Sobre el Programa Nacional de formación de educadores del MES

El PNFE apócrifo

A la memoria del profesor Buenaventura Piñero, Maestro, Educador Integral, quien me enseñó a amar el despertar del hombre a través del placer estético

“¿Pensará vuestra merced ahora que es poco trabajo hacer un libro?
Miguel de Cervantes Saavedra Prólogo a la Segunda Parte de “Don Quijote de la Mancha”

Hurgar un poco en la época cervantina de principios del siglo XVII, quizás nos ayude a arrojar luces sobre lo que comienzo a considerar como parte de un proceso de “saboteo existencial” que la especie humana suele hacer de sí misma. Ya nuestro gran Briceño Iragorry nos lo decía en sus escritos: Debemos aguzar nuestros sentidos para sistematizar aquellos aspectos de la realidad que impresionan y se revelan con regularidad, pues sólo así podremos acceder hacia el conocimiento de lo que somos, desmitificando hábitos y prejuicios esclavizantes, para revelar nuestra verdadera identidad.

Entonces Briceño Iragorry se refería a nuestra identidad de pueblos. Yo quiero referirme, a través de la experiencia vivida durante tres años en la Misión Sucre, y más específicamente, en uno de sus Programas, el Programa Nacional de Formación de Educadores, al perfil de humanidad que cabalga este siglo XXI, y que nos permite augurar dolorosos alumbramientos, a lo largo y ancho de esta nueva centuria.

Uno de esos partos deberá ser, de seguro, aquel que tenga que ver con la preservación de la vida humana dentro de este sufrido planeta, ya que no se trata de simples prédicas apocalípticas las advertencias sobre la insostenibilidad de la especie humana, tal y como actualmente está concebida, en el ámbito continental y mundial. Y es precisamente en este sentido en el que quiero reflexionar la posibilidad de cambio y transformación que intenta adelantar el gobierno venezolano a través de sus políticas educativas, y que se encuentra actualmente frenada, pienso yo, por la carencia, casi absoluta, de funcionarios competentes y conscientes del proceso de su propio pensamiento, que les impide ver la realidad con ojos nuevos, y por lo tanto, ser verdaderos creadores y adelantar verdaderos procesos de emancipación social, humana e intelectual.

¿Y por qué Cervantes para ilustrar el fenómeno? ¿Por qué esta experiencia literaria, con una distancia de cuatrocientos años? Pienso, como Bolívar, que el Quijote es una ficción maravillosa que da fe de una actitud humana y de un devenir político y social que debemos conocer en detalle para trascenderlo y trascender con él. Por otra parte, la experiencia de la elaboración de esta obra artística -contextualizada en el período histórico y social que le correspondió vivir- posee unos aspectos extraordinariamente significativos que pudieran describir los procesos reactivos que ocurren cuando irrumpen nuevos paradigmas que ponen en riesgo los intereses de las minorías beneficiadas en forma tradicional o de facto.

Reverencio también a Cervantes, en estos cuatrocientos años y en su frase admonitoria cuando afirmaba que su obra necesitaría “más de mil comentos”. Cervantes, hombre discreto – juicioso y perspicaz, como solía entenderse en la época - conocía de sobra que su verbo trascendería a la humanidad.

De allí lo rescato hoy, para hablar sobre el Programa Nacional de Formación de Educadores de la Misión Sucre.

En septiembre de 2003 y por vía de decreto, el Presidente de la República, Hugo Chávez Frías, crea la Fundación Misión Sucre, planteándose el reto de garantizar a todos los bachilleres su derecho a acceder a la Educación Superior. En junio de 2004, el primer contingente de estudiantes, ingresa al primer programa ofrecido por el gobierno nacional, el Programa Nacional de Formación de Educadores.

