Debemos cuestionar lo que sabemos

En el corazón de toda investigación late una pregunta esencial: ¿cómo sabemos lo que creemos saber? Esta inquietud epistemológica no es un mero ejercicio intelectual, sino una necesidad urgente en tiempos donde el conocimiento se multiplica, se fragmenta y se disputa. Para abordar esta cuestión, podemos explorar tres posturas filosóficas que iluminan diferentes formas de entender la realidad: el determinismo, el voluntarismo y el reflexivismo.

El determinismo: "Las cosas son como son"

Desde el determinismo, el conocimiento se concibe como el descubrimiento de leyes objetivas que rigen el mundo. Esta postura sostiene que la realidad existe independientemente de nuestras creencias o deseos, y que el papel del investigador es desentrañar sus mecanismos. En este marco, la educación se orienta a formar mentes rigurosas, capaces de observar, medir y explicar fenómenos con precisión. Sin embargo, esta visión puede volverse rígida si olvida que toda observación está mediada por un sujeto que interpreta.

El voluntarismo: "Las cosas no son como son, deberían ser como yo creo que son"

El voluntarismo, en cambio, afirma que el conocimiento no solo describe el mundo, sino que lo transforma. Aquí, el saber se convierte en un acto de voluntad, una proyección de ideales sobre lo real. El investigador no se limita a aceptar lo que es, sino que se pregunta qué debería ser. Esta postura es especialmente fecunda en las ciencias sociales y la educación, donde el conocimiento se vincula con la justicia, la equidad y el cambio. No obstante, corre el riesgo de caer en el dogmatismo si impone sus visiones sin diálogo con la realidad.

El reflexivismo: "¿No será que las cosas no son como son, sino como las vemos que son?"

Finalmente, el reflexivismo nos invita a cuestionar no solo lo que sabemos, sino cómo lo sabemos. Reconoce que todo conocimiento está atravesado por la mirada del sujeto, por sus marcos culturales, lingüísticos y emocionales. Investigar reflexivamente implica asumir que el saber es siempre una construcción situada, abierta a revisión y diálogo. En la educación, esta postura fomenta una actitud crítica, capaz de problematizar los supuestos que sostienen nuestras teorías y métodos.

Cuestionar lo que sabemos no es debilitar el conocimiento, sino fortalecerlo. Es reconocer que la verdad no se impone, se construye; que la realidad no se revela, se interpreta; y que el saber no se acumula, se transforma. En la educación, este cuestionamiento es el motor de la innovación, la ética y la libertad intelectual. Porque solo quien duda de lo que sabe, está verdaderamente dispuesto a aprender.



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Oscar Bravo

Un venezolano antiimperialista. Politólogo.

 bravisimo929@gmail.com      @bravisimo929

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