Socialismo y propiedad

Los boliburgueses de “cachucha y franela roja-rojita” que se las echan de algo, enterados de lo que es eso que llaman socialismo, no repiten ya la estupidez de que éste busca el reparto, a la manera que ellos entienden esto del reparto. Son ya menos que antes los que, rezagados en Kautski, Hollande o Felipe González (para no ir más lejos) o en cualquiera otro sofista como aquéllos, patosa nulidad como el galo, o ladrón vende patria como él andaluz, no conocen más socialismo que el de Proudhon y los primeros comunistas franceses. Poquito a poco se van enterando, aunque mal, de las cosas, y aunque todavía no les entran en la cabeza principios de economía, corrientes hoy en la ciencia, no siguen ya tan apegados a las falacias de lo que llaman escuela “ortodoxa” (que también los boliburgueses tiene su “ortodoxia” económica).

Sabido es que no tienen sus cabezas para comprender que la solución por cuyo advenimiento trabaja el socialismo es lo que tiene que venir por la fuerza misma del progreso económico, que la rancia burguesía ha fundado y defiende, y que sólo se trata de remover los obstáculos que a la marcha regular oponen ellos. Habría que despejarles la cabeza de la balumba que en ella tienen, para meterles la idea de que el proceso económico libre de trabas nos lleva a un estado en que el capital no producirá nada a quien no lo trabaje por sí, ni le producirá más que lo que valga su trabajo; a un estado en que volverán a unirse el capital y el trabajo, disponiendo libremente cada trabajador del instrumento de su labor.

No hay palabra más ambigua que esa de propiedad, y que se preste a más abusos. Cuando dicen los que desconocen el socialismo que en éste régimen nadie tendrá propiedad privada, se les podría contestar que la tendrá todo el mundo por derecho. La propiedad que se puede y debe apetecer humana y racionalmente es la de disponer cada cual de los medios de producción que necesite para su trabajo sin que dependa para ello de la voluntad de un acaparador que le explote, y la de disponer de los productos de su trabajo.

No llega, seguramente, la indiferencia del pueblo por los cambios políticos que acaecen en el campo de la Revolución hasta el punto de no preferir, y aún en ciertos casos de favorecer, aquellas soluciones políticas más adecuadas para su organización, ni dejará de aprovechar para sus fines el conflicto constante de las fracciones de los boliburgueses. Más si esta discusión abstracta del derecho de propiedad individual de los medios de producción, demostraría fácilmente que tal derecho no debe subsistir. En las discusiones de clase y clase, nada tan estéril como la persecución de lo que debe ser. No hay bicho más preguntón que un boliburgues, sobre todo si es semidocto, cuando quiere entender las cosas.

A esas preguntas mentales del lector boliburgues tenemos que contestarles: 1º, que no hay nadie que pueda trazar un cuadro de cómo será la sociedad futura con sus pelos y señales todas; 2º, que tenga paciencia y estudie; 3º, que un medio de comunicación no es una cátedra ni un libro didáctico y, aquí, más que darle de comer (a su mente) nos proponemos abrirle el apetito para que acuda a donde pueda satisfacerlo, y 4º, que pierda el perverso vicio de la cochina lógica que consiste en juzgar de un cambio social (o de otra clase), suponiendo que mientras cambian unas relaciones, unos aspectos de las cosas, un orden de éstas, sigue lo demás como está. Le rogamos se fije en esto último y lo piense bien porque hay que volver sobre ello.

Señores boliburgueses y rojo-rojitos de cachucha y franela: “El socialismo significa entre otras muchas cosas, el hacer de la administración pública lo que es la de toda Empresa comercial, una función técnica, servida por técnicos pagados para tal servicio, eliminando la corrupción y el robo. El socialismo significa la conversión de la política en administración y la sustitución del Gobierno capitalista, para ponerlo al servicio del pueblo. Socialmente se busca que mejore la vida del pueblo; que todos tengan trabajo con un salario justo, que sea alimentado, abrigado, domiciliado humanamente, (vivienda) y darles educación y seguridad social gratuita para todos, aunque se tengan que privar los boliburgueses de lujos, suntuosidades, y estúpidos derroches.
Los boliburgueses son enemigos de los que perturban sus “mentiras vitales”. Frente al pueblo que les trae un nuevo mensaje, su primer gesto es hostil; olvida que necesita de esos grandes espíritus que, de tiempo en tiempo, desafían su encono, “predicando verdades vitales”.

¡Sigamos siempre juntos con Chávez!

¡Patria Socialista o Muerte¡

¡Venceremos!


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Manuel Taibo


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