblo. Porque el pueblo está lleno de limitaciones objetivas y de posibilidades que hay que imaginar.

El liberalismo siempre ha querido presentar las reclamaciones de igualdad como la expresión de envidia de los pobres para con los ricos. Como si los ricos no se hubieran enriquecido sobre las espaldas de los pobres y al precio, casi siempre, de matar la dignidad. El motor de la historia son las desigualdades. Porque el conflicto, consustancial a la políticas, nace de las desigualdades. Por otro lado, las sequías, que son una constante dela historia de los pueblos, no son las causantes de las hambrunas ni las migraciones. La responsabilidad está en un modelo económico que ha convertido la tierra en una mercancía ficticia a la que no respeta y devasta. Ese espacio que reinventa el lugar político que antaño tuvo la izquierda debe volver a identificar a los enemigos de la democracia y ponerles nombre.

Derrota del espacio de la "izquierda" hay que considerar cuatro grandes elementos: el vaciamiento de la conciencia del pueblo, junto con la sumisión moral de las organizaciones sindicales; las insuficiencias teóricas del campo crítico; las debilidades de la gestión socialistas y comunista; y la derrota social de los valores propios de la emancipación. Los instrumentos teóricos de la izquierda fueron demostrando su debilidad conforme avanzaba el siglo. Ideas como el partido único, la estatalización de los medios de producción, la concepción del proletariado como único sujeto revolucionario, el desprecio del mérito o el intercambio entre justicia y libertad fueron quedando como reliquias poco atractivas para amplios sectores del pueblo. De la misma manera, los valores de lo "común" fueron viéndose sustituidos por la mayor seducción de lo "particular". Partir de la derrota permite salir del resistencialismo y caminar más allá de la petición impotente de regresar al mundo perdido de la segunda parte del siglo XX.

"Todos estos matices de la izquierda se pueden resumir en tres grandes ‘almas’, detrás de cuyo divorcio se esconde una buena parte del éxito de la derecha".

Juan Carlos Monedero.

¡La Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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