Una invitación fraternal a reflexionar sobre ello

¿Cuál es la enseñanza histórico-política más importante en la actualidad?

Sabemos que son muy pocas las personas que leen nuestras opiniones; sabemos que nuestra posibilidad, a través de nuestro periódico “Redención”, de llegarle a muchas personas y, especialmente, a los obreros es demasiado limitada, porque carecemos de recursos económicos para costear un alto volumen de ejemplares; sabemos que la mayoría de las personas no tienen acceso o no disfrutan del tiempo necesario para dedicarse a la lectura o el estudio de cuanto medio de comunicación impreso salga a la opinión pública; sabemos que no somos los más capacitados o poseedores de mayor conocimiento de la ciencia política para que muchas personas se interesen por nuestras opiniones; sabemos que muchas o la aplastante mayoría de las organizaciones políticas de izquierda o de carácter marxista en Venezuela son mucho más importante que la nuestra y, además, cuentan con una militancia que supera con creces a la nuestra. Nada de lo que hemos dicho y reconocemos nos llena de envidia ni nos convierte en críticos-críticos de las políticas de otras o las demás organizaciones revolucionarias. Quisiéramos que un día todas las fuerzas revolucionarias del país y, fundamentalmente, las que profesen el marxismo como doctrina, se diluyan en una sola para que sea la vanguardia única y verdadera de la revolución. Nosotros, como El Pueblo Avanza (EPA), si sabemos y estamos totalmente seguros que no reunimos las condiciones necesarias para tal cometido histórico. Sencillamente, somos como un grano de maíz o una semilla de trigo que deseamos germinar contribuyendo, dentro de nuestras posibilidades de práctica social y con nuestras humildes opiniones políticas, a que todo proceso revolucionario avance de manera progresiva en provecho de nuestros pueblos. Compréndase, que no le estamos quitando ni negando absolutamente nada de todo lo meritorio que poseen las demás organizaciones políticas de izquierda o revolucionarias en el país. Y, entiéndase, que respetamos y nos solidarizamos con el liderazgo del camarada Chávez sin ser chavistas.

            Nosotros, de forma continuada pero de manera muy limitada o reducida a un mínimo campo de la opinión pública nacional e internacional, hemos venido emitiendo, desde hace aproximadamente unos nueve años, opiniones sobre diversos tópicos de la lucha de clases –especialmente de la política-; hemos expresado criterios sobre doctrinas poniendo el énfasis en el marxismo como la teoría, así lo creemos, más revolucionaria, dialéctica y científica que conozca la historia del pensamiento social hasta nuestros días;  hemos manifestado  juicios sobre la marcha de la historia asumiendo el socialismo como la única alternativa que salve a la humanidad de los estragos y las perversiones del capitalismo; hemos elaborado razonamientos sobre las grandes experiencias de la historia, especialmente, de la Revolución Rusa, Bolchevique o de Octubre de 1917 para invitar a reflexionar sobre sus enseñanzas que puedan contribuir favorablemente a otras experiencias históricas revolucionarias. Como no nos creemos poseedores ideales de todas las verdades, ni concretas ni absolutas,  y como tampoco practicamos los pronósticos astrológicos y menos en la ciencia política, sólo  nos  limitamos a confiar que poco o mucho de lo que decimos o escribimos sirva a otros para reflexionar, para estimular a la búsqueda de conocimientos sin necesidad que tengan que creer en nuestras opiniones. Por eso, invocamos siempre a que nadie debe creer ciegamente en la palabra de otro, que es indispensable conservar el derecho a la duda hasta que existan los elementos necesarios e irrefutables que confirmen las verdades. Ahora, no creer en las verdades sí es negar o rechazar el enriquecimiento del conocimiento.

Lo que hemos dicho anteriormente, aunque a otros no les resulte correcto, lo creemos necesario para lo que a continuación expresaremos sobre la interrogante que encabeza este documento político.

