Hoet renaciendo en Maracaibo

A finales del siglo XIX, mientras Venezuela intentaba modernizarse bajo la visión de Guzmán Blanco, Maracaibo era una ciudad de calles polvorientas y estructuras coloniales, aferrada a su pasado, pero con la mirada puesta en el futuro.

En ese contexto de transformación nacional, llegaron técnicos belgas expertos en hierro y diseño, sentando las bases de una revolución arquitectónica que años más tarde sería liderada por uno de ellos: el ingeniero León Achiel Jerome Höet, nacido en Lichtervelde, Flandes Occidental, el 10 de septiembre de 1891.

León Höet arribó a Maracaibo durante el gobierno de Juan Vicente Gómez, contratado por la Caribbean Petroleum Corporation. Pero su verdadero legado comenzó en 1926, cuando el gobernador Vicencio Pérez Soto lo reclutó para liderar la remodelación urbana de una ciudad que empezaba a florecer gracias al petróleo.

Höet dio forma a una nueva identidad arquitectónica para la ciudad. Sus obras, el Teatro Baralt, el Aeropuerto Grano de Oro, el Hospital de Niños, la Basílica de la Chinitа, el Mercado Principal (hoy Centro de Arte de Lía Bermúdez), el Museo Rafael Urdaneta y el Palacio de las Águilas, no solo modernizaron el paisaje urbano, sino que simbolizaron una Maracaibo pujante y elegante.

Su ingenio se extendió a la Asamblea Legislativa, el Hospital Psiquiátrico, la Plaza del Buen Maestro y el Convento, entre otras obras que hoy son patrimonio tangible de una era dorada. Höet no solo construyó edificios; construyó símbolos de progreso y belleza que definieron el carácter de la ciudad.

Hoy, frente a los desafíos urbanos y sociales, Maracaibo debe recuperar aquel espíritu creador que Höet encarnó. Su legado es un recordatorio de que la grandeza urbana nace de la visión, la audacia y el amor por lo propio.

Los maracuchos tenemos el deber de honrar su memoria no solo preservando sus obras, sino impulsando un renacimiento que combine innovación con identidad.

Necesitamos una Maracaibo renacida, una ciudad que vuelva a creer en sí misma, que restaure su patrimonio y que vuelva a ponerse bonita para las generaciones venideras, como en su tiempo León Höet la dejó.



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Douglas Zabala


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