Enmendar sin pared

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El silencio puede decir mucho pero una enmienda produce ruidos al traer consigo algunos cambios importantes en lo que se hace corrección de algún error. Está la satisfacción de un daño, el abono mineral, cuando un niño no tiene enmienda (acomodo en el decir de los abuelos) o “propuesta variante a un proyecto e informe”. ¡Del polvo vienes y en polvo te convertirás!. Algo más o menos dicen las llamadas sagradas escrituras. Tierras separadas por muros y muros que separan hombres.

Una roca se hace granito, las paredes se hacen escombros y las raíces de un árbol pueden levantar muros de concretos, pero cuando se hacen ideas; se conforman en raíz, muro, concreto y paredes difícil de derribar. El polvo que se hace tierra, es materia prima de una cerámica convertida en engaño y adorno que a la vista luce hermoso para ocultar la pared filtrada, húmeda y fragmentada como una especie de corrección en los efectos de un error.

Ha caído el muro de Berlín y se construye un muro de la vergüenza, los bloqueos se hacen paredes comerciales y los “tsunamis” tumban fortalezas y barreras. La gran muralla del poder se hace camino largo cual muralla china y una reversión se vuelve volcán, terremoto y ola interminable que busca la roca para chocar. Los pueblos fieles al sentido común, se confunden en pasiones de color, arrastrados por el cambio climático que afecta las emociones. La economía en una variación desproporcionada de desequilibrio y desigualdades, va tocando las puertas en las casas de cartón, las mismas que no tienen paredes y temen a la más mínima llovizna.

La miseria multiplicada como polvo se eleva al viento para no ser barrida, la misma lluvia la vuelve lodo y la idea tomada de raíz se hace pared de bahareque para levantar el rancho prometido. En el poder se lucha por enmendar sin pared, el polvo recogido se vuelve inútil y escombros de relleno, las ideas piden sembrar el nuevo árbol, mientras las hojas caen como lágrimas de un niño con hambre y sin comer. El mensaje es un hermoso jarrón de barro, muestra las manos de quien lo construye, manos de pueblos que valoran más el arte que al propio jarrón susceptible de romperse. El cambio es concreto, no se hace revolución donde hay reformas, la burocracia es polvillo que cae sobre un pueblo triste y las piedras son respuesta de un pueblo bravo. El pantano sigue ensuciando, el campesino perdiendo la cosecha y su camino empolvado donde el agua es carencia. El error persiste para pasar sin enmienda y el hombre olvida lo que encarna.

La reflexión separa a ese hombre encerrado entre mármol y porcelana, un bolero musical le recuerda “la maldita pared”, en su interior construye estatuas, huye de lápidas y talla rostros de madera para aterrizar a la conciencia que vuela en líneas imaginarias. Procura la perfección que exigen sus manos y todo alrededor es extraño, nada varía, el silencio habla, da señales y en etapas del tiempo se transforma su carne, la consistencia del hueso se pierde y el reflejo de su rostro se hace inmortal en la paciencia de los hombres.

Mientras se construyen las columnas que dignificarán. Unos invaden sin enmendar y otros tratan de enmendar sin invadir. El tiempo se agota en un cansado camino del desierto, la gente va dejando huellas en un destino incierto y confuso viviendo sin un techo ni pared, para resguardarse de la utopía del cambio capitalista o la revolución socialista de quienes afirman y quienes niegan el futuro de una patria con muros, murallas, rocas y paredes como protección de la tormenta anunciada.


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Larry Márquez Peralta


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