Nosotros, que asumimos el marxismo como doctrina y creemos en el comunismo como el modo de producción que debe sustituir al capitalismo y crear las condiciones socioeconómicas que emancipará a toda la humanidad de todo vestigio de esclavitud social, compartimos la idea de que la más rica experiencia revolucionaria histórica es la legada por la Revolución Rusa producida en el mes de Octubre de1917. No estamos negando otras, porque también consideramos que son indispensables estudiarlas, analizarlas y reflexionar sobre sus experiencias, con la mayor objetividad y rigurosidad posibles, para tratar de asimilar  correctamente sus enseñanzas. Pensamos que el mundo, fundamentalmente desde que las sociedades se dividieron en clases sociales contradictorias y antagónicas, unas explotadoras y opresoras y otras explotadas y oprimidas, no ha dejado de vivir y de marchar la historia humana sin una interrelación dialéctica, donde unos fenómenos o condiciones conducen a otros, se influyen unos a otros pero que en todo caso, lo esencial, depende de condiciones concretas de tiempo y lugar y que, en última instancia, son los factores económicos los que tienen la última palabra, es decir, deciden el destino de la historia. Esta, por lo menos hasta ahora y está harto demostrado, no depende su marcha de las buenas voluntades de las mayorías sociales, aunque jueguen un papel importante en ciertas determinaciones de la lucha de clases. Nosotros creemos, aun cuando el camarada Fidel Castro sostiene que estamos viviendo el tiempo de la gran batalla de las ideas y que es cierto, que la ideología, por muy importante que sea incluyendo al marxismo, no es el factor decisivo de la lucha de clases, pero una vez que una revolución proletaria o socialista se haga del poder político,  la educación y la concientización de su pueblo, en torno al programa de transformación económico-social, es un elemento de primera magnitud o de importancia capital. Igualmente, creemos tener claridad en que ninguna revolución triunfa y se desarrolla sin una doctrina que le sirva de fundamento teórico en su época como visión del mundo que desea establecer para toda la humanidad: el Cristianismo  se aferró a la creencia sobre Dios y sus poderes divinos, la burguesía hizo del individualismo su principio esencial mientras que el proletariado sustenta el punto de vista del colectivismo. Hay que repetirlo, y esto lo saben los demás revolucionarios mucho mejor que nosotros, una revolución socialista no sea plantea ni la construcción ni la consolidación de una cultura y un arte de clase social sino, mucho más importante, de carácter universal, y esto sólo es posible una vez que satisfechas las necesidades materiales (producto de la economía planificada sobre una técnica y organización realmente desarrolladas) faciliten el enriquecimiento espiritual de todos los seres humanos aptos para tal finalidad.

Es  imprescindible, para poder valorar la experiencia histórica y sacar enseñanzas que tengan vigencia en el presente, comprender que estamos viviendo una era histórica en que el imperialismo capitalista es quien tiene la hegemonía de dominación en los diversos aspectos de la vida económico-social. El mundo actual, incluso en aquellos países donde la revolución tiene el poder político y aplica ciertas políticas de carácter socialista, continúa siendo, en su esencia, capitalista. La experiencia histórica, lo ha demostrado demasiado, indica que el socialismo es internacional, universal, por lo cual no puede ser construido en sí mismo -como primera fase integral de un nuevo modo  de producción llamado comunista- en los predios internos de unas fronteras de nación. Sin embargo, lo anterior no niega, jamás, la realidad del período de transición del capitalismo al socialismo que podría ser corto de triunfar la revolución en las naciones de capitalismo altamente desarrollado o largo, hasta larguísimo podría decirse, en los países denominados subdesarrollados de no producirse el carácter permanente de la revolución socialista. Incluso, creemos en la idea expuesta hace décadas por notables teóricos del marxismo de que seguimos viviendo en el tiempo en que no es posible, mientras perdure como dominante la ley del desarrollo desigual, que las naciones subdesarrolladas, por mucha técnica que intenten conquistar, logren alcanzar el nivel de desarrollo de las naciones capitalistas más avanzadas. De allí que el  socialismo es el  único régimen que rompe definitivamente con ese obstáculo al dar preferencia a la ley del desarrollo combinado, que viene siendo una expresión internacionalizada de la solidaridad entre los pueblos para su desarrollo económico-social.

