Vaya, claro que deseamos un país sin presos políticos, sin tanto pleito y, sobretodo, sin nacidos en esta tierra capaces de solicitar a una potencia extranjera que nos invada
Es indeseable la tragedia de un ser humano encerrado, sin el calor de su familia, mal atendido por un custodio con el ceño fruncido y una palabrota a flor de labios. Si nos damos una vuelta por por el gobierno bolivariano, tanto en tiempos del Comandante Hugo Chávez como en los de Nicolás Maduro, nos vamos a encarar con una realidad: El gobierno arranca bien, de pinga, con un ganador en unas elecciones en las que abundan trampas, violación de leyes electorales, guerra sucia de parte de un sector de la sociedad, ese grupito de adinerados, prepotentes y altaneros que hace de todo lo malo que se puede hacer para impedir que un Teniente Coronel de tez morena, pelo malo y pésimo cantante de música llanera gane las elecciones. Resulta una patada a las partes bajas de los que se asumen dueños del país este triunfo.
No pasan ni los tres primeros meses y ya los señorones salen a la calle a exigir a lo mero macho que el militarcito se vaya.
El Alcalde de Caracas, empleado de los amos de un medio importante, se alza y usa su policía para conspirar, el gobierno gringo trajina un golpe de Estado, los militares de alto rango se alzan contra el soez Presidente. Se llega al mes de abril del 2002. Los grandes medios se colocan a la cabeza y derrocan al hijo de maestros, eliminan la Constitución. Destronan los poderes.
En menos de 48 horas, el Presidente retorna al poder en hombros del pueblo
Pero. Bueno, fue un amago
No es para tanto.
Siguen los desórdenes, el «Chávez vete ya».
Es lo que desde el temible Marxismo llamamos lucha de clases. Los alzados se pelean entre ellos para ser el primer preso de Chávez.
Es justo, opino yo, que el gobierno le pusiese los ganchos a alguien. A lo mejor a un policía se pasa los derechos humanos por las pelotas y le clava un cachetón a un estudiante que grita histérico «Chávez hijo de…» pero no es para pedir que la OEA llame tirano al Presidente. Digamos que hemos pasado por guarimbas, paros petroleros, militares dueños de una plaza, jóvenes quemados por ser chavistas, motorizados descabezados con una guaya, intentos de invasión desde Colombia, Cucutazos, preescolares bajo fuego, centros de salud incendiados, intentos fallidos de magnicidios. Todo eso, es para tener más de un preso político. Hay nombres que se repiten en varias acciones. A lo mejor porque están en el sitio equivocado a la hora errada. Los apresan y salen de cana a ser candidatos.
A lo mejor un gesto de paz sería que Diosdado saque a María Corina de la clandestinidad y la siente en la ansiada silla presidencial en Miraflores. Eso sí, trasmisión en vivo por El Mazo Dando.