La canción que dejó Alí

Dedico estas palabras al Camarada Julián Conrado,

Cantor del Pueblo Colombiano,

quien en la actualidad se encuentra en una situación

no deseada.

Es difícil comenzar hablar de un amigo cuando tienes tantas cosas por decir. Pienso y repienso sobre intentar un acercamiento que no sea tan biográfico, que realmente ocupe lo que en esencia era nuestro Padre Cantor y coincido con otro hermano, Henry Baldayo, al afirmar que Alí Primera fue un hombre que nunca se dejó robar su sueño.

Asimismo se definía como un militante de sueños, y los sueños de ver una hermosa patria llena de inclusión y justicia, palpitan en la emoción de quien lo vive. Yo no quisiera reiterar lo que quizá ya todos conocen: hace 70 años en este suelo nació el más grande cantor del pueblo venezolano. Un nombre que le puso otro cantor de pueblo como lo fue Luis Mariano Rivera. Y vale la pena reconocer que si bien Alí transformó la música popular venezolana con su canto, también habría que destacar que cada una de sus canciones, son una enseñanza para el militante del futuro. Alí, fue el primero en transmitir un mensaje tal cual lo sentía para hacerlo plural. Por eso cuando en el camino se consigue a otros camaradas y compañeros, conforman ese hermoso contingente de cantores de finales de la década del 70 y principio del 80 del siglo XX. Y he aquí la diferencia entre ser un cantante y un cantor. El cantante se debe a su público, canta y se va, mientras que el cantor se debe a su pueblo, se compromete y se queda.

La canción de Alí fue llamada despectivamente panfletaria por la forma de expresarla, a lo que el panita replicaría que más allá de la pingue apreciación, esa canción amiga de los pueblos, era necesaria. La Canción Necesaria entonces fue ventana de contemporaneidad permanente, es decir, no respondió a un momento estacionario, sino que a casi 40 años, cualquiera que se siente a escuchar estas canciones, sean de Alí o de Gloria Martín, del Grupo Ahora, La Chiche Manaure o los Guaraguao, o de las trovas que representan los pueblos latinoamericanos, uno podrá sentir que en cualquier parte del mundo, esos cantos son comunes en la lucha por el ser humano y el ambiente. Alí, en sus letras emplazaba a despertar y tomar conciencia de su entorno. Y abarcaba en pocas líneas y giros melódicos, lo que un tratado pudiera decirnos en mil cuartillas. Tan importante esa canción que se multiplicó para hacer de ellas muchas más: la Canción Solidaria –de la cual este año se cumplieron 30 años de la 1era que se realizara en el Tata Amaya de Punto Fijo-, la Canción por la Victoria del Pueblo Venezolano, la Canción por la Victoria Definitiva del Pueblo Salvadoreño, la Canción por los Presos Políticos y la Canción Bolivariana.

Cuando muchos de nosotros leemos sus mensajes en la contraportada del disco, imaginamos el desespero de comunicar ese planteamiento que se convertía en mandato para el revolucionario, independientemente de la militancia partidista. Una virtud también de esos comunicados -porque eso fueron realmente- es que todo venezolano, aun discrepando de la posición política, se solidarizaba con Alí. Por eso afirmaba que tan importante era la acción como la reacción, agregando por mi parte que este falconiano era la imagen ante los colectivos de ser la voz y el verbo incendiario que arengaba lo que ellos querían decir.

Ante esto, las primeras lecciones de inclusión que aprendimos las dio Alí. Lo que al principio eran conciertos con la participación exclusiva de cantores, poco a poco fue llenándose de grupos y artistas que no estaban identificados con la lucha revolucionaria. De esta manera, el panita invitaba a estos amigos solidarios con la canción y su causa y allí podía uno admirar y disfrutar de Un Solo Pueblo, Serenata Guayanesa, Reynaldo Armas, Simón Díaz y tantos más que ante el reclamo de los más radicales al proteger su espacio para el canto, Alí nos decía que ellos también eran Camaradas por encima de la idea. Porque al final de cuentas, la patria buena es de todos, no de un grupo o partido, no de un sector o fracción. La patria es de todos los que desean respeto, principios, valores y sueños de cada cual para con el futuro. En otras palabras: La Patria es el Hombre.

