Esta es una historia verdadera, que ocurrió realmente hace mucho, en un lindo rincón de Venezuela, en una casita blanca, con sus jardines plantas y una pequeña montaña, con árboles de pera, mandarina, durazno, a mas de un abuelo soñador y su nieta, fue una niñita encantadora, que un buen día se le ocurrió, soñar con una una maravillosa idea, que únicamente a los niños y niñas se les puede ocurrir.
Sí queridos lectores, me sorprendió cuando Samara, en esta linda casita de sueños, me llama con su vocecita cantarina llena de campanitas, y plena de entusiasmo, la recuerdo hoy con su carita redonda como la luna, sus ojitos negros, vivarachos y chispeantes de inocencia e ingenuidad, en los que brilla el resplandor del Sol de la vida y la esperanza.
Desde el pequeño jardín de la casa de sus abuelos, donde ocurre esta historia, sus juegos soñadores con su abuelo. Escucho el llamado de estas y cristalinas palabras -abuelo, abuelito, es su tintineante vocesita de niña llena de entusiasmo, -ven, aquí que vamos a cocinar una pizza margarita, o acaso prefieres una sopa de pétalos de esta hermosa rosa roja que está en el rosal a mi lado. Si mi niña, que ricas son todas las comidas que tu preparas con las flores de este pequeño jardín y mejor la sopa de rosas y campanillas moradas, todas las comidas que tu haces en este mágico lugar, están llenas del sabor de tus sueños, son únicas, y de un sabor incomparable.
Al ir a su imaginaria cocina, la veo con un cucharon amarillo de la cocina de la abuelita, una cacerola de prcelana de lindos colores adornada con pintorescas florecitas, lo msmo de la cocina de su Nana, en la que hay un poquito de agua, seguido con sus pequeñas manos, corta en trocitos unas cuantas verdes hojitas de esparraguera que tiene entre sus pequeños y frágiles deditos.
-Que bueno abuelito, ya estás aquí, vas a probar lo rica que me va a quedar esta pizza, de espárragos con hojas de estas margaritas -me dice Samara, mientras toma entre sus manitas una flor roja de cayena, y seguidamente empieza a desmenuzar en trocitos en la cacerola, donde están los pedacitos de la verde esparraguera, y una a una las deshojadas flores de margaritas con las mágicas palabras de me quiere y no me quiere.
_ Abuelito a que no sabes lo rica que me va a quedar espero te comas un trocito de esta rica pizza, junto conmigo, cuando salga del horno, el horno no era otro que el reluciente Sol que se filtraba zigzagueando entre las nubes del cielo y entraba en el patiecito por entre las ramas de los árboles al patio de donde aquella linda nietecita llamada Samara cocinara hace ya tanto, tanto tiempo, que casi hoy no me acuerdo.
-Mirala que linda se ve, me dice al mostrarme las florecitas, trocitos de pétalos de rosa, margaritas y cayena de roja oja, ya está, es hora de meterle al horno para que se cocine.
-Samarita, claro que pienso probar un pedacito de tu rica pizza margarita, contesta abuelito. Mientras con su rica y poderosa imaginación, mi nietecita hace la acción mímica de abrir la puerta del horno e introducir la pizza en una pequeña tortera de la cocina de abuelita, y seguidamente cerrar la imaginaria puerta del horno.
-Abuelito me dice, tenemos que esperar unos cuantos minutos, verás que rica sale esta pizza.
A los 15 minutos más o menos regreso con mi nieta Samara, y otra sorpresa, no creo lo que mis ojos ven, en la tortera de la abuelita hay una rica, caliente y olorosa pizza margarita.
Samara me dice sonriente, lo ves abuelo, ya está cocinada la pizza, ahora siéntate me dice señalándome la pequeña escalera de plástico azul de tres peldaños, situada al lado del alto escalón de cemento gris que hace de mesa de cocina, siéntate abuelito, para darte un pedazo de la rica pizza que he preparado especialmente para ti.
-Si, si me siento sonriente, con cara de asombro, mientras Samara con sus manitas me da sonriente con sus ojitos relucientes de alegría, un trozo de aquella rica y olorosa pizza margarita, la que en su imaginación de niña inocente, había convertido oh milagro en realidad, en una verdadera sabrosa y olorosa pizza, que yo aun incrédulo en lo que veo y rezando a Dios un padre nuestro por aquel milagro, lleno de alegría y asombro empiezo a probar, en verdad, verdad.
Te gusta abuelito, me pregunta Samara
-Muy rica, Samarita, es la mejor pizza que he comido en mi vida.
Nota del autor:
Esta pequeña historia verdadera, esta dedicada a mi nieta, pasó en realidad ya hace muchos muchos años, todavía al acordarme se me inundan de lágrimas los ojos. Hoy Samara está muy lejos, es ya una hermosa e inteligente señorita, yo un abuelito de la edad dorada, que sueña con aquellos días de mágico encanto y con Samara, mi nieta, que se fue muy, lejos y que nunca más volverá, como en aquellos años para hacer a su abuelito, una mágica pizza margarita preparada con flores de cayena, campanillas moradas, pétalos de margaritas y rosas y pedacitos de esparreguera del jardín mágico de sus abuelos en aquella casita blanca con su pequeños jardines y su pequeña montaña, quedaron solos los abuelos para siempre, reviviendo el recuerdo cada dia de aquellos momentos que ya nunca volverán.