Perdimos el SAIME

El SAIME (Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería) vuelve a manos de la contra. No de la visible y mediática oposición pitiyanqui, sino de la profunda, silenciosa y desmoralizadora corrupción. Las oficinas que Dante Rivas convirtió en ejemplo para la administración, volvieron a ser lo de siempre: ineficiencia, latrocinio: comisión, coima, estafa, fraude, timo, abuso… No en todas sus dependencias, ojo, pero si en Pasaportes y Extranjería.

Estuve meses escuchando quejas en la calle contra el SAIME, pero pensé, ingenuo de mí, que era parte de la campaña psicológica de “Maduro no es Chávez”. Incluso cuando me dijeron, demasiado tarde, que a Francisco B. de El Tigre, a quien conozco desde que era adolescente y había sido contratado por una petrolera para trabajar en Irak, lo hicieron esperarar 3 meses por su primer pasaporte que sólo le entregaron después de pagar 8.000 (ocho mil) bolívares. “Lo engañó algún vivo” me dije.

SAIME PLAZA CARACAS

Entonces me llamó mi viejo amigo de los tiempos de Macuro, Guido Ruschena, comerciante italiano con más de 20 años de residencia en Venezuela y que de su matrimonio con una venezolana, tiene 2 hijos nacidos en el país. Llegaba desde Rio Caribe para renovar su cédula de residente. Curioso por el SAIME, me ofrecí a acompañarlo para luego ir a almorzar. Más vale que no: desde la sede de Plaza Miranda nos encaminaron, con relativa cortesía, hacia Extranjería de Plaza Caracas donde, en la mesa de información, tuve la desgracia de encontrarme con la versión juvenil de la retrechería burocrática: no sabían nada y humillaban a los extranjeros, algunos de ellos ancianos, que pedían orientación. Una funcionaria superior nos indicó que “averiguáramos” en el SAIME de Catia, porque ella no sabía, no tenía interés en saberlo y menos en llamar por teléfono a esa oficina.

SAIME CATIA

En el SAIME de Catia fueron muy amables, le tomaron datos y fotografía, y le dijeron que le entregarían la cédula ese mismo día. Renunciamos al almuerzo y esperamos… sólo para escuchar que mi amigo (o yo en su nombre) deberíamos pasar a buscar el documento la semana siguiente. Fui a la semana siguiente y el funcionario (muy amable) me explicó que eso había pasado a “flujo alterno” o algo así, y mi amigo tenía que venir de Rio Caribe a buscar su cédula en un mes (¡!).

Mientras tanto, escuchaba comentarios y leía en Twitter quejas y más quejas. Un funcionario me reveló, bajo secreto de fuente periodística, que los chinos eran los más extorsionados: sus papeles se paralizaban –como norma- un mes entero antes de comenzar el aplique.

“INEFICIENCIA O NADA”: EN EL SAIME ‘NADA’

La ineficiencia es la primera forma de la corrupción y su condición necesaria. El SAIME es un ejemplo: cuando lo dirigía Dante Rivas funcionaba como reloj y los corruptos iban presos, casi 500 en un año. Ahora hay nuevo director, en el mejor de los casos un infeliz que no se entera de nada.

Siempre sostuve que la administración pública venezolana no servía bajo la Cuarta República y menos podía servir para la Revolución. Por eso se crearon las Misiones. Pero el SAIME parecía desmentirme y me sentía orgulloso de lo logrado. Alegría de tísico, por lo visto.

Y aquí debo decir que nunca entendí por qué si alguien es eficiente en un cargo, lo lanzan (o se lanza) a la lucha electoral. Mario Silva dejó La Hojilla para ir a perder como candidato a la gobernación de Carabobo, y Dante Rivas dejó el SAIME para ir a perder en Margarita. Ninguno de los dos hubiera podido hacer más por la revolución en los cargos de elección popular a los que aspiraban. La Hojilla y el SAIME eran más estratégicas que una gobernación o alcaldía.

CONTRATAAQUE EN EL SAIME

El SAIME es estratégico como filtro efectivo contra el paramilitarismo colombiano, el narcotráfico y la delincuencia organizada. Perderlo nos pierde. Debe ser alta prioridad del Ejecutivo recuperarlo a corto plazo. Dante Rivas debe volver para sanearlo; eso sí: con redoblada seguridad porque su gestión es básica para la seguridad del Estado y el pueblo bolivariano.

El presidente tiene la palabra. Maduro dale duro, Nicolás dale más.


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Eduardo Rothe


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