Un Grano de Maíz

Ruptura y asombro

La Revolución supone una profunda ruptura con el pasado y un asombro cotidiano. No se concibe una Revolución parsimoniosa, imperceptible, sin sobresaltos.

La Revolución nunca es la acumulación de reformas, es más bien la suma de profundas rasgaduras que ocurren en lo social y sobre todo en el individuo: una época con toda su lógica es desechada, una nueva visión del mundo y una nueva relación emergen de las entrañas de lo viejo donde se gestaban en la placenta de las contradicciones.

Los dirigentes revolucionarios desafían la hermosa pero difícil tarea de ser ejemplo de la nueva visión, de la nueva ética. Son seres del futuro, "animales de galaxias" que vienen a jalonarnos hacia el futuro. Por eso su comportamiento debe asombrar, hacerse leyenda.

El 4 de febrero en la madrugada conocimos un hecho revolucionario: fascinó que aquellos ángeles hubiesen corrido el riesgo de rebelarse contra lo que parecía eterno, poner en juego su existencia apacible, apostar a la vida. Ese día la resignación se fracturó, el mundo podía cambiar, lo perpetuo era una ilusión, la Revolución irrumpió como huracán en la vida social... pero también en la vida individual.

Llegó la hora de los riesgos, de aventurarse en lo inédito, las redes de seguridad cayeron junto a su mentira, la vida se develó incertidumbre. Cuando el Comandante se declara "culpable" de ser digno, arrasó con un mundo de falsedades. Aquellos políticos, la política burguesa, perdieron su magia: había otras maneras de dirigir a la sociedad.

Desde ese instante los individuos a cada paso son retados por decisiones que los asustan, por la perplejidad.

La Revolución, podríamos decir, es la suma de esas pequeñas aventuras: romper con un escrito, con un diseño, asombrar con un discurso, decir lo que la gente lleva en el alma pero no acaba de parir, desentonar, afirmar o negar contracorriente.

Así se van tallando las posibilidades de las grandes decisiones revolucionarias, con estas acciones los líderes se van construyendo y van levantando pueblo capaz de comprender el hecho revolucionario.

Chávez es un maestro de la ruptura creadora. Lo hizo el 4 de febrero y lo repite mil veces en su gobierno.

Nunca exige red de seguridad, corre riesgos, no espera condiciones ideales, sabe que las decisiones revolucionarias crean sus propias condiciones: se hace amigo de la Cuba bloqueada, visita a Saddam asediado, se encuentra con los iraníes. Y cuando todo el mundo esperaba odio... perdona. Presionado por la burguesía con el sabotaje petrolero, que pedía conciliación, se atrinchera, los derrota, se declara socialista y enciende un faro que alumbra al planeta.

Es así, el revolucionario debe correr riesgos todos los días, a cada instante, si acierta será un héroe, si fracasa, si todo sale mal, será considerado un loco, un olvidado. No hay Revolución sin ese riesgo infinito, sólo el reformismo pretende inútilmente la certeza y sólo consigue distraer la marcha de la historia.

¡Con Chávez es con Maduro!

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Antonio Aponte

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