El debate sobre las 26 leyes

La mentira como norma

No sorprende que sea la mentira la dilecta estrategia del capitalismo para hacer frente a los esfuerzos por llevar la justicia y el amor como normas de vida socialista. Así ha sido a lo largo de la historia y así continuará siendo. El aforismo que reza “la mentira perdura sólo mientras la verdad llega” es la defensa que ante este carnaval de miserias puede y debe esgrimir el pueblo por vía de la conciencia.

Una mentira repetida mil veces no se convierte en verdad como proclamaba Goebbels pero sí llega a parecerlo aunque siempre sea mentira. El problema con la mentira es que su uso premeditado falta a toda norma ética y de ordinario no conoce límites. Combatir a los cristianos con la mentira de que eran caníbales difiere muy poco de la prédica que hoy se utiliza contra el socialismo según la cual éste te quita los hijos, te arrebata tus propiedades más legítimas o te esclaviza.

Con la mentira hemos topado una vez más hoy vertida profusamente por toda la faz de la tierra mediante los extraordinarios medios de difusión con los cuales se cuenta. Si la nariz les creciera como nos enseñaron de niños con el cuento de Pinocho tendríamos serios problemas de convivencia para encontrar espacio a tales pértigas. El llamado “paquete” de leyes dictadas bajo el amparo constitucional de la Ley Habilitante ha disparado con fuerza el mentidero. La obligación política y social de desarrollar la constitución es presentada como violación de la misma. La vieja práctica de la mentira les ha dado saldos positivos a los esclavistas a lo largo de la historia y no la abandonarán en tanto les sirva. La mentira –su mentira- tiene un poder inversamente proporcional a la conciencia de los pueblos.

El problema es entonces cómo adquirir esa conciencia que nos haga inmunes al poder de la mentira. Se tiene conciencia cuando se conoce la verdad, de modo que el primer paso para que el pueblo adquiera esa conciencia comienza por la comunicación de la verdad. La más luminosa y espléndida de las verdades es aquella que nos conduce a reconocer nuestro lugar en una sociedad dividida en clases sociales. A partir de este reconocimiento el depredador no puede engañar a la presa. La presa, en este concierto macabro, reconoce que su depredador existe a condición de comérselo. No importa entonces de cuantos modos se disfrace la víctima lo reconoce. Un capitalista existe a condición de explotar y robar el trabajo del obrero, del campesino, del empleado…del pueblo.

No nos dejemos engañar por los cantos de sirenas y adoptemos una actitud de alerta para desarmar y esterilizar el poder de la mentira. Es una responsabilidad ineludible que debe asumir todo el pueblo. Se puede y se debe estudiar cada una de las leyes, pero no debe hacerse forzados por el poder de la mentira sino impulsados por la sed de conocimiento que nos hace libres. Busquemos la verdad en cada uno de los artículos de esas leyes que ellos combaten con furia ciega porque benefician al pueblo pero hagámoslo para comunicar la verdad, para contagiarla, para hacerla vida y no como quien debe desentrañar una duda. Lo que beneficia al capitalismo –casi como axioma- perjudica al pueblo. Lo que el capitalismo aplaude siempre estará en contra del pueblo. Lo que dicen, lo que argumentan –sin importar cuando y cómo lo digan o porqué medios- es mentira contra el pueblo. Está en la naturaleza del explotador. Sólo mintiendo puede lograr que el explotado acepte y ame a su explotador, el excluido a su exclusor. ¡Sólo el pueblo salva al pueblo!


¡CONCIENCIA Y COHERENCIA RADICAL!
Nuestras primeras necesidades.
¡VENCEREMOS!

martinguedez@gmail.com


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Martín Guédez


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