La propuesta inicial contemplaba una ruptura con la perspectiva academicista que enfatizaba la transmisión mecánica de conocimientos consagrados en libros y otros materiales de enseñanza, y en la actitud receptora y pasiva del aprendiz, ofertando la construcción de todo una artillería de pensamiento que debía generarse cuando los actores, en una tarea compleja de introspección, pudiesen conciliar sus experiencias y proyectos personales con las expectativas de formación de una nueva sociedad. Esto sólo sería posible, argumentaba el profesor Eduardo Leal, creador de la propuesta, si el estudiante interactuaba desde el inicio y en forma permanente con la realidad educativa y con los distintos actores de este escenario. Para ello se empleó la estrategia de elaboración de Proyectos de Aprendizaje. El estudiante debía construir, en compañía de su maestro tutor, su profesor asesor y los diferentes actores de la comunidad, su propio currículo, buscando información en la medida en que esta pudiera aportarle elementos importantes en la resolución o comprensión de los fenómenos educativos. Era el sueño por la formación de un educador integral, de un maestro inteligente que pudiese ayudar a consolidar la formación de ciudadanos que asumiesen a corto y largo plazo, la transformación de una sociedad individualista y consumista, como es nuestra actual sociedad, en una sociedad sensible y espiritualmente fortalecida en el ejercicio de la justicia y la paz social.

El discurso de la propuesta estaba muy a tono con nuestra joven Constitución, con el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación, con los fundamentos conceptuales de la Misión Sucre y con los adelantos que en materia pedagógica venían abriéndose paso en América Latina y el mundo. Por ello, y en ausencia de otra propuesta curricular, los funcionarios del Ministerio de Educación Superior aprobaron el Programa. Sin embargo, y por esas tristes realidades institucionales heredadas de nuestro reciente pasado puntofijista, no destinaron planes ni recursos para hacerla viable.

Juan José Arreola, desde México, también nos regala una hermosa alegoría de esta parte del fenómeno, cuando en su cuento “El Guardagujas” nos relata la historia de un país que era muy famoso por sus ferrocarriles, pero al cual no le había sido posible aún organizarlos para que los convoyes cumpliesen las indicaciones contenidas en las guías y pasasen efectivamente por las estaciones. No obstante, el gobierno empleaba sumas ingentes en la publicación de itinerarios y en la expedición de boletos.

Y así ocurrió con el PNFE original. Fue olvidado e ignorado por todas las instituciones, incluso por el mismo Presidente de la República, quien apenas hacía mención de su existencia y prometía parcamente un próximo encuentro con sus protagonistas. Encuentro, por su puesto, que nunca llegó pues los funcionarios responsables lo eludían por la poca participación que ellos tenían en la ejecución y desarrollo del Programa. Era más “fructífero” para ellos dedicar, por ejemplo, recursos para el XVI Festival Mundial de la Juventud y de los Estudiantes, o para eventos pomposos en donde se fustigaba al capitalismo al tiempo que se promovían actitudes egoístas y consumistas.

En diciembre de 2004, desesperados por ese “encuentro” anunciado por el Presidente, y conscientes del desastre generado por ellos mismos en la Universidad Bolivariana de Venezuela, decidieron adscribir al PNFE a esta Universidad. El Programa de Educación que adelantaba esta casa de estudios, carecía de diseño curricular. Así que, obedientes a la lógica de la inmediatez y la improvisación que siempre los ha caracterizado, tomaron la decisión de asumir el diseño creado por el Profesor Eduardo Leal, no sin antes decretar cambios esenciales en su implementación.

El primer cambio y la primera conclusión: se decreta un currículo, el pueblo no está capacitado para construir el conocimiento.

Segundo cambio y segunda conclusión: son los funcionarios de la UBV, las personas preparadas y con autoridad para construir el currículo. Todos los docentes voluntarios de la Misión Sucre, que perciben irregularmente un modesto incentivo, y cuya formación académica se encuentra permanentemente en entredicho – entre otras cosas porque su indumentaria y vocabulario revelan su extracción humilde - cumplen funciones operativas.

