Carta abierta a Carlos Blanco

¿Por qué no le recomiendas a María Corina Machado que apoye a Eduardo Fernández?

Querido Carlos,

No pienses ni por un momento que te voy a ahorrar la historia. Nos conocemos hace medio siglo y casi un mes, desde ese viernes de finales de febrero de 1974, iba a cumplir veinte años, Dios mío, ¡cómo pasa el tiempo!

Los vericuetos de la vida por los que llegué a esa reunión en la Colonia Tovar en la que se agruparía el equipo que impulsaría lo que terminó siendo Proceso Político, podrían no interesarle a nadie, pero de todas formas vuelvo a ver el artrítico Land Rover en el Edgardo Lander nos pasó buscando a Eucario García (QPD), a Víctor Belis y a mí, por La Redoma de la Calle Real de Santa Ana, para llevarnos a aquella casa, más arriba de la Colonia Tovar, en la carretera hacia La Victoria, en la que se realizó una riquísima sistematización de la década anterior y de lo que debería ser la organización política revolucionaria en los albores del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez.

¿Cómo no recordar a esa joven mujer, vestida con una impecable braga de mecánico, que intervenía con aquella luz en la mirada? Era Judith Valencia

¿Cómo no recordar aquella intervención de quien Eucario me presentó, en voz baja, diciéndome que iba a hablar el comandante Ben Bella, y se arrancó el catire Arnaldo Esté, desde el gobierno de Kérensky hasta aquellos días?

Allí estaban Pili Iranzo, con unas colitas a lo Peggy Kopp, Trino Márquez, Luis Enrique Lander, Alfonso Molina y otras personas que escapan a mi memoria porque estaba muy encandilado con aquella discusión.

Desde entonces, hasta los aciagos días que transcurren, nuestros senderos, para decirlo con Borges, se han bifurcado hasta hacerse opuestos y, sin embargo, tengo certeza de que la amistad forjada en esos años de militancia compartida me da pie a plantearte la pregunta con la que título esta carta abierta. Tú sabes bien que si la vaina no fuera tan grave jamás me habría atrevido a hacerlo.

Apelo a los rudimentos de Teoría de Conjuntos que aprendí en el bachillerato para creer que el conjunto de la sociedad venezolana que pretende utilizar a las elecciones presidenciales del próximo 28 de julio de 2024 para salir del gobierno de Maduro es abrumadoramente mayoritario, pero tiene problemas para representarse en una candidatura.

En el conjunto antes descrito está gente que no se quiere bien entre ellos, y gentes que están en competencia, así como gentes que piensan "que se vayan todos" creyendo que se la están comiendo, hasta gentes que ni bolas le paran, pero que, si les preguntan, contestarían querer salir del gobierno de Maduro.

La abigarrada composición del conjunto que es abrumadoramente mayoritario es permanentemente hostigada por el gobierno/PSUV para profundizar sus diferencias e impedir que se ponga de acuerdo, fomentando así la desesperanza.

Por otra parte, Carlos, y esto es muy importante, de los pocos elementos que se tienen claros en por lo menos un vasto sector de este conglomerado humano es que hemos caído tan bajo en todos los aspectos y sentidos de la vida republicana que, para salir del profundo foso en el que seguimos cayendo, va a ser absolutamente necesario que todos, incluidos los causantes de la caída en el foso, empujemos en la misma dirección para sacar al país del mismo. Una reconstrucción del país como la que está planteada no es contra algunos. Es con todos o no es.

Tras la derrota electoral de Nicolás Maduro, el que se impone es un gobierno de Unión Nacional. Si es de Unión Nacional no es el gobierno de una determinada parcialidad política. Como ya dijimos en nuestro el pronunciamiento de la Plataforma Ciudadana en Defensa de la Constitución, que es el grupúsculo en el que hoy milito, no es el gobierno de nosotros. Es el gobierno de nosotros con todos los otros que no son nosotros.

La cara de ese gobierno no es la de Machado, Carlos, por dos razones principales: la primera porque ella no quiere presidir un gobierno de Unión Nacional. Ella quiere presidir el gobierno de ella. La segunda es porque no puede. Porque para convocar a eso que llaman el país nacional, es necesaria una especialísima equidistancia que ella ni tiene, ni quiere tener. Eso sin contar el tema de la inhabilitación sobre el que quiero hablar después.

Eduardo Fernández es el único venezolano por el que podrían votar Henry Ramos Allup, Bernabé Gutiérrez y los sectores confrontados de AD que ellos representan respectivamente, con la plena seguridad de que su conflicto interno no se vería afectado negativamente. Solo Eduardo Fernández cumple con esa condición. Eso es mucho más importante por lo simbólico que por lo numérico.

Eduardo Fernández es el único venezolano por el que podrían votar Manuel Rosales y Henrique Capriles sin menoscabo de sus perfiles personales, y de sus respectivos caudales y proyectos políticos. Te doy un contra ejemplo. Si estas personas apoyaran a cualquier otro candidato o candidata, se difuminarían en el espacio, se desvanecerían. Se habrían acabado políticamente hablando.

