(Conozcamos los Valores de Cambio)

Los Asalariados no le Sirven al Pueblo

Contra la naturaleza del valor y de su consecuente definición científica se estrellaron portentosos cerebros que precedieron a Carlos Marx: William Petty, Benjamín Franklin, Aristóteles, David Ricardo, François Quenay, etc., y por supuesto todos los apologistas de la Economía Vulgar que les han sucedido[1]. Adam Smith, si bien reconoció el valor-trabajo, le negó su carácter variable dentro de la jornada[2], y con ello sentó las falsas   bases especulativas del antimarxismo que florecería un siglo y pico después de su muerte.

Los orígenes de los mercaderes precapitalistas se remontan a los arcanos y costeños fenicios del Cercano Oriente, hoy respetables libaneses, quienes   practicaron inicialmente el comercio de trueque para suplirse de recursos exóticos, e inventaron   la moneda[3] que marca el nacimiento de la mercancía a escala mayor.

Se trata de tres categorías y una misma realidad económica ya que ninguna de ellas resulta concebible si faltase alguna de las otras, pero aún así es la mercancía la que sirve de base y actúa como reguladora del comercio y del dinero[4]. Por eso Marx estudia, a manera de epítome, la mercancía a la que concibe e identifica científicamente como célula del sistema capitalista[5], sin que por esto niegue sus antecedentes meramente mercantilistas. Valga siguiente digresión: Si bien Marx investigó y extrajo conclusiones de manera abstraccionista e inductiva, hechas las concreciones correspondientes, revirtió deductivamente sus hallazgos y procedió a redactar su “Contribución a la Crítica de la Economía Burguesa” de marras. De allí su interesante distinción entre los procedimientos de investigación y los de exposición de los correspondientes resultados a los que él brillantemente arribó[6].

1.-De partida, la mercancía capitalista es producida como valor de cambio que funge de contenido o expresión social, mientras su continente, el valor de uso[7], es un simple “parapeto” o requisito técnico porque sólo así se materializa la aplicación de la fuerza de trabajo del asalariado sobre los medios de producción involucrados, o la de cualquier trabajador que produzca bienes artificialmente como alternativa a los bienes naturales o “prefabricados” ya listos para su consumo humano.

Históricamente, los artesanos y campesinos del precapitalismo vendían sus mercancías por debajo del valor que les había costado, en términos de inversión de su fuerza de trabajo aplicada durante determinado tiempo y calidad técnica, aunque no lo supieran. De esa diferencia de valor se aprovechaba el comerciante. Los campesinos no sólo eran explotados en jornadas íntegras en las tierras “del” feudal, sino también por el comerciante que les compraba “con regalo” parte de su producción excedente, y cuyo valor monetario lo requerían sus vendedores para la compra de otros valores de uso, urbanos algunos, y porque la división del trabajo ya había arrancado en condiciones de propiedad privada. En medio de ese cuadro preburgués, los campesinos y artesanos de marras sí servían al pueblo, por lo menos en la fracción del “PIB” que ellos controlaban y de la que eran propietarios.

Esas particularidades de la doble explotación feudal podrían haber valido como bandera política a favor del burguesismo emergente, sobre todo porque la esencia del valor de cambio siempre fue desconocido - lo sigue siendo para muchos- , pero es una hipótesis deleznable ya que en el modo capitalista es cuando la “explotación del hombre por el hombre” cobra su mayor y más intensa fuerza, habida cuenta de que esta explotación se realiza permanente, continua, plena y universalmente en cada rincón productivo del planeta[8] ,  durante cada segundo consumido, de la jornada, y lo hace acumulativamente,  de manera explosiva. No en balde, Carlos Marx y Federico Engels pidieron a gritos que los proletarios del mundo se unieran[9], porque todos estaban corriendo la misma suerte y con   simultaneidad extra y continental, por aquello de ser productores de mercancías y dar ganancias patronales en términos de una ganancia media mundial, desnacionalizada y apatrizada. De allí que hasta resulte opinable hasta qué punto puede solicitársele patriotismo y nacionalismo a quienes “trabajan para vivir” y habitan en escenarios que no tienen fronteras mercantiles.

 

2.-El comercio de dinero, el interbancario y el bursátil son un “comercio lucrativo” sobre bases muy cuestionables, donde el dinero compra dinero sin pasar por los centros fabriles. Allí está la explicación científica sobre las causas de las grandes crisis financieras, las famosas ¿pompas de jabón”, crisis inevitables ocurridas en más de una oportunidad, desde que sobrevino la demanda insolvente de un acumulado de inventarios que de partida son invendibles, habida cuenta de que los trabajadores crean más valor que el que reciben como salarios[10]. La demanda burguesa de valores de uso es por principio de cuentas inferior a la oferta de valores de cambio.

 

El comercio bursátil no pasa por la producción de valores de uso, auténticos y únicos valores donde se plasma el valor de cambio como equivalente al valor trabajo que lo produjo y depositó entre los medios de producción involucrados. 

 

3.-Los estudios del dinero, como mercancía independiente de las mercancías cuyo valor expresan, y como simple medio de compraventa, se enfetichizan[11] y sólo conducen a laberínticos[12] callejones sin salida científica, a especulaciones de las más diversas[13].

