La revolución peregrinaje espiritual

ˇOh Dios! concédeme separación total de todo lo que no seas Tú y adhiéreme a Ti; ilumina la visión de nuestros corazones con la luz que surge al mirarte a Ti, para que puedan atravesar los velos de luz y alcanzar la fuente de la Magnificencia, y que nuestros espíritus se eleven con el esplendor de Tu santidad”. Imman Jomeini

Morir por la revolución es morir por Dios porque la revolución viene cuando los pobres necesitan ayuda y el mandato de Dios es ayudarles, liberales de una esclavitud mayor que la material, la espiritual. Nuestra concepción del mundo y nuestra vida en él no se obstaculizan y entran en armonía al seguir la senda marcada por la divinidad que no tiene sombras, que milita única en la unidad del universo. Al estar unificados en esta unidad trascendental es natural que luchemos por los pobres y por hacer justicia y llevar al hombre a la igualdad; la fuerza y la bondad misma de la divinidad se expresan unificándonos en su misericordia porque al conocernos conocemos al Señor. Rebelarnos a un orden y sistema de vida que fomenta el dolor y la muerte es natural para quien siente a la vida como lo más importante y sagrado por vivir. Porque la vida y la naturaleza también son una manifestación de la gracia y clemencia divinas. La máxima religiosa para nosotros es “el pueblo unido jamás será vencido” porque esa unión representa la unidad de Dios en nosotros.

Cuando sabemos que la decadencia interna de un pueblo está directamente relacionada con el progreso de un sistema neoliberal capitalista e imperialista luchamos naturalmente contra este porque así manifestamos nuestra coherencia espiritual y política en acción. Ya sabemos a dónde nos lleva la maquinaria siniestra del infierno burgués. Nos rebelamos contra la injusticia y la desigualdad humanas porque sentimos a la divinidad en la unidad y no en la muerte que es separación y división. Por lo tanto todo lo que no sea o esté relacionado con la unidad del único sin segundos es para nosotros sombra y tinieblas contrarrevolucionarias, esto es muy simple de ver cuando notamos que el sistema capitalista es exactamente lo contrario a la unidad. Y es complicado de entender porque nos exige elevar nuestro estado de conciencia al plano de la intuición intelectual. Peregrinaje revolucionario que nos conecta con la esencia de nuestra vida.

El imperialismo de este sistema mantiene dividida a la humanidad para gozar esclavizándola, por eso rompe con los centros de conocimiento ancestral, con tradiciones y culturas sólidas y fuertes, con la religión que ha podido desenmascarar las oscuras intenciones de tal sistema neoliberal e imperialista producto de occidente y su materialismo egocentrista, por lo tanto idólatra. Luchamos por la unidad de las naciones en lo justo y digno porque buscamos la paz.

No queremos uniformación sino igualdad. Estos términos aunque parecen fáciles de entender y representan profundas grietas en el pensamiento occidental desligado de una practica y filosofía teológica o mejor aún de una teología política definida. De ahí que cuando tenemos a la religión como pasaporte a escaparnos de este mundo y el entorno que le rodea, notamos que la religión es un instrumento de disolución y dispersión más que de consolidación y unión espiritual. Cuando nuestra formación espiritual nos presenta las formas y las metodologías para responder hábilmente a una problemática social estamos al alcance de un camino, de un peregrinar espiritual que nos armoniza con un proceso revolucionario colectivo. Así revolución y camino espiritual se enlazan formando una unidad mística y política sin posibilidad de separación entre estos términos. Superada la fase de comprensión ética y estética del proceso revolucionario estamos frente a la posibilidad de comprensión metafísica del mismo.

Cuando en nuestro accionar revolucionario encontramos respuestas metafísicas la misericordia de la divinidad expresada en la unidad que está manifestada en todo disuelve los obstáculos para llegar a nuestra intuición intelectual elevándonos a un plano esotérico de experiencia teológica de nuestra realidad cotidiana social y divina. No hay contradicción entonces entre el plano material y espiritual de la vida. Ambos se complementan y armonizan en la unidad del conocimiento del poder de la divinidad. Luchar por la unidad significa estar conociéndonos en el Señor ya que al conocernos conocemos al Señor. Luchar por la unidad es luchar por los pobres.


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Mario Forti

Astrólogo, filósofo, músico, tatankisi, escritor, poeta, critico, ddhh, tarotista, taoista, lector, meditación, yoga, sanación, terapias shamánicas integradoras

 mforti9@gmail.com      @mforti9

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