El arado y el mar

El problema del poder

Las revoluciones pasan una vida luchando por tomar el poder, y luego que se instalan en esos predios el poder las derrota. No se ha podido resolver este dilema: las Revoluciones son su propio verdugo, su triunfo marca su derrota.

Hay quienes para resolver el dilema eliminaron de raíz lo que ellos vislumbraron como el peligro, liquidaron el poder. Sin poder no hay delirios, dijeron, se solucionan todos los males. Lo anterior es verdad, pero tampoco hay revolución, no hay conducción, no hay rumbo. De esta manera, no dieron una respuesta al problema, al contrario, lo ignoraron. Propusieron la Revolución sin tomar el poder, la Revolución personal, los falansterios, el Socialismo de lo pequeño, las comunas. Y así el mundo les pasa por al lado y ellos viéndose el ombligo y tomando fresco en su pequeño mundito.

Otros tampoco dieron una respuesta al problema, tomaron el poder y no hicieron nada contra el monstruo, ignoraron el peligro, cualquier crítica era un boleto al ostracismo. Estos, poco a poco, se fueron transformando en lo que querían sustituir, adoptaron los mismos símbolos del pasado, los mismos vestidos, los mismos carruajes, los mismos vicios.

Otros, como recordaba con impotencia el Comandante Chávez, derrotaron a los molinos de viento pero el viento que los movía seguía soplando. ¿A qué se refería Víctor Hugo, a qué se refería Chávez? No era a lo material. El viento sugiere lo imperceptible pero influyente. Se referían, entonces, a la moral, a la ética, al espíritu. El reto es cómo derrotar al monstruo que vive en todos, que habita a la dirigencia.

El problema sigue desafiando a las revoluciones, está vigente. Todo el que piense, todo el que intente, una Revolución debe tomarlo en cuenta, tener una respuesta, de otra forma todo el esfuerzo será en vano, llevará la derrota en sus entrañas. La batalla es principalmente en el espíritu social, y más aún en el espíritu de la dirigencia revolucionaria.

Lo anterior ocurre en todas las revoluciones, por supuesto que sucede entre nosotros, hoy somos un laboratorio para el aprendizaje revolucionario, una cátedra.

Muchos se asombran del cambio de la dirigencia luego del asesinato de Chávez, cuando se aceleró lo que -si no se tomaban medidas profilácticas- con el tiempo iba a suceder. Era inevitable sin resolver el dilema de las revoluciones, sufriríamos la maldición del poder, la revancha del capitalismo, la venganza del egoísmo. Eso es lo que hoy vivimos, así se explica que un poeta defensor de los desvalidos se transforme en un carnicero de presos; que alguien sea cómplice, que calle frente a las destrucción de la épica de su hermano, que nadie diga nada, que una embajada, o un puesto, valga más que una amistad, que una lealtad. Que pocos denuncien la deriva hacia el pasado más tenebroso, que lo más lejos que lleguen algunos es a dar consejos al gobierno que ya está emponzoñado.

Venezuela es un ejemplo del fenómeno, lo que nos pasa sólo se aceleró con el asesinato de Chávez, ya se venía incubando en las entrañas del chavismo, era cuestión de tiempo para que emergiera desde las cavernas de las alma de los que hoy gobiernan...



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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