El sistema capitalista no tiene proyecto de sociedad, funciona sumando los fragmentos individuales, el hombre aislado busca su mayor lucro material, esa es la clave de su éxito y de su fracaso, la suma de esos esfuerzos egoístas le da rumbo a la sociedad. Al carecer de proyecto social, al basar su funcionamiento en el egoísmo el sistema capitalista es agresivo con la naturaleza y con el humano convertido en una isla triste, solitario, pieza de una gran maquinaria que desconoce y lo consume, sin razones sagradas para vivir, transformado en una marioneta del mercado buscando calmar su angustia existencial en la vorágine del consumo inútil.
En un país rentista la situación es más cruel, la relación trabajo-logro se pierde, la recompensa material llega como un opio, la cacería de la renta es la actividad que marca, el egoísmo se agrava, la guerra de todos contra todos pierde el rubor. En un país así, en Venezuela, llegó Chávez, un milagro, hijo de la historia gloriosa. Aferrado a ella pudo romper el hechizo petrolero y hacerse sociedad, despertó a los corazones de su entorno y creo un movimiento dotado de razones sagradas, volvieron los días de la independencia.
Después aquel sentimiento altruista que nació en un pequeño batallón del ejército que volvía a ser Libertador, se fogueó en la insurrección de abril y despertó la conciencia de muchos. Allí comenzó la reconstrucción de la sociedad. Primero fue el entusiasmo, el amor al líder unió a las multitudes, aquel hombre que hablaba de Bolívar, que encendía el amor por la Patria, que repartía razones sagradas devolvió el amor, la gente se quiso más, quiso más, se descubrieron semejantes, se ayudaron, dejaron de agredirse, compartían una misma meta, una misma razón de vivir. Y así, predicando se convirtió en Mesías y la buena nueva se regó por todo el Continente.
Después el Cristo se encontró con Marx y la voluntad de amar consiguió la forma material, y se dio el gran salto hacia el Socialismo. La Sociedad se iba reconstruyendo, la búsqueda daba resultados, poco a poco se levantaba el edificio social, la solidaridad fue el cemento. Y vino Abril. Y los capitalistas chocaron contra el formidable muro de un pueblo unido que defendió a su líder y se elevó en lo espiritual, el altruismo se puso a prueba y salió airoso. Esos días disminuyeron los robos, asesinatos, agresiones, el amor trajo de vuelta al Comandante y nos mostró lo que es la unión, viva y militante, cuando hay objetivo social, mucho más allá de la suma de los egoísmos, cuando el individuo se hace sociedad y la sociedad, el colectivo, ampara a todos sus hijos. Esos días supimos lo que era el Socialismo. Luego vino el triunfo sobre el sabotaje petrolero hijo de las hazañas de Abril.
Chávez nos hizo Sociedad, nos dio razones sagradas para luchar, altruistas, solidarias, amorosas. Con él emprendimos la lucha contra el egoísmo, fuimos construyendo relaciones humanas socialistas, comprendiendo que la suerte de uno depende de la suerte de todos, que no hay salida individual. Fuimos ejemplo para el mundo, el asombro recorrió a la humanidad: “No todo está perdido, volvió la esperanza de la liberación de la esclavitud capitalista”.
Al Comandante lo crucificaron. Los capitalistas no toleran el ejemplo, debían destruir el camino, apagar la llamarada encendida…
Vinieron los diminutos a proponer adorar al becerro de oro, y la danza derrumbó lo construido, la solidaridad de Abril se transmutó en la orgía del “dakazo”, el monstruo egoísta alimentado con promesas. Y volvimos a ser la suma de mezquindades, sin razones sagradas para vivir, consumistas; regresaron los capitalistas a transitar el camino abierto por los diminutos, y la propiedad egoísta ocupó el esfuerzo colectivo.
Despojados de los que Chávez nos dio caminamos erráticos…