La célebre y triste teoría del “socialismo en un solo país”, contrariando todas las enseñanzas históricas y –especialmente- del marxismo, tuvo su más acabada expresión de fracaso en lo que el mundo conoció como la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, integrada por una serie de naciones que, incluso, entre sí, no llegaron a lograr un nivel de desarrollo semejante e integral y, mucho menos, que sobrepasara los límites del capitalismo altamente desarrollado o imperialista, que de haberlo conquistado le hubiera otorgado a la URRS la categoría propiamente dicha de socialismo construido. Si se revisa la experiencia histórica, luego de derrumbada y disuelta la Unión Soviética, nos encontramos con la dolorosa realidad de que varias naciones, ahora independientes, que la integraron, pertenecen al mundo subdesarrollado y poseen niveles de miseria social que a los ojos del tiempo actual parece algo incomprensible e inaceptable. Si se entiende y se acepta, como conclusión científica, que el socialismo es y tiene que ser un régimen, desde su comienzo, superior al capitalismo más desarrollado, nos resultará fácil comprender el por qué un altísimo representante (Primer Ministro) del gobierno chino haya dicho, hace más de un año, que a China le faltaba, como mínimo, medio siglo de desarrollo para poder alcanzar el nivel de los países capitalistas desarrollados. Pero lo que no nos dijo ese alto funcionario de gobierno, es que en ese medio siglo China se acerca mucho más a los principios esenciales del capitalismo que del socialismo. El mercado mundial, dominado por los grandes supermonopolios de las naciones de capitalismo altamente desarrollado, le dicta las pautas al planeta entero sin que ningún  país pueda escapar a sus realidades, aunque algunos Estados, haciendo valer sus derechos y su programación de avanzar hacia el socialismo en la transición del capitalismo hacia aquel, apliquen políticas para contrarrestar la voracidad y la dominación ventajista de los Estados imperialistas en el mundo. Una gran experiencia deducimos de lo anterior y es que en una época de globalización capitalista salvaje y el dominio del planeta lo tienen las naciones denominadas imperialistas (donde la economía y la política son de carácter mundial), ningún movimiento revolucionario puede fundamentar su programa basándose exclusivamente en las condiciones o tendencias de la evolución al interior de sus fronteras. Los factores externos ponen su sello, a veces, hasta decisivo.

En términos más crudos: estamos viviendo y desenvolviéndonos en una era en  que mucho más peligro de fracaso o de derrumbe corren las naciones donde está implantado el período de transición del capitalismo al socialismo que donde predomina el capitalismo propiamente dicho. ¿Y a qué se debe esa verdad que para nosotros resulta irrefutable en este momento de la historia humana? A la crisis de dirección revolucionaria que caracteriza a la lucha de clases actualmente. Eso no niega que en pocos países sí existe dirección revolucionaria, pero esto es la excepción de la regla y no la regla en general. En las naciones capitalistas de alto desarrollo, el proletariado se ha vuelto tan pragmático y tan conformista que sus luchas esenciales las concentra en el sindicalismo, por sus mejoras de salario y condiciones laborales, y no a través de organizaciones políticas que le conduzcan a la conquista de una forma nueva y más avanzada de vida económicosocial. Y mientras ese proletariado, el más avanzado del mundo desde el punto de vista de dominio de la técnica pero más atrasado desde el ángulo de la ideología, no rompa con las fronteras nacionales y no asuma la necesidad de hacerse del poder político para derrocar al capitalismo e iniciar, sobre la base de una alta tecnología y organización social, la transición hacia el socialismo, correremos el riesgo de ver las nuevas generaciones pasar el tiempo sometidas a las rigurosidades perversas del capitalismo en la fase que se ha denominado: globalización capitalista salvaje. Pero toda cosa o todo fenómeno tienen su corolario, lo cual se traduce, en lo que venimos tratando, de que si se produjera la revolución proletaria en muchas naciones llamadas subdesarrolladas y tomando colectivamente medidas de carácter socializante, eso tendría una influencia decisiva en el estímulo para que se produzca, igualmente, la revolución proletaria en los países de capitalismo desarrollado. El principio del internacionalismo proletario o revolucionario es la razón esencial de la lucha de clases contra el capitalismo y por el socialismo.

