Partido y gobierno revolucionario...¿cierto o cerca?

Como es del conocimiento público, el 2012 que ya está a la vuelta de la esquina, se nos presenta como un año repleto de elecciones. De enero a diciembre, el calendario estará recalentado por las decisiones que habremos de tomar para elegir concejales, alcaldes, gobernadores y el Presidente de la República. Compromiso y reto para todos los venezolanos involucrados en el quehacer de la gestión pública y el trabajo partidista, pero de manera especial para quienes estamos comprometidos con la Revolución Bolivariana. El objetivo no es otro que ganar para seguir avanzando en un proceso que indudablemente ha encontrado escollos internos y externos, que han repercutido en las posibilidades de un avance más significativo y profundo.

Para la Revolución Bolivariana pesa, por ejemplo, el precario nivel y el desdibujamiento deL PSUV como referencia organizativa primaria del proceso. Una relación partido-gobierno que debería ser la fuerza de consolidación y empuje de la acción gubernamental se ve desmejorada precisamente porque se ha descuidado o menospreciado la trascendencia e importancia que tiene el Partido en esta o en cualquier otra revolución. Quienes así actúan no se imaginan las consecuencias negativas. No se imaginan el mañana, porque muchos de ellos no vivieron y ni les interesa el pasado. No han entendido lo vital de la organización partidista en cualquier momento histórico, y éste es crucial para millones de venezolanos que han apostado su futuro a la Revolución Bolivariana y al liderazgo de Hugo Chávez.

Es preocupante que esa arrolladora “militancia” que a la voz de tres se presenta en grandes concentraciones, no pueda a esta altura estar consolidada orgánicamente. Aunque conocemos de las iniciativas que hoy se adelantan, precisamente a partir del Primer Congreso del PSUV, es de esperar que tal esfuerzo no se lo trague la campaña electoral que a la postre se convierte en una mezcla de proselitismo, demagogia, clientelismo, espontaneismo, populismo, vanguardismo y otras tantas desviaciones.

Para las organizaciones del proceso revolucionario llegó la hora de jerarquizar el trabajo partidista. Ubicarlo en franca relación de armonía con la gestión de gobierno. Ambas instancias deben entender su función. Discusión, comunicación y respeto entre ambas coadyuvan hacia posibilidades de éxito. Sin ánimo de generalizar, sobran los gobernadores y alcaldes quienes se asumen con una omnipotencia saturada. Lo son todo. Son el gobierno y son el partido. He allí la razón del poco éxito de sus gestiones y, por tanto, la urgentísima necesidad de fortalecer orgánica e ideológicamente a las organizaciones que apoyan este proceso.


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Juan Azócar


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