Gobiernos y Gobernados

El adeco es excesivamente "gringolandia", farsante, codicioso y manipulador —así lo demuestra hasta la saciedad la historia ignorada por la mayoría— como para que sus compañeros y coetáneos, al igual que muchos venezolanos, rindan tributo a su historia. Sin embargo, al igual que en los vacíos de poder que llenan los dictadores, hay que rellenar con mitos y falsedades ciertas circunstancias para darle color y coherencia al pasado.

Pues lo que tenía que pasar: beatificar AD es tan absurdo, por injusto, como ponerle el nombre de Lozada a la orden de Caracas o enterrar en el Panteón, como recientemente, al Déspota Civilizador, al pitigalo más espantable que haya conocido la historia de Venezuela, al fundador del peculado en gran escala y de las más abyectas bellaquerías.

El poder abruma, el poder angustia. El hombre, mientras más poderoso es, más solo está. Cada vez que habla, cada vez que piensa, cada vez que ordena, asume una terrible responsabilidad. Y es la responsabilidad la mayor carga que constriñe al hombre. Por eso prefiere ignorar, o enterarse de las cosas poco a poco, y no muy seguidas. Es impolítico y contraproducente, pero no me van a negar ustedes que muy humano y comprensible. Los gobernantes "democráticos", confiados en la legitimidad de su mandato, ni siquiera a eso le hacen mayor caso.

Cuando los adecos ocupaban el Poder, gobiernan los, y "que, socialistas", con el ladrón Carlos Andrés Pérez. Este cede el Poder a los conservadores (Copey). Se suceden entonces los ministerios conservadores hasta que en 1999 son sustituidos por una nueva tanda de gobiernos (1999-2012) verdaderos socialistas.

Cada vez existían menos diferencias esenciales entre adecos y copeyanos. Eran simples sustentáculos del poder imperialista y quedaron reducidos a aparatos electorales construidos sobre una red caciquil, con varios cabecillas correspondientes a las diversas camarillas que se disputaban el predominio en el seno de cada partido. Así, pues, le sucedió en la (jefatura adeca) D. Manuel Rosales, que, dentro del propio partido, tenía que hacer frente a la competencia de los veteranos y los jóvenes.

Venezuela existe en la medida que nos referimos a su clase dirigente u opinante; paro si a la base mayoritaria y popular vamos, no hay la cacareada homogeneidad, aunque bien pudiera hacerse una clasificación en varios subgrupos donde sí hay total identidad entre algunos partidos, desde el vértice hasta la base. Si a esto se añaden los intereses comerciales, que fueron precisamente los que en buena parte establecieron esas corrientes homogeneizantes desde los orígenes de la historia, comprenderemos que nuestro destino está en el Caribe, son similares a nosotros los venezolanos.

Y a despecho de los intereses colectivos, las roscas, mafias o sociedades de mutuo auxilio, desde los primeros tiempos de la Colonia hasta nuestros días, velan casi exclusivamente por los intereses del grupo. (Adecos y Copeyanos, Primero Justicia y Nuevo Tiempo).
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!



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Manuel Taibo


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