Eduardo Fernández es el único venezolano por el que podrían votar Andrés Caleca y Antonio Ecarri capitalizando con creces su meritorio esfuerzo por la recuperación del voto como instrumento de poder ciudadano.

Eduardo Fernández es el único venezolano por el que podrían votar todos los partidos que quedaron antidemocráticamente excluidos de las primarias: Avanzada Progresista, Cambiemos, Soluciones para Venezuela, Futuro, Primero Venezuela, Copei, en fin. Todos ellos podrían confluir en un venezolano como Eduardo Fernández quien garantizaría los espacios políticos que han construido.

En el seno de la izquierda, el análisis requiere de una segmentación previa. Una vez más, como está en su naturaleza, la izquierda, desde el MAS en adelante hasta sus expresiones más radicales, se divide en dos grupos: el que prioriza la salida de Maduro como un asunto de supervivencia, no solo de la izquierda sino del pueblo todo, y por lo tanto entiende que no es posible una candidatura propia, y el que cree que no es tan importante un eventual nuevo triunfo de Maduro como la posibilidad de construirse como una referencia. Entendería que este último segmento estuviese en desacuerdo y objetara toda mi argumentación.

El primero de los segmentos descritos, a pesar de que tanto el MAS, cómo Vanguardia Popular han expresado apoyo a Machado, saben perfectamente que Eduardo Fernández es la posibilidad de Unión Nacional más respetuosa de la existencia de la izquierda que tiene la panoplia de candidaturas existentes.

Cómo parte de la izquierda, pero también diseminado aluvional y anónimamente en el conjunto abrumadoramente mayoritario que quiere salir de la pesadilla del gobierno de Maduro en estas próximas elecciones, está el que unos llaman chavismo crítico, otros llaman chavismo descontento, y otros llamamos chavismo despojado, y más monetariamente hablando, chavismo desfalcado. Los dolientes de una historia que se resume en que, si en vez de habérselos robado, el medio billón de dólares que, en efecto se robó la boliburguesía emergente de fuerte componente militar, se hubiese honestamente invertido en salud, educación, servicios públicos, vialidad agrícola, asistencia a la pequeña y mediana industria, etc., hasta tú me reconocerías que María Corina Machado estuviese en su casa, disfrutando de sus hijos.

Para mí, cómo comprenderás Carlos, este es un tema delicado y espinoso porque este es mi subconjunto, y en este subconjunto del que formó parte, existe todavía mucho dolor en razón de haber sido derrotados por el contubernio entre unos milicos clásicos, pinochetistas, videlianos, de los que hoy exhiben a sus bandas de Tonton Macoutes para infundir terror en el pueblo, Escuela de las Américas total hasta en los Ray Ban verde oscuros, desesperados por llegar a los "esteits" para que sus hijos, nietos y ellos mismos, se pudieran poner las orejitas de Mickey Mouse, de los que en su vida han dicho la palabra socialismo ni para referirse al MAS; y unos neoestalinistas narcisistas que, a la letra de los milicos, le compusieron la música a la canción de horror que es Venezuela hoy.

Algunos dirán que cómo se me ocurre pensar que, a ese subconjunto tan golpeado, tan humillado, y al país todo, en definitiva, lo pudiera convocar un dinosaurio político de la IV República que pasó de muy bajo perfil todo este tiempo.

Contestaría, en primer lugar, que yo no me planteo la candidatura de Eduardo Fernández desde la identificación con su ideario político, ni con su pensamiento en general, sino desde la diferencia. Él piensa, por ejemplo, que el electorado venezolano se equivocó en diciembre de 1998 votando por Hugo Chávez, y yo creo que no se equivoca ningún pueblo que se rebela contra la dominación, contra la corrupción, contra la injusticia. Pero además no le recomiendo esa línea argumental porque si el electorado se equivocó en 1998, entonces se volvió a equivocar en el 2000, y en el 2006 entonces metería la pata, porque le sacó tres millones y medio de diferencia a una oposición unida alrededor de Manuel Rosales con todo un Teodoro Petkoff en la jefatura de campaña.

Los números macroeconómicos que reflejaban todos los informes de todas las instituciones internacionales le gritaban al mundo que en Venezuela se había reducido la desigualdad. Que después de un Golpe de Estado en abril de 2002, un paro/sabotaje petrolero entre diciembre de 2002 y febrero de 2003, un Referendo Revocatorio en el 2004 y un saboteo a las elecciones legislativas en 2005, después de todo eso el país despuntaba hacia la esperanza y la prosperidad. Y para remate, en el 2007, en el paroxismo del poder de Chávez, el electorado lo derrota en su pretensión de cambiar la Constitución Nacional de 1999 para introducir la palabra socialismo en ella. ¿Era ése un pueblo equivocado? No lo creo.

Pero lo que también creo es que esa no es la discusión que le preocupa a Venezuela. Que, por poner un ejemplo, una de las discusiones que sí le preocupa a Venezuela es cómo volver a tener clases de lunes a viernes sin que maestras y maestros se mueran de hambre en el intento.

