Somos un constructo del quehacer cultural

Fue el uso de la mano como instrumento para hacer otras herramientas, lo que creó el constructo cultural y espiritual de la especie Homo Sapiens. Una vez terminado el proceso de transformación del seudohombre en hombre, es decir constituido ya el género mono sabio como ente biopsicosocial definitivo, se inició una actividad sin precedente en la historia natural de la vida en nuestro planeta: el quehacer cultural. La invención de una manera de vivir separó definitivamente al ser humano de las demás especies animales.

La mujer y el hombre construyen sus propias existencias, ya que vienen a este mundo desprovisto de todo. Hacen el constructo de su realidad, inventan su propia manera de vivir. Reedifican la realidad natural a imagen y semejanza de sus prácticas sociales, políticas, económicas e ideológicas. Crean la artificialidad es decir: la naturaleza modificada por la actividad humana, el artefacto cultural. La cultura es todo lo que la especie pensante hizo, hace y hará sobre la faz de la tierra. Este quehacer precisamente es lo que transformó al homo erectus en persona, lo que le humanizó.

La actividad cultural a causa de la cual nos hemos convertido en lo que somos, actualmente, se inició siendo muy rudimentaria, apenas se diferenciaba de la actividad de adaptación de los animales superiores. Pero las diferencias aparentemente en un principio mínimas, resultaron sin embargo, lo suficientemente importante para producir con el tiempo dos modos de vida tan distintos como él del hombre y él del resto de los animales.

En un principio la actividad instrumental del mono sabio fue elemental y funcionó al servicio de fines biológicos muy esenciales: alimentación, defensa, alojamiento y sexo, pero se diferenció de las de los simios más cercanos en que estos, capaces; por supuesto de arrojar piedras, de utilizar un palo como bastón o de convertir una rama en instrumento para robar miel a una colmena, jamás llegaron a trascender los límites de la actividad instrumental de primer orden.

Un chimpancé es incapaz de construir instrumentos valiéndose de otros utensilios, es incapaz de acceder a una actividad instrumental de segundo orden, acción que realizó el primer Pithecanthropus que unió una piedra con otra y creó el hacha de piedra potenciando la herramienta de su mano. Ahora bien, durante más o menos un millón de años como mínimo, el individuo vivió de la caza y de los frutos del campo y nada nos permite suponer, que las sociedades creadas por él durante todo ese tiempo estuvieran peor adaptadas al medio ambiente que las sociedades de otras especies. No destruía bosques para ganar tierras cultivadas, ni talaba árboles para construir, ni era tan ciego como para exterminar los animales salvajes que le proporcionaban su alimento. Mantenía el equilibrio del ecosistema. Pero con la aparición del trabajo, la agricultura, la domesticación de animales salvajes y la vida sedentaria los humanos comienzan a modificar profundamente la naturaleza, alterando su equilibrio en todas las direcciones y sentidos posibles.

Más tarde con la escritura, el inicio de la historia, las sociedades dividas en clases sociales, la propiedad privada, la división del trabajo y la acumulación originaria de capital; el proceso de humanización toma su rumbo hacia lo que es hoy: un mundo de profundas desigualdades sociales políticas y económicas donde impera la explotación del ser humano por sí mismo, la injusta distribución de las riquezas y la injusticia social; donde si lugar a dudas, el clamor de los pueblos del mundo es una sociedad de iguales, el Socialismo del Siglo XXI.

Camarada Jesús Muñoz Freites
Director de Educación y Desarrollo Social de la
Alcaldía Bolivariana y Socialista de Los Taques

jesusfreites11@hotmail.com