Estudiar, analizar (para reflexionar), fundamentalmente, la experiencia que marcó todo el desarrollo de la historia de lo que hizo que no debió hacer, de lo que no hizo que debió hacer la grandiosa Revolución Rusa, Bolchevique o de Octubre (desde 1917 hasta su derrumbe en 1990) es, quizás, la fuente más idónea para enriquecer el conocimiento o pensamiento revolucionario de nuestro tiempo. Y, de paso, para entender los argumentos que hemos expuesto anteriormente. Las obras escritas y publicadas de Lenin, aun cuando algunas fueron alteradas, contienen, a pesar de haber vivido sólo siete años al triunfo de la revolución siendo la principal figura del Estado revolucionario,  ese inmenso y rico legado de enseñanzas que vaticinan, con exactitud asombrosa, el destino de una revolución proletaria en los límites fronterizos de un solo país si no llega a producirse la revolución socialista en naciones de capitalismo altamente desarrollado. La historia le concedió la razón, porque Lenin  trabajó con verdades científicas, obtenidas de las realidades más objetivas de su época, y no se dejó llevar jamás por la tentación de las voluntades humanas. Para Lenin, como para todo marxista o comunista, el socialismo es cosa de la lucha de clases internacional contra la burguesía y su capitalismo, de la solidaridad proletaria o revolucionaria internacional por el derrocamiento del capitalismo y por la construcción del socialismo, sin desmeritar en nada lo que tiene de nacional.

Dicho todo lo anterior, repetimos sin considerarnos dueños de todas las verdades ni expertos en política y sociología, queremos expresar algunas ideas, más analíticas que críticas, para reflexión, esencialmente de los revolucionarios o proletarios, sobre realidades de este tiempo actual que, a nuestro juicio, no deben dejarse pasar por alto a la hora de la valorización de los fundamentales acontecimientos que le están poniendo sello o nombre a la historia de comienzo –en general- del siglo XXI y –en particular- de la segunda década del mismo.

Habíamos dicho en un documento elaborado en diciembre de 2010 y publicado en la primera quince de enero de 2011 con el título: “El planeta: va derechito a una conflagración intercontinental”, que en el Medio Oriente la situación era tan grave o tensa que cualquier cerillo podía incendiarla y llevar sus ramificaciones de fuego explosivo a todo o casi todo su ámbito, lo cual tendría repercusión en otras regiones del mundo. Pues, así ha sido, sin que nos estemos atribuyendo méritos de pronósticos que otros han deducido de sus análisis primero que nosotros (aunque no los hayamos leído o no los hayan publicado). Simplemente, con el poco dominio de marxismo que poseemos hemos, en colectivo, llegado a esas conclusiones. Para nada importa quién ha tenido o no el mérito de vaticinarlo. Lo que importa es el legado de conocimientos o de enseñanzas que podamos sacar y asimilar de esos acontecimientos muy significativos para la historia humana –en general- y para la historia de la lucha de clases –en lo particular-, pensando siempre en la revolución socialista, es decir, en el derrocamiento del capitalismo como condición esencial para la construcción del socialismo.

Expusimos, igualmente, en ese documento para la reflexión, que las explosiones sociales en el Medio Oriente, por lo menos en este momento de la historia, no llevan en sí mismas el espíritu o clamor de revoluciones proletarias porque, entre otras cosas y así lo creemos, no existen fuerzas políticas organizadas y concientizadas, como verdaderas vanguardias políticas proletarias, para mezclarse y ponerse al frente de las masas para conducirlas con acierto a la conquista del poder político para inaugurar la transición del capitalismo al socialismo. Sin embargo, eso no desmerita en nada la lucha política de los pueblos árabes, musulmanes o islámicos por el derrocamiento de monarquías y de gobiernos dictatoriales que dan la espalda a los fundamentales intereses socioeconómicos de sus pueblos. Y por encima de ello, valoramos el mérito, el atrevimiento y hasta el riesgo de grupos revolucionarios árabes que desafían las circunstancias concretas, el poderío de Estados capitalistas  y tratan de enfilar la lucha política contra el imperialismo capitalista, aunque nada propongan de socialismo.