Entonces es cuando, como se dice en criollo, pelo por Eduardo Fernández porque en Venezuela, quien puede convocar a todas las personas que son necesarias, desde todos los puntos de vista y desde todos los intereses en juego, para enfrentar y resolver este gravísimo problema se llama Eduardo Fernández, y se da la circunstancia de que no hay otro.

Finalmente, Carlos, para el gentío hastiado y funcionalmente desconectado de la política, no necesariamente la juventud, a la que siento preocupada y comprometida con la situación del país, pero sí muchas y muchos jóvenes dispuestos a no permitir que les coma el coco esas turbias movidas de las elecciones, parafraseando un poco a Joaquín Sabina, ¿qué les podría decir este, para ellas y ellos, desconocido abuelito?

A mí juicio no tendría que ser nada distinto de lo que ha dicho hasta ahora. Eduardo Fernández se pasó el año 2023 recorriendo el país diciendo que estábamos en tiempos de concurrencia y no de competencia. Que, en condiciones normales, con plena vigencia de la Constitución Nacional, con instituciones fuertes e independientes, unas elecciones primarias pueden ser muy buenas para fortalecer la democracia, pero en las condiciones de degradación institucional y desconocimiento sistemático del orden constitucional en las que vivimos, unas elecciones primarias, torpedeables a placer por el gobierno, solo podían aumentar el desgarramiento y la debilidad de la oposición. Que la candidatura de la Unión Nacional o era resultado del consenso, o no habría candidatura unitaria, y en eso no se ha equivocado.

Cuando se empezó a producir la proliferación fúngica de candidaturas, que expresaban nítidamente la profundización del desgarramiento y la debilidad que había pronosticado, Eduardo Fernández tuvo la elegancia de no sumarse al espectáculo y declararse "candidato a candidato" para dar a entender que él, de verdad, creía que se podía producir una candidatura de consenso que no pareciera un mal chiste.

Aquí es donde entra mi análisis de María Corina Machado, la inhabilitación y su papel en la presente coyuntura.

No te puedo caer a coba con lo que pienso de Machado, porque ya lo dije todo en mi novela "No dejaré mis sueños atrás" (Editorial Laboratorio Educativo) porque tú nada más no escribes novelas, ¿oíste? Esa que escribiste sobre la gran marcha hacia el abismo no me gustó. Me dio rabia quedarme sin saber quién terminaba siendo Baldomero Perdigón y quién el periodista a quien el empresario Rugeles compró.

En la mía sostengo que tanto Machado como Leopoldo López prefieren el conflicto, la confrontación y la guerra a la consolidación de la Constitución Nacional mediante unas elecciones.

Fuera ya de mi novela, que juzga su actuación política hasta el 2018- 2019, ya en su desempeño político reciente durante toda la campaña de las primarias del 22 de octubre de 2023, Machado acuñó la expresión "la gente de bien" y eso me molestó mucho no sólo porque se lo había escuchado también a Javier Milei durante su campaña, sino porque me parecía una maniobra maniquea típicamente gringa que hacía usos acomodaticios de las delicadísimas nociones de Bien y Mal. Ella debería saber que, si ser "gente de bien" es apoyar en silencio y CON el silencio, el genocidio del pueblo palestino a manos ensangrentadas del Estado de Israel, hay algunas y algunos cuantos por ahí que quisiéramos ser llamados "gente de mal", como nos lo enseñó el cacique Hatuey.

Por eso no le pico la torta que tantos le pican a las primarias del 22 de octubre. No desconozco ni demerito en lo absoluto el sacudón político que representaron, ni la diarrea intempestiva que aquejó al gobierno, pero sabemos que la gente de mal y la gente de regular no sólo no fuimos convocados, sino que fuimos excluidos.

Por eso yo soy oposición y Machado NO es mi jefa.

Pero por más que yo no quiera, Carlos, por más que me cueste reconocerlo, por más que quisiera que las cosas no fueran así, el principio de realidad me obliga a admitir que Machado tiene, en su decisión, la posibilidad real de incidir sobre la transición venezolana.

Si ella, cómo se filtra por ahí, pasa las fechas 21 y 25 de este mes, apertura y cierre del lapso para presentar candidaturas, en actitud indefinida para no decidirse sino hasta el final, lo más probable es que nos sigamos debilitando, y que el espectáculo sea tan bufo que lo que provoque sea no ir.

Si ella se percata de que apoyando a Eduardo Fernández posibilita una articulación ciudadana que se creía imposible. Qué nos da a todos, ella incluida, un cambio total del panorama político. Si ella da ese primer golpe de paz de su vida política y permite que vayamos, con Eduardo Fernández de candidato, a la presidencia de la República y al Gobierno de Unión Nacional, el triunfo electoral y el inicio de la transición se lo deberíamos en una importante medida, a ella. No por los votos que haya podido aportar, sino por haber hecho posibles todos los votos.

Discúlpame, pero perdóname, si eso pasa, Piquito's bread is finished, para decirlo betancurianamente.

Dale mis saludos a María Isabel y Carlos Federico, y recibe tú el abrazo de siempre.



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Santiago Arconada Rodríguez


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