Desbaratando encajes

Discutíame un amigo acerca de un artículo que escribí con base a una ilustración que encontré con un pensamiento debajo de ella, de Tomas Jefferson el ex presidente de Estados Unidos, donde éste anunciaba la hecatombe que esperaba a su patria si los bancos y sus aliados detentaran el poder, como pasó. Mi amigo argüía que uno escribía y luego buscaba la ilustración. De verdad que lamento ser irreverente, pero mi alma de poeta se inspira en cualquier evento de esta vida sin respetar norma alguna y parte mi imaginación entonces, en su viaje, a los recuerdos y las imágenes del futuro y la tinta en mi mano fluye incesante, fluida  y encaramada en mis rabias, en mis sueños, en mi adolescencia, en mis mujeres, en mis nietos en la humanidad toda, en la vida … y escribo. 

Estos versos de un poema de  Andrés Eloy Blanco, venezolano del siglo pasado, me acompañan siempre en la vida y es hoy la pista de donde despego para sobrevolar un paisaje de desbalances  y equivocaciones casi desde nuestra aparición sobre el planeta. Espero que se mantenga intacto en mi memoria, creo que reza así, escuchad con atención: 
 

“Desbaratando encajes

Regresaré hasta el hilo,

Cuando llegue al final

Seré mi propio dueño.” 

(A.E. Blanco) 

Yo soy de los hombres que piensa que la mejor manera de aprender a escribir es leyendo, así que devoro incesante todo artículo de opinión que me pase por delante y los clásicos, donde si soy más selectivo. ¿Preferido? : Carlos Marx. 

Carlos Marx no deja de asombrarme, a pesar de mi testarudez para las matemáticas y los números, será quizá por eso que mi mejor profesor de marxismo, el economista Juan José Domínguez (Juancho), no se cansa de decirme que soy un marxista romántico. 

Hay una frase que es primordial para entender a Marx, es aquella donde nos expresa que una vez que aparece la plusvalía en la vida de los seres humanos, comienza su enajenación. 

Vamos a repetirlo en letras grandes: 

UNA VEZ QUE APARECE LA PLUSVALÍA EN LA VIDA DE LOS SERES HUMANOS, COMIENZA SU ENAJENACIÓN. 

No hay vez que me acuerde de este poema que no me ilustre lo que es la historia por vivir. ¿Cómo llegar a nuestro propio origen, al error y corregir el rumbo. Obviamente fue sin duda ese día, en que un hombre aprendió a poseer y comerciar con el trabajo de otro, cuando aprendió a acumular y mercadear lo que producían o cultivaban sus hermanos, no fue sino el día en que uno de nosotros inventó la mercancía cuando empezó la pesadilla. Hablar de lo demás, de tiendas, de camellos, de vendedores, de esclavos, de látigos, de cárcel, de armas, de gobiernos, de imperios, de guerras, de empresas, de bancos, de límites y países, de bombarderos, de trasnacionales, de ricos, de pobres y de revolución, ya es lo mismo. 

Desbaratar toda la sociedad,  la cultura, la genética será el camino necesario para volver al origen y dar comienzo al camino perdido. Obviamente el valor de cambio fue lo peor que pudo ocurrírsele a hombre alguno, toda la historia, los escritos, las teorías, las rebeliones, tienen el único sentido del camino de regreso a un día anterior a aquel fatal invento, antes de que hombre alguno tuviera un dórico en sus manos y lo fuera a cambiar por una alfombra; más atrás, cuando un hombre coleccionó pepitas de oro y las fue a cambiar a una mujer para poseer su cuerpo, más atrás, cuando podíamos pretender ser individualmente superiores y someter a los otros por la fuerza y .. más atrás… y así este poema me lleva por la noche de mis sueños, desbaratando  encajes y todo se hace mas sencillo.  
 

Una palabra que amo se borda en el encaje más lejano: comunismo. 

Todos éramos comunistas cuando nació la especie, comunismo de común, de comuna, de comunitario. 

No hay palabra que se acerque más apropiadamente al antónimo de egoísmo que la palabra comunismo. Hay mucho por hacer, límites por borrar para ser de nuevo un planeta, razas por unir para ser una sola especie, ideologías, posiciones, dogmatismos, modismos, costumbres, idiomas, culturas por unificar para poder ser tan sólo lo que fuimos y seremos: ¡!mujeres y hombres del planeta tierra! 

Nada como el final de esta bella estrofa, que define lo único que podrá ser nuestro: nosotros  mismos, ¡cuando llegue al final regresaré al origen y seré mi propio dueño! 
 

brachoraul@gmail.com  

 


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Raúl Bracho


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