 

Durante el capitalismo, el dinero pasa a controlar la producción de mercancía y consecuencialmente el mercado;  de esto  se desprende que el valor de cambio es en sí  mismo una mercancía , y  como éstas van al mercado, en este suele buscarse el origen de la ganancia que llamamos “lucro”;[14] y que se refiere a sobreganancias especulativas de variadas formas comerciales y concomitantes de la   ganancia fabril, de   la cual los comerciante,  banqueros y  gobernantes reciben su alícuota, según las circunstancias y lugares  de explotación capitalista.

 

Cerremos apuntando que todo valor de cambio capitalista tiene dos “socios” económicos, jurídicamente disociados, o “copropietarios: 1.- El propietario econojurídico, representado por el capitalista, en su condición de “poseedor” de los medios de producción básicos e iniciales para la fabricación del valor de uso - de propietario meramente jurídico de la mercancía terminada - y 2.- El asalariado como propietario económico de la   plusvalía que el patrono arranca   económicamente   y la registra jurídicamente como suya.

 

En numeritos algebraicos:

Valores de cambio = (1)Capital constante para el trabajo necesario  + (2) Salarios + (3) Capital constante para el trabajo excedentario + (4)Plusvalía, donde 1 y 3 = capital adelantado por el capitalista, quien recibe valores de cambio por ambos capitales conjuntamente con los valores de 2 y 4, mientras el asalariado sólo recibe un valor de cambio  por concepto de 2.

 

Por tan pesadas razones   los asalariados no pueden servirle a su pueblo; el asalariado le sirve a su patrono, y de allí que contradictoria, desvergonzada y obstusamennte, los explotadores se jacten y subroguen el trabajo perteneciente y creado sólo por la clase productora proletaria. El asalariado se sabe libre, sin compromiso alguno con su sociedad, y como tal dispone a su arbitrio de lo único que esa sociedad le permite tener como patrimonio: su Fuerza de trabajo que la comercia como lo haría con cualquiera otra mercancía, si fuera poseedor también de medios complementarios de producción[15].

 

Así, podría repetirse, sin ánimo de desmeritarlos como trabajadores y productores del Producto Interno Bruto (PIB), que los  asalariados no se prestan  servicio   a sí mismos ni al resto de la sociedad, puesto que, en lugar de producir valores de uso, producen valores del cambio para su patrono y para el resto de los capitalistas.[16] Que estos los vendan luego a los consumidores como valores de uso, a determinado precio y valor de cambio, resulta una perogrullada porque en ello les va la recuperación dineraria de su capital[17]. No en balde los fabricantes, comerciantes,   banqueros y gobernantes de la burguesía suelen adueñarse también de  esa prestación de servicios al “pueblo”;, en su condición de condueños como fabricantes, comerciantes,  financistas y gobernantes, siendo, como lo son, los más perfeccionados parásitos y coexplotadores esquilmadores que se ha conocido desde que aquellos valientes y originales comerciantes del Cercano Oriente se dieron a la mar mediterránea.

 

 

 

 

 

 





[1] Carlos Marx, El Capital, Libro Primero, Cap. I, 3-A, 2- a, Nota 17, b, III

[2]  Misma Obra, Cap. I, Nota 29, Cap. XIX.

[3][3][3][3] Definición sumaria: “El dinero es una mercancía que funge de equivalente general de todas las demás  como resultado de una acción social, de un convenio, un reflejo del valor social contenido en cada valor de uso  producido con mano de obra, ayer, feudal, hoy, capitalista. Como estos convenios los pauta una sociedad clasista, resulta obvio que el valor del dinero o su valor de cambio, o su precio, en sí mismo quede al entero arbitrio de sus dueños, de sus emisores, acuñadores, portadores a gran escala.

Estos son sucesoramente los mismos arcanos mercaderes de otrora, hoy metamorfoseados en prósperos y consolidados industriales fabriles, comerciantes y banqueros, cuyo mercado proveedor y comprador de mercancías es el globo terráqueo, por ahora.

 

Con la adopción general del dinero, operativo en el modo capitalista, aquel logró separarse de  la mercancía, y empezó a hablarse de “valor de uso” y “valor” o valor de cambio como si  lo uno pudiera concebirse sin el otro. De seguir vivo, se trata de un sistema de vida que hipotéticamente podría seguir extendiendo su explotación de proletarios en el mercado” del más allá”, de otros planetas y hasta más lejos. Ciertamente, el dinero burgués no tiene fronteras ni precio, porque una moneda no recibe fuerza de trabajo con suficiente valor trabajo, salvo los casos de monedas metálicas cuyo valor real le es intrínseco como valor trabajo. El Apoyo de estas inferencias se halla en: Carlos Marx, El Capital, Libro Primero, Cap. II  

[4]  Este aserto se ampara en   la “Ley de la Unidad y Lucha de Contrarios.

[5]  Obra citada,  Cap. I

[6]  Ob. Cit., Palabras Finales a la Segunda Edición Alemana.

[7]  Ob. Cit., Cap. I-2.

[8]  Carlos Marx/Federico Engels, Manifiesto del Partido Comunista, Cap. I (Burgueses y Proletarios).

[9]  Ob. Cit., Epílogo.

[11] Carl Marx, El Capital, Libro Primero, Cap. I-IV

[12]  Carlos Marx, Ob. Cit. Prólogo a la Primera Edición Alemana.

[13]  Ob. Cit., Cap. I-III, C-3, Nota 29. / Prefacio citado..

[14]  Carlos Marx, Ob. Cit. , Cap. V.

[15]  Obra Cit., Cap. VI, Íntegro.

[17] David Rosenberg, Comentarios a los 3 Tomos de El capital, Segundo tomo, Introducción.



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Manuel C. Martínez M.


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