El punto de bifurcación del proyecto Bolivariano

El buen amigo, intelectual y político boliviano Álvaro García Linera define como punto de bifurcación el momento histórico y preciso en que se produce el quiebre de la situación de empate catastrófico, entre fuerzas revolucionarias y contra-revolucionarias, en el ámbito de una crisis final de las estructuras del Estado, en donde ambas fuerzas muestran capacidad de movilización y confrontación en el ámbito institucional.

Para el caso de Venezuela, ese empate catastrófico se mostró en evidencia con los resultados electorales de abril de 2013, aunque al final del ese año la correlación de fuerzas en el ámbito municipal le otorgaron un “respiro” importante al proyecto bolivariano, todo esté año 2014 ha significado una situación de estancamiento, donde la direccionalidad del proceso político que había impuesto Chávez – la contra-hegemonía en sentido gramsciano- ha sido desplazada a una reacción continuamente defensiva, por el ataque constante de las fuerzas opositoras y por el desencanto que ha causado las contradicciones internas en el proyecto bolivariano.

Para entender el aporte de García Linera y contextualizarlo a la realidad venezolana, debe plantearse que la construcción del proyecto bolivariano no ha sido un proceso lineal. Por el contrario, ha tenido momentos de tensión – casi explosivas- en diversas etapas, que demuestran como las fuerzas revolucionarias que articularon la propuesta de bloque de poder planteada por Chávez, no han conseguido ejercer efectivamente el poder, no en términos electorales, sino en términos de superación de las contradicciones tardo-capitalistas de la sociedad venezolana. Las situaciones en el país en 2002, 2004, 2005, 2007, 2013 y 2014 demuestran la validez de esta hipótesis interpretativa que construimos. Es más, cada día parece fortalecerse el accionar contra-revolucionario de las fuerzas opuestas al proyecto bolivariano y el impulso que deberían tener el bloque social ascendente y liberador no crece –como debería esperarse- aceleradamente. ¿Por qué es de esperarse ese crecimiento? Sencillamente porque hay resultados que mostrar en términos de atención a los grupos subalternizados, sobre todo en lo que respecta a la educación, la salud, la disminución de la desigualdad colocando al país entre los primeros lugares, una inversión social entre 1998 y 2013 superior a los 650 mil millones de U$, enormes esfuerzos de distribución descentralizada del poder a través de comités de tierras, agua, consejos comunales, entre otros. Pero a pesar de ello, en lugar de generar – en palabras de García Linera- una construcción hegemónica ascendente, se ha producido una especie de “paralización” caracterizada por un estancamiento en relación a la superación de la crisis del Estado Liberal.

Ese estancamiento no ha avanzado en establecer el “punto de no- retorno” – ir más allá del Capital en las ideas de Mezsaros- por el contrario hay signos preocupantes: el aumento de la dependencia rentista del petróleo – y con ello el reforzamiento del carácter capitalista de la economía- que paso de 68,7% en 1998 a 96% en 2013, el surgimiento de una elite propietaria en el seno del proyecto bolivariano (la derecha endógena, mal llamada boliburguesía), una crisis de abastecimiento producto del mecanismos perverso de especulación a través de la distribución de divisas y que al mismo tiempo, nutre la inflación y el mercado negro de divisas, todo ello ante la mirada atónita – y a veces complaciente- del aparatik político. Para García Linera, el punto de bifurcación es una etapa cumbre en la crisis del Estado, de sus estructuras de dominación y de las fuerzas políticas en pugna. El punto de bifurcación en Venezuela es múltiple, en nuestro criterio. Por un lado, es una bifurcación a lo externo de las fuerzas revolucionarias y contra-revolucionarias, en un espectro izquierda, derecha y centro-izquierda; pero también es una bifurcación en lo interno de las fuerzas revolucionarias del proyecto bolivariano; pues representará la resolución de una pugna entre pragmáticos, reformistas, ortodoxos y revolucionarios críticos.

El punto de bifurcación es una medición de fuerzas, que tiene como escenario las esferas de poder y puede adquirir momentos insurreccionales muy violentos, pero también es un momento de medición de la hegemonía – en sentido gramsciano- y el triunfo dependerá de la naturaleza ética y moral ante el resto de la sociedad. Ya los venezolanos vivimos un punto de bifurcación, con la elección de Chávez en 1998 y se impuso con el discurso político y ético de lucha y superación de la IV República. Hoy el momento de bifurcación se complejiza por el escenario geopolítico, por la articulación – y sustento trasnacional- de las fuerzas opositoras, pero sobre todo por la debilidad ética que se ha evidenciado en las posturas dominantes que han impuesto las tendencias pragmáticas-reformistas y ortodoxas en el seno del PSUV. Ese punto de bifurcación estará signado por lo que ocurra en 2015, a través de la resolución de los procesos democráticos y dependerá del hecho que las fuerzas de la construcción hegemónica ascendente retomen su liderazgo liberador en lo interno del PSUV, que se profundice el carácter de la democracia revolucionaria pero sobre todo que se retome el diálogo deliberante, tanto hacia lo interno de los factores aglomerados en esa organización política como hacia los actores externos, enfrentados al proyecto bolivariano.


Historiador/politólogo
Juane1208@gmail.com



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Juan Eduardo Romero

Dr. Mgs. DEA. Historiador e Investigador. Universidad del Zulia

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