Nosotros no vamos a echar culpas, para la enseñanza más importante que debemos extraer en relación con los acontecimientos que conmueven el mundo y que tienen como epicentro el Medio Oriente, al capitalismo –en general- ni al imperialismo –en lo particular-. No, busquemos las verdades en las realidades propias de los mismos procesos revolucionarios, porque eso sí permite la corrección de los desaciertos, la superación de los errores  y encontrar los mecanismos que faciliten la reparación de raíz de las fallas que trastocan el funcionamiento de la locomotora de la historia: la revolución.

Pueden, tal como acontece, existir muchas expresiones de socialismo. Algunas de ellas fueron tratadas por Marx y Engels en “El Manifiesto Comunista”. No nos vamos a meter con esa materia, pero sí nos interesa, para comprender el fenómeno más preocupante de lo que está aconteciendo en el Medio Oriente, un elemento esencial, porque en el mundo árabe, no pocas veces, se sujeta la política, la historia y hasta las ideologías de clase al factor religioso. En los pueblos árabes la religión predominante es el islamismo. Que existan diversas tendencias dentro de esa religión, no es el tema que nos ocupa. Y, repetimos, expresamos públicamente nuestro profundo respeto a todas las religiones, aunque no compartimos ni profesamos ninguna de ellas. Creemos en el marxismo y sostenemos el ateísmo ante cualquier religión.

En el Medio Oriente y en todo el mundo islámico existen tendencias del pensamiento social que   no sólo cuestionan al capitalismo sino, igualmente, plantean el socialismo como la única alternativa viable para construir un mundo nuevo. Las hay de carácter marxista, pero también existen las ideas socialistas vinculadas (para muchos musulmanes) indisolublemente a los principios del islamismo. Nada de eso vamos a criticar. Simplemente, lo hemos dicho varias veces en otras oportunidades, que ninguna religión puede servir de doctrina clasista para una revolución proletaria o socialista. Eso no significa que una religión o, mejor dicho, una parte de religiosos fomenten el ideal del socialismo como esencia de su creencia. La historia conoció del “socialismo cristiano”, nacido entre 1830 y 1840 para imprimirle a la religión cristiana  rasgo de socialismo bajo el argumento de defensa de los intereses de los explotados. Resulto, en verdad, ser un derivado del socialismo feudal al concretar su lucha política en la reconciliación de clases contradictorias y antagónicas. Lo que ha quedado de socialismo cristiano se centra en tratar de construir un mundo que  no se parezca demasiado al capitalismo pero tampoco al comunismo. De ese socialismo cristiano surgió el socialcristianismo que en sus  luchas políticas no va más allá de las fronteras del reformismo. Otra cosa ha sido la teoría de la liberación, la cual, abrazada como ideal de lucha política, sirvió de fundamento a importantes figuras de la lucha revolucionaria, especialmente, en América Latina y que nos hace recordar con frecuencia al extraordinario comandante guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo.

Hemos dicho y lo repetimos que creemos que entre las religiones existentes en el mundo actual, en el islamismo es donde se encuentran posturas más radicales de lucha contra el imperialismo. Eso tiene un enorme valor para la lucha revolucionaria de este tiempo contra el capitalismo. Y eso debe tomarse en consideración para el caso que queremos destacar y sólo en otro mencionar como enseñanza histórica sacada del estudio, análisis y reflexión sobre los acontecimientos que han sacudido al Medio Oriente, algunas naciones islámicas no árabes, y que ya ha traspasado esos linderos y ha llegado a regiones donde el islamismo no representa ninguna importancia capital como ideología. No nos ocuparemos de Irán, donde no ha habido nunca ninguna revolución proletaria y que ya con décadas de haberse producido una revuelta político-religiosa que derrocó al sha Pahlawi en 1979, la nación, se pudiera decir, sin ofender a nadie, está dividida fundamentalmente en dos grandes bandos que se disputan el poder político en nombre de Alá y del pueblo iraní pero para nada el socialismo.

