¿Fue Chávez y el 4 de febrero una pasión inútil? ¿Sólo vivimos un sueño?

Los años de Chávez parecen un sueño, un lindo sueño. Entonces la Humanidad se encontró consigo misma, descubrió su condición humana, la gente vibró movida por sentimientos amorosos, dejó de ser un instrumento del mercado, una pieza inconsciente del consumo y la producción. Había razones sagradas para luchar, para vivir, la alegría cubrió a la sociedad, nos reconocimos hermanos. El planeta nos miró y por instantes fuimos ejemplo, esperanza.

Después todo se cambió por palabras vacías, recursos retóricos, "sarcófagos blanqueados". Y como la única verdad es la realidad, el sueño se disipó, y nos embargó la nostalgia, el desencanto, el escepticismo, las bofetadas de la existencia que nos negamos a aceptar que ahora es otra.

¿Todo acabó, todo fue inútil, valió la pena?

Intentemos una respuesta.

No se puede entender a Chávez aislado de la historia universal, de las luchas de la Patria, del Continente. El Comandante se inscribe en el espíritu de Espartaco, de Cristo, de la Revolución Soviética; es, sin dudas, continuador de Bolívar, de Zamora, de Fabricio, de Fidel, del Che. El 4 de Febrero no fue un capricho de aquellos ángeles, fue la expresión del soplo vital de la Humanidad bregando por su redención, el mismo que impulsó el Paso de los Andes, el Asalto al Moncada, la Toma de la Bastilla; es hijo directo de Iracara, del Guaramacal, de Ponte Rodríguez y del Teniente Tulio, de Magoya y de Argimiro, de Jorge Rodríguez, de los mártires de Cantaura, del internacionalismo de Machurucuto y de tantos anónimos que dieron su vida para mantener viva la llama del mundo nuevo, del Hombre Nuevo.

Es así, Chávez pertenece a la corriente sagrada que agrupa a lo mejor del humano en lucha feroz contra la aberración. Esa guerra se alimenta del pasado para continuar, infinita, hacia el reencuentro de la esencia del hombre. Chávez es ser histórico, se yergue sobre las luchas pasadas y alimentará las luchas por venir.

Orgullosos estamos de ser contemporáneos de Chávez, de haber avizorado el futuro del planeta, de saber que toda lucha, por pequeña que parezca, por inútil que se crea, alimenta ese torrente libertario que el Comandante nos trajo. Es así, no hay lucha revolucionaria desperdiciada; un grito, una pinta, un golpe de Estado, una insurrección, un escrito, un programa, todo alimenta al torrente revolucionario; en la Revolución no hay fracaso, no hay derrota, sólo acciones que formarán parte del triunfo futuro. Al contrario, la dejadez, no indignarse frente a la injusticia, la comodidad del callar, las batallas sólo en el entorno, la falta de visión social, histórica, eso sí perjudica a la causa de la Humanidad.

Las épocas difíciles para la Revolución -ya lo hemos dicho- son aquellas cuando se comienza a perder la batalla ideológica, cuando los campos en pugna se igualan, los falsos revolucionarios vuelven los ojos al capitalismo como remedio a los males que él mismo creó, cuando se lo llama, se lo estimula; en aquel momento, las metas se confunden, se extravía el camino, se trastocan los enemigos, fácil se convoca a un capitalista e igual se persigue a los revolucionarios. Las masas se confunden, no atinan a diferenciar los verdaderos enemigos y los verdaderos amigos, se gastan en peleas bufas que no tocan la esencia del sistema capitalista, al contrario, lo protegen. Los problemas se tratan en la superficie, el foco de atención no es el capitalismo, su lógica, sino, por ejemplo, una llamada entre capitalistas que se comportan como lo que son, o las peleas de utilería contra los tontos de la mud. De esta manera, la razón de ser de la Revolución ya no es cambiar al sistema, sino sanear al capitalismo de los especuladores, de los remarcadores de precios, de los empresarios que hablan con el fmi; construir una oposición que respete, todo para dejar incólume al sistema.

En estas épocas difíciles, el papel de la vanguardia, de los dirigentes, de los intelectuales es más importante y más complejo que nunca: la Revolución se pierde pero no en el campo de batalla contra las fuerzas oligarcas, sino entregada desde adentro, con retórica y disfraz revolucionario.El deslizamiento es sutil, sólo se percibe cuando el mal no tiene retorno. Las metas se cambian: ahora no es el Socialismo, sino los objetivos de la onu; el sistema no es malo, sólo algunos malucos que suben los precios; el capitalismo es necesario para elevar las fuerzas productivas. Se conserva la fachada de la Revolución y por dentro crece el capitalismo. La unidad ya no es la de los socialistas, para construir Socialismo, se la confunde, se la usa para contrabandear el pacto con la burguesía. La paz es excusa para no enfrentar a la burguesía.

En estos tiempos difíciles, la lucha es más necesaria que nunca, su importancia es mayor, hoy estamos alimentando los triunfos futuros, recordemos, estemos seguros de que en la Revolución ningún esfuerzo se pierde.

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Toby Valderrama y Antonio Aponte

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