Las verdades del hambre

El poeta chileno José María Mamet atribuye a la juventud la capacidad de remover las praxis opresoras de la política respecto a las sociedades históricamente dominadas por cúpulas, oligarquías, imperios y medios de comunicación utilizados como los demás medios de poder para idiotizar, castrar, silenciar, ignorar, destruir y mancillar al género humano en todas sus dimensiones. “Una sociedad debe estar manejada en lo posible por los mejores. Y el gran problema que tenemos hoy es que están manejadas por los peores. (…) Por eso son tan importantes los jóvenes, porque traen agua limpia a este váter, a este pozo séptico en que las sociedades se han convertido”,  ha dicho.

La joven estudiante de 16 años, Dulvi Tabarquino le ha dicho al camarada Presidente Nicolás Maduro Moros lo que muchos columnistas de opinión le decimos a diario: EL HAMBRE NOS ESTÁ MATANDO. Y no se trate de que el Presidente Maduro lo ignore o lo ignore Mendoza o lo ignore Cisneros, sino de que hay un enquistamiento perverso en las instituciones del Estado y en las empresas privadas para que el hambre nos azote, nos desnutra, nos tumbe las quijadas, nos pudra los huesos.

No me cansaré de denunciar a los Guardias Nacionales (¿“Bolivarianos”?) corruptos que tienen en sus manos al gallo agarrado por el pescuezo, lucrándose abiertamente con el hambre del pueblo, negociando los productos que “decomisan”, que sustraen mediante chantajes a los caveros que los transportan por las vías nacionales, escudados en un lisonjero y nada piadoso matraqueo del “Tírame algo pa´los frescos”.

Esto lo he podido observar en todos los puestos de control del estado Anzoátegui, de Bolívar, de Guárico, del Zulia. Pero hay más de esta perversión moral-institucional dentro de las Fuerzas Armadas “Bolivarianas”. En el Aeropuerto Internacional de Maiquetía Simón Bolívar funciona una mafia flagrante, a la vista de todos, entre los Guardias Nacionales y quienes se presan a cambiar dólares por bolívares. Una familia amiga que llegó de Argentina acudió a estos “cambiadores de divisas” ilegale y una vez realizó el canje, dos efectivos de la GNB los abordaron y les quitaron 200 dólares para no llevarlos presos, “por haber cambio dólares ilegalmente”, lo cual está penado en las leyes venezolanas.

Esto es así, ciertamente está penado en la ley, pero ¿por qué no meten presos a los tipos que tienen grandes fajas bolívares para propiciar ese “delito”? Hablamos de hipocresía, camaradas. Aquí en Venezuela hay mucha gente jugando sucio. A mí, por ejemplo, no me va decir el camarada Maduro que no sabe que en todos los liceos del país, en las escuelas y en las universidades públicas estamos pasando el hambre hereje. Visite nuestras universidades para que vea alumnos desnutridos, obreros desnutridos, en los cueros, en el hueso, y empleados mal vestidos, pálidos, mareados y hambriados. Véales la facha a los profesores. Yo me pongo como modelo. Puede contar mis costillas de perro flaco. No me avergüenza. Cuando el gobierno de Caldera II era igual y también lo escribí, los describí y lo denuncié. Dije entonces y le digo ahora a usted Presidente Camarada Nicolás Maduro Moro: los docentes universitarios de Venezuela, los maestros  y los profesores, obreros y empleados de los liceos nos estamos  muriendo de hambre. ¿Usted cree que esos sueldos que tenemos son una maravilla, que la cestaticket nos consuela? La respuesta es NO, NO y NO.

Los venezolanos de a pie estamos hastiados de ver y padecer la corrupción campante que día a día nos apabulla, nos acorrala y oprime. Nadie mete preso a los bachaqueros que le ganan a un litro de aceite hasta 15.000 bolívares, o al kilo de café y al azúcar, vendiéndolos en la modalidad de “tetas” (bolsitas plásticas) o en vasos de helados. Los guardias nacionales saludan a los bachaqueros y son brindados por éstos, muertos de la risa, como grandes panas. Esto es sucio. El delincuente y la ley dándose golpes de pecho. Cuánta impunidad. Y todo eso ante nuestras caras de pendejos.

Si no lo sabe es porque no quiere saberlo. Váyase al mercado municipal de El Tigre y al mercado municipal de Pariaguán, y véalo con sus propios ojos. Lo mismo ocurre con el cemento. ¿Usted quiere un camión de cemento, una paleta o un saco? Bueno, háblese con un guardia nacional. Ellos no mueren de hambre. Ellos no parecen venezolanos. No son hijos de Bolívar ni hijos de Chávez, pero son corruptos, amorales y sinvergüenzas. Y todos esos 50.000 o más pelaítos que están graduando de guardias nacionales con apenas 18 ó 19 años de edad, tienen hojillas en las manos. Son pichones de corruptos, bandidos con uniformes. Provoca sacarse la correa del pantalón y darles una pela por vagabundos y quitarles esa indumentaria que les queda grande. Sin moral y  sin respeto no queremos guardias nacionales, Presidente. Súmele a este clamor nacional, que tampoco queremos morir de hambre.

Active las empresas quebradas, promueva los créditos públicos accesibles y sin trabas, sálgase de ese corral de burócratas, eche a un lado la silla cómoda de las verborreas y eche pa´lante como el obrero que fue, pero al lado de todos los obreros de este país, sin distingos de clase, de color ni posiciones políticas. Se lo digo como camarada, con franqueza, con transparencia. Sin adulaciones, sin hipocresías pero con el corazón en la mano. Con el estómago en la mano no, como harían los griegos (quienes pensaban que si el alma humana era orgánica entonces el alma humana no estaba en el corazón sino en el estómago), porque ya no tengo estómago. Se lo comió el hambre.



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José Pérez

Profesor Universitario. Investigador, poeta y narrador. Licenciado en Letras. Doctor en Filología Hispánica. Columnista de opinión y articulista de prensa desde 1983. Autor de los libros Cosmovisión del somari, Pájaro de mar por tiera, Como ojo de pez, En canto de Guanipa, Páginas de abordo, Fombona rugido de tigre, entre otros. Galardonado en 14 certámenes literarios.

 elpoetajotape@gmail.com

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