Ganamos para gobernar

Todos los análisis son válidos. Partiendo de esta premisa, vale añadir que todos los análisis y opiniones sobre los resultados electorales del pasado 20 de mayo, las causas, consecuencias, son absolutamente válidos y bienvenidos en este proceso que, también por dialéctico, sigue en el poder político. Son bienvenidos aún más los que generan debates.

Muchos dimes y diretes se han esbozado en los últimos días sobre las diversas lecturas de lo que ocurrió el 20, y algunos aventureros se exaltan en un antes, durante y después. A todos les manifiesto mi respeto; pero no puedo dejar de sumarme al debate al escurrir estas líneas, intentando no perderme en formalismos sino expresar desde la óptica de quien vive -al igual que todos- la inclemente guerra contra nuestro ser, la del que camina con la gente y escucha a unos y a otros en el barrio; antes, durante y después, es decir: siempre.

A esa gente que le grita a uno -o que grita con uno a veces-, mis mayores reconocimientos por la valentía de ir a votar una vez más por la revolución con Nicolás Maduro; pero, sobre todo por comprender que al portar la banda tricolor en campaña no era mera retórica propagandística, sino que lucharon -como siempre- la batalla que determinaría su después.

Seguro estoy en que esos votantes y movilizadores no pensaban, durante ni antes del proceso electoral, que eruditos de las teclas les dijeran qué hacer después; sino más bien considero que están atentos al llamado para salir masivamente a hacerse valer como gobierno, contra todo lo que afecta nuestra cotidianidad; toda vez que ya se asumen victoriosos ante la mirada del mundo, sobre que en Venezuela existe una democracia tan plena que volvimos a ganar a través de los votos, como se hizo con la violencia y sobre todas las contiendas que hemos enfrentado antes, a pesar de los reveses. Hubo un grito estruendoso desde esta tierra hacia el mundo, para que respeten nuestra soberanía y autodeterminación.

La verdad que no puede dejar de ser reiterada es que ganamos; ganó el chavismo, y las victorias se celebran y se deja el ambiente de triunfo. Ganó Nicolás pese a las adversidades del antes del 20M, pese a la cruenta guerra contra el pueblo de los intereses económicos del imperio más feroz del mundo; con él le ganamos al imperio una batalla.

Aunque la borrachera del poder de Trump no haya pensado para sancionarnos más al día siguiente de las elecciones, no quiere decir que el 20 no le hayamos ganado; si es que entendemos que la guerra es diaria y ganamos o perdemos a diario. Ganaron los que votaron por Maduro y los que no (aunque hayan perdido a quien reclamaba liderazgo en ese sector y luego rechazó los votos con desprecio). Ganaron los que están luchando a diario para conseguir efectivo para pagar el pasaje y llegar al trabajo, a llevar a los muchachos al colegio. Ganaron los que sufren porque tienen un solo par de zapatos al día, los que comen solo por la dicha del CLAP, los que alguna vez -con sus tickets de alimentación- entraban en el supermercado, y salían con un carro lleno de alimentos y chucherías para la merienda de los muchachos, quienes se sortean el control de gastos del hogar para no excederse con lo que ahora no hace falta y así poder rendir los ingresos para lo elemental. Sí, esos ganaron, los que han bajado de talla, quienes a veces pagan el efectivo al 100% de su valor para no quedarse en casa y cumplir con sus labores. ¿Parece insólito que se les llame a celebrar? No. Celebramos echándole pichón todos los días y hasta por quienes no piensan igual a nosotros. Nos toca celebrar acompañando al Presidente en su labor diaria, en los duros días que están por venir porque los retos se encrudecen.

