En el Primero de Mayo, algunas notas sobre el trabajo infantil

La explotación y mercantilización del trabajo infantil son realidades presentes en todos los países del mundo. Este fenómeno implica que niños y niñas sean obligados a trabajar en condiciones precarias, a menudo en sectores como la agricultura, la minería, la manufactura y el servicio doméstico. Estas actividades no solo violan sus derechos fundamentales, sino que también afectan su desarrollo físico, emocional y educativo.

La mercantilización del trabajo infantil convierte a los niños en recursos económicos, priorizando su labor por encima de su bienestar. En muchos casos, son explotados con salarios bajos o inexistentes, largas jornadas laborales y sin acceso a protección social. Esto perpetúa ciclos de pobreza y desigualdad, ya que los niños que trabajan suelen abandonar la escuela, limitando sus oportunidades futuras.

Además, la globalización y la demanda de productos baratos han intensificado esta problemática, especialmente en países en desarrollo. Las cadenas de suministro a menudo dependen de mano de obra infantil para reducir costos, lo que refleja una explotación sistemática.

Combatir esta situación requiere un enfoque integral: implementar y hacer cumplir leyes que prohíban el trabajo infantil, promover la educación como prioridad y garantizar apoyo económico a las familias vulnerables. Solo así se podrá proteger a los niños y asegurarles un futuro digno, libre de explotación y mercantilización. La infancia debe ser un tiempo de aprendizaje y crecimiento, no de trabajo forzado.

En Venezuela existe explotación y mercantilización del trabajo infantil, una problemática agravada por la crisis económica y la agresión externa que ha llevado a la pobreza a grandes sectores poblacionales, por lo que muchos niños y niñas se ven obligados a trabajar en condiciones precarias para contribuir al sustento familiar, especialmente en sectores como la agricultura, la minería y el comercio ambulante.

El niño que trabaja asume responsabilidades que deberían ser propias de los adultos, enfrentando una carga emocional y física desproporcionada para su edad. Se convierte en sostén del hogar, sacrificando su infancia y oportunidades educativas por la necesidad económica de su familia. 

La mercantilización del trabajo infantil convierte a los menores en recursos económicos, priorizando su labor sobre su bienestar. Esto los expone a largas jornadas, bajos salarios y riesgos físicos, mientras se les niega el acceso a la educación y a una infancia plena. 

A pesar de que la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente (Lopnna) prohíbe el trabajo infantil, las situaciones familiares y la normalización de esta práctica dificultan su erradicación, para lo cual se necesitaría una gran impulso en el desarrollo económico y social que actualmente no estamos en situación de realizar.

 Abordar esta situación requiere un enfoque integral que combine educación, apoyo económico a las familias y la aplicación estricta de las leyes para proteger a los menores y garantizarles un futuro digno. La infancia debe ser un tiempo de aprendizaje y desarrollo, no de explotación.

 


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Oscar Rodríguez E


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