Nosotros creemos, como de obligatoriedad para todos los revolucionarios marxistas o de otras tendencias del pensamiento social que profesen el socialismo o comunismo, estudiar, analizar y reflexionar sobre los acontecimientos que han sacudido a Libia. De allí se pueden obtener valiosas experiencias, algunas semejantes y otras diferentes, a las aportadas por otras experiencias donde se planteó la construcción del socialismo y se vivió un largo trecho del período de transición del capitalismo hacia aquel. Toda revolución socialista, sin duda, tiene características propias que son determinadas por la situación concreta al interior de sus fronteras pero, al mismo tiempo, posee otras que son semejantes por los principios que caracterizan el socialismo y sin los cuales no sería realmente socialismo. Principios que podrían resumirse de la siguiente manera: propiedad social sobre los medios de producción, desaparición de las clases sociales, extinción del Estado en tanto que no existen las clases sociales, solución de las contradicciones antagónicas entre el campo y la ciudad y entre trabajo manual y trabajo intelectual, y lograr que la sociedad se administre por sí misma. Toda transición del capitalismo al socialismo debe conducir a lo anteriormente expuesto como razón del último. Está harto demostrado que la transición del capitalismo al socialismo es y será mucho más dificultosa en los países subdesarrollados que en los desarrollados, pero ha sido y será mucho más fácil tomar el poder político en los primeros que en los segundos. No ha habido, hasta ahora y es lo realmente lamentable, ninguna experiencia de triunfo revolucionario en una nación de capitalismo altamente desarrollado. Cuando eso suceda, nada evitará la producción permanente de la revolución en este planeta y ni siquiera la evitará una conflagración intercontinental.

Es imprescindible que los historiadores, los sociólogos, los politólogos, los economistas y hasta los filósofos, preferiblemente marxistas y si fuesen libios mucho mejor, estudien, analicen y reflexionen con la mayor objetividad  sobre lo acontecido en Libia para que propagando su entendimiento correcto de la situación  nos ilustren las cabezas sobre las valiosas enseñanzas que deben ser aprendidas para el enriquecimiento de nuestro conocimiento. Y eso tiene que ser un deber revolucionario, independiente de que caiga o no el gobierno del camarada Gadafi.

Es necesario que se nos explique ¿el por qué, luego de más de cuatro décadas de prometer el socialismo al pueblo libio en una nación inmensamente rica, con una población pequeña de siete millones en un territorio de 1.760.000 Km2, y teniendo un per cápita respetable, se produzcan manifestaciones de protestas de miles de miles de libios y libias contra el régimen y, especialmente, solicitando la renuncia del líder fundamental de la revolución (Gadafi)?

Es necesario que se nos explique  ¿el por qué, luego de más de cuatro décadas diciéndole al pueblo libio y al mundo que Libia es una nación socialista, ahora existen más opositores que partidarios del régimen?

Es necesario que nos expliquen ¿el por qué después de más de tres décadas de anunciado el socialismo en Libia, el principal líder de la revolución (Gadafi)  le anunció al mundo que rechazaba toda manifestación de violencia contra el capitalismo a sabiendas que éste se sostiene, esencialmente, sobre la base de la violencia, de la guerra y del terrorismo de Estado?

Es necesario que se nos explique ¿el por qué, luego de más de cuatro décadas de levantar la bandera del socialismo económico para Libia, más de la mitad o, por lo menos, la  mitad de la población (guiándonos por las multitudinarias manifestaciones de protestas) rechazan ese modelo que les ha mejorado, sin duda alguna, su nivel de vida y ha traído progreso a la nación?

Es necesario que se nos explique ¿el por qué, habiendo creado la revolución el Estado de las masas (yamáhiriyya) en 1977, el gobierno nunca tuvo real conocimiento del descontento que se iba acumulando en un elevado porcentaje de esas mismas masas en contra del régimen y de su líder fundamental?

Es necesario que nos expliquen ¿el por qué, creyendo el gobierno que se estaba construyendo una sociedad segura, coherente y fiel al ideal islámico y al socialismo económico, han renunciado decenas de embajadores, ministros de alta confianza, militares de alto rango y miles de miles de libios y libias han abandonado el país?

Es necesario que se nos explique ¿el por qué, después de más de cuatro décadas de asegurar que Libia es socialista, sigan habiendo tribus y clanes en esa sociedad, lo cual es un sinónimo, sin ofender a nadie, de atraso histórico como son, igualmente, los regímenes monárquicos?

Es necesario que se nos explique ¿qué ha hecho el régimen libio que no debió hacer y qué no hizo que debió hacer para que no se produjera ese descontento masivo y esas gigantescas manifestaciones de protestas que, por lo menos, han hecho tambalear al gobierno y recurrir a métodos de violencia entre amplias masas del mismo pueblo?