Nos enfrentamos a las mafias de contrabando en frontera, de billetes que hacen la vuelta en ambos sentidos, se llevan bolívares y se traen dólares en efectivo. Sus parecidos que trafican gasolina de diversas formas: en carro, en bidones y hasta en gandolas enteras. A quienes se llevan nuestras frutas, hortalizas y alimentos de empaques a través de la frontera hacia Cúcuta, y blanquean capital siempre con el cambio a dólar de sus ganancias. Son redes de contrabando que desangran el país; las Venas siguen Abiertas… También hacia el Caribe a donde se llevan –así como en la frontera pero en barcos- parte de nuestro oro, sin que pase por el Banco Central de Venezuela; además del cobre y otros minerales de valor.

Estamos en uno de los momentos épicos más grandes de nuestra historia venezolana del siglo XXI: la confrontación moral y cultural de millones contra cientos de miles de hermanos, de vecinos, de padres, de conocidos. Quizás no conozcamos a las mafias del oro o las de las trochas fronterizas con Colombia, pero seguro estoy que los bachaqueros, usureros y sátrapas especuladores son compadres, comadres o conocidos desde hace mucho. Hasta hace poco la expresión del bachaqueo se evidenciaba en las calles, de Catia, de Petare, hoy está en nuestros grupos de WhatsApp, Facebook, Instagram y más… Según esta lógica ¿Cuántos corruptos hay en Venezuela? ¿Hay que aplicar justicia contra esos cientos de miles? Sin vacilaciones hay que responder: sí. Ganamos para gobernar y por muy pequeño que parezca el especulador que manipula a diario los precios de nuestras vidas, obedece –en la mayoría de los casos- a la cadena de los grandes contrabandistas, los que traen los dólares para ofertarlos en el mercado de los comerciantes, al precio que les da la gana; pero con una ganancia no menor del 500% por transacción contrabandista. Entonces, los comerciantes inescrupulosos son víctimas y victimarios, no abandonan su rol de victimarios en la historia comercial.

¿Qué hacer?

El mercado no se puede quedar sin productos, pero el que medio está abastecido obedece a ser especulativo y cada vez menos asequible, ofreciendo algunos productos y servicios -a veces- por encima del valor de precios internacionales. Pretenden convertir a Venezuela en la economía más alta de la región en cuanto a acceso a bienes y servicios que devienen de los privados.

Entonces, cuando decimos que nos toca gobernar con Nicolás y su banda presidencial, no se trata de poner solo el pecho duro, y enfrentar a nuestros compadres, y abuchear a las cadenas de contrabando cuando vayan detenidos, o decretarse para siempre antiimperialista, no. Se trata de repensar nuestras propias prácticas y roles frente a las situaciones cotidianas con sinceridad, se trata de vernos a los ojos y luchar juntos para recuperar: primero la moral de bondad intrínseca del venezolano, que ayuda a todo el que le rodea; y segundo, avanzar hacia la recuperación del poder adquisitivo que nos arrebataron y se hicieron los locos; y tercero, asumir los roles que nos toquen asumir en esta etapa; porque Nicolás, entre las cosa que ha prometido y cumplido, también está vigente la promesa enfática de la prosperidad; pero se entiende colectiva, se entiende como un proceso donde se limpia el terreno y se corrigen las desviaciones, apartando a los desviados y desviadores para construir rápido y entre todos una estructura rígida.

Estamos en revolución, sigue siendo bolivariana y chavista, aunque el Gobierno y sus efectos sean para todos por igual, sin distinción política alguna; pero, no dejemos de vernos en el mapa de América Latina, donde hoy se revive la simple pugna histórica de la lucha entre las clases. Los factores de poder maniobran sobre esa realidad sociológica y casi genética. Es evidente que los ricos se han empeñado en despolitizar a los pobres, y hacerlos tener la histórica esperanza de ser sus réplicas, al tiempo que se es explotado. Con mucho orgullo podemos decir que, en este rincón del planeta, se han reelegido los pobres; en detrimento del sufrimiento que nos siguen generando los intereses del capitalismo, cambiar de una vez por todas las relaciones de poder. Vamos a vencer, levanta la cara; seguimos de pie; o corremos o corremos; encaramarse es traición a ti mismo. Pica y se extiende…



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Jhonathan Sánchez


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