Cuando me castigas te castigas

El chavismo (no el oficialismo) es ignorante, tierruo, marginal y repite como un loro todo lo que dice el gobierno, pero, de dónde salen los argumentos de la masa opositora, esa “masa pensante” que suele tener la Razón simplemente por el hecho de Ser Razón. Una masa pensante que no cuestiona jamás sus premisas, para ella simplemente la verdad Es, existe y la mira en el espejo.

No pasa un día sin encontrar a expertos de panadería que predicen una era de gloria para el país si se libera el Dólar, intelectuales de centro comercial que luchan por su derecho a la divisa del Tío Sam. Esos que afirman que todo chavista es enchufao, vago, y hasta lumpen. Una inteligencia de mierda cuya soberbia se desborda en las redes sociales en tesis de 140 caracteres.

A esa inteligencia, que delira por unos ojos azules y cambia de esquina cuando pasa un negro, no se le ocurre detenerse a pensar en la razón tras su premisa, detenerse en un país donde la delincuencia galopa en caballos de acero es impensable para dicha masa pensante.

La sociedad venezolana es una sociedad parasitaria, menos del 5% de la población produce más del 95% de las divisas que ingresan al país, el resto tampoco es que lo produce la empresa privada, por cierto. El Estado por mandato constitucional es el administrador de esos recursos, de tal forma que las políticas públicas sean el medio para transformar los ingresos de la nación en derechos efectivos para la población.

Sin embargo, cuando el tipo de cambio se libera el Estado pierde el control sobre los ingresos, y deja en manos de la especulación el acceso a las divisas. Sólo hay que ver la historia de Venezuela y seremos testigos de cómo las grandes fortunas de las familias de siempre, y de las de ahora, se han construido por el acceso privilegiado a la moneda extranjera. Cuando la divisa se ha liberado son los grandes capitales trasnacionales y sus eunucos locales los que se benefician directa e indirectamente del mercado cambiario, son los que desangran al país sin poner nunca un billete verde de su bolsillo, sin riesgo alguno, el riesgo siempre lo asume la nación.

Por su parte, el control de cambio no es la solución última, sobre todo cuando éste se transforma en mecanismo para reproducir los privilegios del mercado, ya que la historia nos ha demostrado que de igual modo los mecanismos de desangramiento siguen funcionando. La razón de esto, un sector empresarial que jamás, entiéndase no en los últimos 15 años, jamás ha invertido en el país. Vale decir, invertir no significa producir Harina Pan y Cerveza con dólares que produce el Estado, invertir significa poner a producir tu empresa con los dólares que tienes en cuentas en el exterior, cuentas que han sido infladas con el saqueo sistemático a la nación. Como nuestra memoria es corta voy a tratar de recordar por qué se llegó al control de cambio.

A diferencia del control de cambio impuesto en la década de los ochenta del siglo XX, cuando la fuga de capitales se debía a la inminente crisis de la deuda, tras la decisión que tomara la Reserva Federal de aumentar la tasa de interés, el actual control de cambio fue una medida política en el marco de las agresiones hechas por aquellos por los que la masa pensante votará el 6 de diciembre. Vale recordar, que antes del sabotaje petrolero en 2002-2003, la oposición llevó acabo un paro iniciado también en diciembre pero de 2001, un “paro nacional” que usaba como excusa el famoso decreto 1011 (sobre los supervisores itinerantes).

Al margen del “paro” de 2001, los venezolanos(as) veníamos de sendos procesos electorales, referéndum constituyente, aprobación de la constitución y las llamadas mega elecciones en las que se renovaron todos los poderes. Así se abría un período en el que no tendríamos elecciones en puerta en los próximos años (salvo por la posibilidad de realizar un referéndum revocatorio). De tal modo que la clase política opositora se lanzó abiertamente a un proceso de desestabilización que tuvo su corolario monetario, las grandes fortunas y sus socios transnacionales iniciaron una guerra contra la moneda que ocasionó la devaluación forzosa de la misma. Vale decir que no había aún control de cambio.

En el escenario de guerra que vivimos entre 2001 y 2004 se instaura el control de cambio, aún no se había tomado la medida cuando los expertos de antes y de ahora ya anunciaban el mercado negro. Tras el referéndum en 2004, con el control de PDVSA y de la entrega de divisas, el aumento de los precios del petróleo trajo un escenario donde las divisas que se entregaban para cupo electrónico ascendían a 3000$.

El ta´barato dame dos se hacía por Amazon, la banca repartió tarjetas de crédito a sectores que nunca habían tenido acceso a ellas, el control de cambio en tiempo de bonanza creó UNA BURBUJA DE CONSUMO.

En 2008 el mundo fue testigo de la explosión de la burbuja inmobiliaria y, como hoy con las explosiones en Francia que silencian las explosiones en Palestina, la implosión de la BURBUJA DE CONSUMO ha sido totalmente ignorada. La baja de los precios del petróleo a escala mundial ha implicado una contracción en las importaciones a escala local, para los Venezolanos que vivieron el sueño de las wish list y de las gift cards, para una generación de venezolanos que fue capaz de comprar los estrenos de diciembre en los centros comerciales, el mundo cambió de la noche a la mañana.

Una generación que no se explica por qué mientras en Estados Unidos desalojan a la gente de sus casas a ellos les rebajan “el cupo”, mientras el mundo se indigna por los desalojos en Estados Unidos, en Venezuela la masa pensante se indigna por no poder comprar por Amazon.

Lo terrible de todo esto es que a diferencia de la “la Sifrina de Caurimare”, quien disfrutó el ta´barato dame dos en Miami y transformó a Paparo en su Norte de la Florida, la generación de las gift card vivió la bonanza y no se dio cuenta, su odio visceral al chavismo, su racismo a flor de piel, la hizo vivir en la arrechera (esa que invitaría a descargar Capriles), son una especie de Forrest Gump incapaces de valorar el momento que les tocó vivir, neurotizados por la invasión de pobres en el Sambil. Es esa mujer pensante que a la espera de su hija, a la salida de la escuela de flamenco en Las Mercedes, afirma sin desparpajo “ahora compro menos porque los pobres también compran, qué vaina”. Una masa pensante inconsolable en un lamento que tiene por causa su propio destierro, una masa pensante que antes de compartir el país prefiere destruirlo o abandonarlo.

Las premisas de esa masa pensante no permiten que se pregunte sobre las diferencias entre aquellas razones que, en los albores del siglo XXI, llevaron a implantar el control de cambio, y las razones que hoy podemos esgrimir para sostenerlo. Repiten como una verdad bíblica que las colas se acaban si el gobierno entrega los dólares, que la honestidad de los empresarios es indiscutible, que son ellos lo que sin producir un solo $ garantizan el bienestar del pueblo. Una masa pensante que no se harta de repetir “si es bueno para los empresarios es bueno para mí”

Una masa pensante que vive castigada tras las rejas de su Razón, que busca castigar al culpable de su arrechera, sin darse cuenta que a quien castiga es a ella misma.



jjrl51@gmail.com



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