Es necesario que se nos explique ¿el por qué, después de cuatro décadas educando a un pueblo en las ideas del socialismo, un gobierno revolucionario le tenga miedo al uso e influencia del internet?

Nosotros, como organización política El Pueblo Avanza (EPA) y lo confesamos públicamente, no estamos en capacidad, no poseemos el conocimiento suficiente para dar respuestas a las interrogantes que consideramos indispensables hacer. Sin embargo, corriendo el inminente riesgo de equivocarnos, queremos decir algo o lanzar al aire una hipótesis para contribuir, por lo menos, a indagar sobre lo acontecido en Libia. Si estamos errados, lo reconoceremos sin tapujo de ninguna naturaleza. Sin embargo, creemos  que el gobierno del camarada Gadafi ha mejorado las condiciones socioeconómicas de la población como también la infraestructura del país; ha logrado que el pueblo libio tenga uno de los per cápita más elevado del mundo y, al mismo tiempo, hizo posible que Libia sea una de las naciones con mayor porcentaje de graduados universitarios. Igualmente, denunciamos que  los grandes medios de comunicación del capitalismo han adulterado los hechos en Libia y han desinformado al mundo sobre los mismos, sin que neguemos las realidades de protestas contra el régimen y su líder. También denunciamos que naciones imperialistas, cuando se producen momentos de grandes tensiones sociales en el mundo,  incentivan, en algunos casos como Sudán la división del país para que existan dos Estados enfrentados y, en otros casos como Libia, por la existencia de tribus y clanes, se preocupan que se divida porque eso les podría acarrear problemas con la obtención de materias primas.

Se dice, lo enseña el marxismo o la misma práctica social, que dirigir es prever para detectar el peligro a tiempo, para comprender la realidad y responder con medidas acertadas a las exigencias del momento corrigiendo todo lo que haya necesidad de corregir. Pensamos o creemos, aunque pocos o muchos digan que estemos equivocados o desfasados de la historia, que es imprescindible la dictadura del proletariado en el período de la transición del capitalismo al socialismo y que debe caracterizarse por hacer valer el mayor espíritu democrático para el pueblo y ejercer poder de fuerza contra aquellos sectores u organizaciones políticas que pretendan, por la vía bélica, derrocar a la revolución. Elementos que dependerán de las circunstancias concretas internas de cada nación donde triunfe la revolución y, además, de los factores externos, del apoyo internacional y de la correlación de fuerzas del momento  en favor o en contra de la revolución.

