Capitán americano, el mundo se asombra de tu magno espíritu
en tan pequeña y sencilla vestidura
y de tu ágil, vigoroso y preclaro pensamiento.
Empedernido enamorado de la libertad americana
y de la Manuelita, quien desnudó tu corazón
y te liberó de tu amor truncado.
Si, magno capitán americano, renunciaste a los privilegios
heredados de tu antepasado colonial
y aborreciste su cara oprobiosa, opresora y esclavista,
para emprender desafíos libertarios
hacia la construcción de la PATRIA GRANDE;
ofrendando tu quietud por amaneceres trasnochados,
tus pequeños huesos y tu piel curtida en miles cabalgaduras,
que ni Alejandro, ni Bonaparte, juntos alcanzarían tu gloría.
Magno capitán caraqueño, niño y hombre de las dificultades
ya no perteneces solamente a Caracas,
si no a toda América y más allá de los mares.
Indomable caraqueño, tan humano como cualquiera,
pero desprendido de su cuna de oro
y sano del veneno del ego napoleónico,
es por eso, que es espada para lo injusto,
moral y luz para hacer mujeres y hombres libres.
Tus infames enemigos, practicantes de la ruindad,
propiciaron y aceleraron tu sepultura física y moral,
pero solamente fueron tus huesos y tu carne
vencidos por ley natural,
en cambio, invencible es el alma bolivariana
y tu ejemplo heroico,
que prevalecerá hasta el fin de los tiempos.