El fabianismo dentro de la revolución

En el año 1884 se fundó en Inglaterra un movimiento político que proponía, como eje ideológico, el establecimiento de reformas para construir el socialismo. Un grupo de intelectuales burgueses creó este círculo que, entre otras cosas, pretendía distraer a los oprimidos de la lucha de clases.

Este clan reformista fue bautizado con el nombre de “Sociedad Fabiana”, cuyos miembros, los fabianos, se caracterizaban por adelantar medidas sutiles para trascender las esferas del capitalismo, pero sin eliminar el sistema en su totalidad; en otros términos, consideraban que podían rescatar algunos elementos del capitalismo para fusionarlos con el socialismo. De esta manera –afirmaban– “nacería un sistema político más perfecto”.

Su denominación está inspirada en el nombre de Fabio Cunctator (El Temporizador), caudillo militar romano, célebre por su táctica de rehuir a los combates decisivos. Según dijo Vladimir Lenin, “la sociedad Fabiana constituía la expresión más acabada del oportunismo y de la política liberal obrera”.

A diferencia de Carlos Marx, los fabianos confiaban en la evolución a través de escalas de la civilización “hacia un socialismo real, sin necesidad de una revolución”. Planteaban que “el socialismo no consistía en crear un movimiento revolucionario, sino en el desarrollo y la evolución de las instituciones existentes en un sentido socialista”.

Marx, en 1852, aclaró –por medio de un artículo publicado en la revista alemana Tiempos Nuevos– que el enfrenamiento entre la burguesía y el proletariado no había sido una invención suya. “Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto el desarrollo histórico de esta lucha de clases”. Lo que Marx aportó, con sentido verdaderamente revolucionario, fue “que la existencia de clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción”; que la “lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado”; que esta misma dictadura “no es por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases”, y por ende de cualquier forma de Estado.

Lenin expresaba, en su obra el Estado y la Revolución (1917), que quien reconoce la lucha de clases no es aún marxista. “Circunscribir el marxismo a la lucha de clases es limitar el marxismo, bastardearlo, reducirlo a algo que la burguesía puede aceptar”.

El carácter revolucionario está, efectivamente, en “hacer extensivo el reconocimiento de la lucha de clases al reconocimiento de la dictadura del proletariado”. Aquí se encuentra la más profunda diferencia entre el marxismo y el pensamiento burgués que defienden los fabianos.

Para tener una idea, los medios de comunicación estadounidenses, y en especial la revista Forbes, catalogaron a Barack Obama de “socialista” por adelantar unas reformas en materia de salud, en un país con el máximo desarrollo capitalista, es decir imperialista.

Todavía dentro de las filas pesuvistas hay quienes tiemblan cuando se menciona la palabra “comunismo”, quizás por ignorancia –o por defender intereses particulares– piensan que esto sería más aberrante que la misma esclavitud.

No es tolerable que un dirigente del PSUV aún desconozca el significado real de lo que es la lucha de clases, la dictadura del proletariado y las diferencias entre el socialismo y el comunismo. Un cuadro debe explicar a la militancia, de manera diáfana, los contrastes entre un socialista y un reformista para evitar confusiones futuras que conlleven a perder el horizonte trazado.

¡A los fabianos rojitos les queda poco tiempo para desarrollar su oportunismo!

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Oswaldo López Martínez

Periodista de @CiudadVLC/ Moderador del programa #EnLaCumbre, por @RNVcentral 90.5 FM

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