Algunos elementos, así lo creemos por enseñanza de la experiencia histórica de las revoluciones –especialmente- fracasadas teniendo en sus manos el Estado revolucionario, son esenciales para sostener a una revolución en el período de transición  del capitalismo al socialismo mientras no se produzca el carácter permanente de la revolución socialista o proletaria. Entre ellos destacamos: no asumir como hecho comprobado la construcción del socialismo propiamente dicho dentro de las fronteras de un país (y mucho menos subdesarrollado) mientras exista capitalismo en el mundo y, fundamentalmente, siendo predominante el imperialismo; no permitir excesivo desarrollo del burocratismo improductivo, porque éste se transforma en una casta privilegiada que domina la administración del Estado, desplaza al Partido Político de Vanguardia, elabora las políticas centrales de gobierno alterando el Programa de la revolución, y desvía los objetivos esenciales del período de transición del capitalismo al socialismo; no permitir que el Partido Político en el gobierno expropie las funciones políticas que son propias de las organizaciones de masas adaptadas a las circunstancias concretas y necesidades primordiales de la revolución, como tampoco sustituya las funciones de los sindicatos, porque éstos pasan a jugar un rol importante, como defensores de las reivindicaciones económicas, frente al patrón-Estado a sabiendas que éste elaborará y aplicará políticas en real beneficio para la masa trabajadora –en particular- y para el pueblo –en lo general-; poner énfasis en la educación integral y científica del pueblo para crearle un nivel de conciencia en la interpretación correcta de las realidades concretas a que se vea sometida la revolución por algunos factores que le resulten adversos en determinados momentos de su desarrollo; hacer valer el deber de la dirigencia revolucionaria en todos los cargos de la administración pública de mantener el comportamiento más modesto posible, no sentirse superior ala inmensa masa de la población que conduce hacia un destino donde imperen, de verdad verdad, la justicia y la libertad; ejercer el internacionalismo proletario o revolucionario con todos los pueblos sometidos a los rigores perversos del capitalismo y estimular la lucha revolucionaria internacional contra el capitalismo y por el socialismo; garantizar el ejercicio más democrático de la crítica constructiva para que se hagan valer los derechos y deberes relacionados con las libertades de expresión, de pensamiento y de juicio no sólo en el seno de la militancia revolucionaria sino, especialmente, en el pueblo y sus organizaciones a favor de la revolución. Sin  duda, existen muchos otros elementos que, seguramente, otras organizaciones revolucionarias conocen mucho mejor que nosotros y pueden aportarlas para la permanente reflexión revolucionaria sobre el acontecer internacional y nacional, para enriquecer lo máximo posible el conocimiento –esencialmente- político de este tiempo y tan necesario para las futuras luchas que se avecinan, de manera irrefutable, contra el capitalismo y por el socialismo. No estamos alegando o afirmando que en la revolución en Libia no se hayan cumplido los elementos que señalamos anteriormente,  tampoco que se cumplieron algunos y otros no o que no se cumplió ninguno. Los libios y las libias, especialmente revolucionarios y revolucionarias, saben de eso muchísimo más que nosotros.  Ojalá, muy pronto, podamos tener en nuestras manos sus análisis, sus estudios y sus reflexiones que nos permitan conocer las verdades y enriquecer nuestros conocimientos sobre los temas tratados en este documento.

Y, para nosotros que así  lo creemos, es necesario que –fundamentalmente- los marxistas o revolucionarios más esclarecidos del pensamiento o del conocimiento de las realidades del mundo en este momento de grandes tensiones sociales y, especialmente, de los procesos socialistas de Africa y Asia, nos aclaren ¿el por qué, luego de más de seis décadas de revolución socialista, en China se están produciendo gigantescas manifestaciones de protestas contra el régimen? Que nos digan, con la mayor objetividad posible: ¿qué está pasando en naciones cuyo objetivo es el socialismo para que exista tanto cuestionamiento, tantas protestas, tanta violencia, cuando la historia demuestra que el socialismo es realmente la única alternativa válida para salir de las crisis, del caos, de la anarquía y de los altos niveles de injusticia y desigualdad sociales con que el capitalismo ha premiado a la aplastante mayoría de la humanidad?

Nosotros, sabremos apreciar y valorar todas las críticas constructivas que  nos hagan para corregir en todo aquello en que estemos errados y no hemos podido, fundamentalmente por limitación de nuestros conocimientos, darnos cuenta de ello. Creemos, lo confesamos y repetimos aunque pocos o muchos no lo crean, en los poderes creadores de los pueblos que se rebelan contra toda manifestación de injusticia social y, especialmente, en aquellos que luchan por la creación de un mundo nuevo posible donde reine la emancipación de todo vestigio de esclavitud social. ¡Viva la Revolución Proletaria! ¡Viva el SocialismoVivan los pueblos que se sublevan contra el capitalismo y vivan más los que luchan por el socialismo!

Y finalmente, decimos esto: creemos que  los acontecimientos producidos en el Medio Oriente, en países islámicos, en  Asia como es el caso de China, las manifestaciones en Europa, en Estados Unidos y hasta en algunas regiones de América Latina, parecieran indicar que el mundo se conduce hacia un nuevo ciclo de gobiernos socialdemócratas y democratacristianos antes de que llegue ese momento de grandes convulsiones sociales  y reine, por corto período, el nazismo en algunas naciones imperialistas (que vienen dando pruebas de xenofobia y racismo) y bonapartismo en unos cuantos países subdesarrollados. Aun si así fuere, nada, así lo creemos, podría evitar el triunfo revolucionario o proletario a nivel mundial. El planeta o la mayoría aplastante de la humanidad no soportarán un siglo más de capitalismo. Veinte años no será nada para el tango, pero sí para la historia.



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El Pueblo Avanza (EPA)


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