El cambio climático plantea retos significativos que deben enfrentarse para proteger la biodiversidad nacional de Venezuela, especialmente su flora y fauna, que han sido sometidas a una explotación comercial y depredación por los venezolanos, tan inclemente como estos fenómenos naturales.
La alteración de los ecosistemas y patrones climáticos ha incrementado las emergencias y tensiones que afectan negativamente a la vida silvestre, como la disponibilidad de agua y alimento durante el verano y hay que ver lo que es el verano en los llanos venezolanos, todo seco. Por ello es crucial implementar acciones inmediatas para mitigar sus efectos, incluyendo estudios de impacto del cambio climático, planes de acción que involucren a todos los actores vinculados con la vida salvaje, como guarda parques, comunidades rurales y la Guardia Nacional.
Para garantizar el acceso al agua, es vital identificar y proteger las fuentes naturales como manantiales, pozos y ríos, evitando la contaminación y preservando su entorno. En lugares donde estas fuentes son insuficientes, la construcción de bebederos artificiales puede suplir la necesidad. Estos deben diseñarse teniendo en cuenta las necesidades de diversas especies y ubicarse en zonas seguras y accesibles, asegurando su mantenimiento regular.
En situaciones extremas, se propone transportar agua a áreas específicas que albergan fauna vulnerable y evaluar la posibilidad de liberar caudales ecológicos desde represas para mantener la disponibilidad de agua en los ríos, todo bajo la supervisión de la autoridad correspondiente.
La protección de la vegetación remanente durante la sequía es igualmente esencial. Estas áreas sirven como refugios para la fauna herbívora, que a su vez constituye una parte fundamental de la dieta del jaguar venezolano, conocido como tigre pinta menudita. En las zonas cercanas a represas se debe establecer puntos de monitoreo del tigre y de otros felinos.
Es necesario proteger estos espacios contra incendios y actividades humanas que los degraden. Asimismo, se recomienda restringir actividades como el turismo masivo y la construcción en zonas sensibles para reducir el estrés en los animales y permitirles concentrarse en la búsqueda de recursos vitales.
Una evaluación precisa de las áreas más afectadas y las necesidades específicas de la fauna es fundamental para desarrollar una coordinación interinstitucional efectiva. Cada participante debe asumir responsabilidades claras para garantizar la implementación del plan.
En el caso del jaguar, se deben tomar medidas específicas, como asegurar la disponibilidad de sus presas, entre ellas venados y chigüires, mediante su protección. Además, es crucial preservar corredores biológicos que faciliten el movimiento del jaguar entre áreas en busca de alimento y agua, especialmente en un contexto de escasez de recursos. Y si es necesario para su supervivencia, introducir especies menores que le puedan servir de alimentos, según criterios técnicos y ambientales.
Por último quiero indicar la necesidad de la creación de una Comisión Nacional de Defensa del Tigre y su hábitat. Esta comisión incluiría tutores o protectores en las regiones donde se haya detectado la presencia de esta especie y de otros grandes felinos como el león o puma, para elaborar el plan de protección y desarrollo correspondiente.
La implementación de estas acciones integrales creo que no solo beneficiaría al tigre, sino que también contribuiría a la conservación de la biodiversidad venezolana en su conjunto, promoviendo un equilibrio entre las necesidades de la fauna, su importancia en diversos para la población y la protección de los recursos naturales del país.
Oscar Rodríguez Estrada 19 de abril de 2025