Tercer cambio y tercera conclusión: Eduardo Leal, diseñador del Programa, profesor, sociólogo y soñador, trabajador voluntario por la Misión Sucre, quien no percibía ningún tipo de incentivo económico, y quien por el contrario, ponía sus propios recursos al servicio de la construcción de una nueva sociedad, debe salir de las oficinas del Ministerio de Educación Superior, expulsado como “desleal” y deshonesto. Su continuo acompañamiento a los actores del Programa, a lo largo de todo el territorio nacional, ha contribuido a personalizar una propuesta, que según los postulados revolucionarios, debe ser colectiva.

Cuarto cambio y cuarta conclusión: Debe reorganizarse el personal docente de la Misión Sucre, a fin de que trabajen por horas y dicten cátedras en las áreas en donde crean que poseen mayores fortalezas. Muere la esencia de la propuesta del Programa Nacional de Educadores y es sustituida por un Programa apócrifo.

Y es aquí cuando resulta interesante retroceder varias centurias para observar cómo la verdadera literatura se convierte en expresión de la vanguardia histórica e ideológica de la época, y cómo la actitud humana frente al cambio deviene en un proceso de rechazo de lo nuevo y defensa de lo conocido, intentando restablecer lo que se pretende abolir.

En 1614 aparece publicada con pie de imprenta de Tarragona, por un autor que se oculta bajo el seudónimo de “Alonso Fernández de Avellaneda, natural de la villa de Tordesillas”, El Segundo Tomo del Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

La autoría de este libro apócrifo se atribuye a Lope de Vega, quien era en su época colaborador y sacerdote de la Santa Inquisición.

Desde él, el autor apócrifo ataca a Miguel de Cervantes Saavedra, hijo de una labradora hidalga de Toledo, quien tuvo el atrevimiento de trascender su pobreza y vida de apremios y escribir la obra literaria más extraordinaria de todos los tiempos.
La obra de Cervantes retrata el contexto social, político y religioso de su época y ofrece una hermosa apología de la lucha del ser humano por la consecución de la paz social. Al mismo tiempo impresiona el mundo literario convirtiéndose en la primera novela moderna europea y síntesis de tendencias narrativas de la época.

Nuestro Programa Nacional de Formación de Educadores original, partía de la convicción de que el único medio que tenemos para emanciparnos, es descubrir nuestra manera de pensar, nuestras reacciones. Para ello era necesario estudiar los valores, las normas y las creencias que nos han sido impuestas, así cómo nuestras respuestas ante ellas. No existían criterios cientificistas, pues la verdad, después de todo, estaba en la capacidad de enfrentar las cosas de un modo nuevo, sin la reacción condicionante del pasado. Sólo así podíamos ser capaces de mirarnos a nosotros mismos, que es la única manera en que el ser humano puede trascender.

Descubrir y comprender, era la premisa.

¿Podía esta propuesta institucionalizarse? Eduardo Leal, en una de sus brillantes intervenciones, lo anunciaba: “En realidad la gente del Ministerio de Educación Superior no tiene una mínima idea de lo que aprobó; si no, sabrían que se han metido en tremendo embrollo…”

En el “ordenamiento de la vida práctica”, para el PNFE apócrifo, el conocimiento es producto de procesos “democráticos” de elaboración de acuerdos. Debemos atenernos sólo a lo que puede ser medido y ordenado desde la finita vida humana.

El colonizado lleva dentro de sí mismo, al colonizador, y lo perpetúa en la actividad cotidiana, que es la proyección de actitudes del pasado. Nunca podrá ser creador.

Por otra parte y para consagrar el ideal visionario de la paz social, inmerso en nuestro Quijote, es importante entender que ningún proceso social puede detenerse. Tan sólo se retarda. Tarde o temprano la esencia del PNFE original, resurgirá en la mente y el corazón sensible del pueblo.


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Gladys Emilia Guevara


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