Motín en el paraíso

Terminaba el año de 1988 y Venezuela parecía ser el paraíso dentro de un mundo caótico y problematizado. Culminaba la presidencia de Jaime Lusinchi, quien después de concretar “la mejor negociación de la deuda externa del mundo”, años después diría con su habitual desparpajo: “la banca me engaño”. En este paraíso nada parecía suceder, los sucesivos escándalos de corrupción (Sierra Nevada, los jeep de Ciliberto, cementos andinos, recadi) no lograban conmover a la maniatada opinión pública, prisionera de los dólares preferenciales, la represión y la tortura estaban a la orden del día, las masacres de Yumare, Cantaura, el Amparo apenas causaron revuelos en la prensa. Eran tiempos duros para los luchadores sociales, una izquierda rosa, burocratizada y enquistada en el congreso, salvo honrosas excepciones, languidecía suspirando por cargos en el CONAC y proclamando que el 8% logrado en las ultimas elecciones era histórico. Detrás de esta fachada de armonía social, el desempleo, los sueldos de hambre, la entrega del país a las transnacionales, el crecimiento galopante de la pobreza extrema, se sumaban a la crisis hospitalaria, la escasez alimentaria, los bachilleres sin cupo, etc. Es en el marco de esta situación donde CAP gana las elecciones y muchos creen en el retorno de la “Gran Venezuela”. La juramentación del nuevo presidente se realiza con gran Fausto, tanto así que el pueblo la llama “la coronación”; mandatarios de todo el mundo, fabulosas fiestas, grandes comilonas enmarcan la celebración y las delegaciones del FMI y el Banco Mundial pasan desapercibidas.

En febrero del 89 fue el amargo despertar, por primera vez los venezolanos oímos hablar de “Agenda Venezuela” y empezamos a entender de que se trataba el neoliberalismo. Aumento de la gasolina, eliminación de subsidios a la comida y a la gente, aumento de los servicios públicos, recortes de los programas sociales, despidos masivos en el aparato del estado, aumento de tarifas en el transporte publico y privado, había que reajustar la economía a favor de los grandes capitales nacionales y extranjeros pero el costo debían pagarlos los pobres, la bancarrota del estado, los déficits de las transnacionales, tenían que pagarlos los de siempre, los humildes.

Todo comenzó con un incidente insignificante en Guarenas, nadie sabe con certeza como arranco, un chofer malhumorado que agredió a alguien que no tenia el pasaje completo, una cola demasiado larga, demasiado lenta, vaya Ud. a saber, lo cierto es que de allí surgió la chispa que encendió la pradera y pronto la indignación y la rabia contenida por años se desato y estremeció al país por los cuatro costados.

Miles de paginas se han escrito sobre el Caracazo y sus consecuencias, para nosotros, la mas importante, es que este hecho histórico significo la ruptura total con el pasado, de ahí en adelante ya nada volvería hacer lo mismo, ese espejismo de armonía social quedo destrozado, la paz entre clases sociales se demostraba imposible una vez mas. Febrero del 89 abrió las compuertas de la rebelión, del nunca mas, del YA BASTA, le demostró al pueblo su fuerza, su posibilidad real de cambiar la historia, de tomar en sus manos la capacidad de construir su destino. Mas adelante vendrían otros combates, otros febreros como el del 92, vendrías triunfos y victorias, pero fue en febrero del 89 cuando un pueblo cansado del sufrimiento y la explotación dijo basta y hecho a andar.

*Alcalde de Vargas


alcaldiavargas@gmail.com


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