No hay venezolano que no sepa aunque sea un fragmento o frase de alguna canción de Ali. Tales versos pueden contener la más indoblegable rabia pero a su vez la más infinita ternura, todos con una sabiduría impregnada de esperanza. Los auditorios y escenarios de esta Venezuela, alguna vez tuvieron la oportunidad de tener aquella voz grave de su canto, y en esos escenarios encontró eco y resonancia en el mejor aplauso que pudo haberle dado su pueblo: la inmortalidad. He aquí que sin proponérselo, afirmaría lo que es una sentencia: Mi Pueblo me hace Cantar. Y así es, un cantar que es y será a perpetuidad, pueblo, el dueño absoluto de sus canciones porque esas canciones son legado de su trabajo y viceversa.

Entonces, no puedo dejar de decir que quienes crecimos cantando con Alí, escuchamos por vez primera la palabra Revolución, nadie antes nos cantó sobre Bolívar como él, nadie antes nos dijo que la patria buena era posible, con la esperanza en la mano, es decir, forjarla y crearla con nuestras manos. Por eso propongo que luchemos por incluir en el árbol de la Revolución Bolivariana, una cuarta raíz, la raíz Alí Primera. El precursor de esta revolución de los nuevos tiempos es Alí, con el respeto y la admiración que me merecen los camaradas y compañeros, algunos asesinados, otros caídos en combate, y varios que temprano cambiaron de paisaje por tanta espera por la alborada. Pero debemos reconocer que los momentos son efímeros si no dejas en la boca del pueblo tu nombre y tu obra.

La Revolución Bolivariana llegó cantando las canciones de Ali Primera. Eso lo dice la periodista Lil Rodríguez y cuánta razón tiene. Lo que en su momento fueron canciones de lucha, hoy son cantos para mantener presente ese compromiso. Recordemos cuando nos cantaba el Coro triste de mi canción, aquello de ¿Dónde está el paisano que no acaba de llegar? En Falcón la Revolución llegó hace 11 años y con orgullo podemos decir que no sólo cambió para siempre sino que se queda por siempre. Eso a mi juicio es el homenaje permanente y la responsabilidad que se adquiere con la canción y pensamiento de Ali. Dignificar al pueblo con acciones que se acerquen a la suma de felicidades posibles, con vivienda y servicios, con seguridad, con empleo, con cultura y deporte, con salud y progreso, no ese progreso mal entendido con el capitalismo, sino en el socialismo productivo, que nos convoca a que el sujeto, el medio, el objeto y el producto, sean acorde con lo que verdaderamente corresponde con la vida de un ser humano.

Alí hoy con sus 70 años, sigue retumbando en los corazones como cuando nació y con su grito iluminó la maternidad Oscar María Chapman, y llenó de alegría los cuartos de esta casa de la calle La Paz. Es curioso que viviera aquí quien le cantaría a la paz del mundo con el despertar de la historia. Quien pidiera con su canto a que sea más humana la humanidad. Como dice Enrique Hidalgo: Tu canto no se ha perdido, no se ha perdido tu canto, estas más vivo que nunca. Y ciertamente, más que recordarte y homenajearte con pasajes de tu vida, que son importantes sin duda, preferí más bien hacerlo con lo que siempre fue tu angustia, la siembra de tu canto en las manos de los cantores y tu pueblo. A 70 años de tu nacimiento y 26 de tu siembra, puedes estar tranquilo hermano: no estás dirigiendo los batallones pero ayudaste a formarlos, y de aquí en adelante el resto seguirá siendo un tropel de caballos para la historia que dormía y se despertó.

simonpetit@gmail.com


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Simón Petit

Venezolano, poeta y guionista cinematográfico.

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